Cómo pasé de ser una persona rencorosa a pasar página y perdonar más fácilmente. Ese es mi mejor truco

El rencor, como una sombra oscura, puede envolver nuestro corazón y nublar nuestra visión del mundo. Es como una mochila pesada que nunca acabamos de soltar, aunque ya no nos proporcione nada, solo odio y rabia. Y todas y todos lo hemos experimentado en alguna ocasión.

Durante muchos años, fui prisionera de este sentimiento tóxico que me impedía avanzar y encontrar la paz interior. Sin embargo, hoy quiero compartir contigo un truco que he ido cultivando con los años y que me permitió liberarme del peso del rencor y abrazar la libertad del perdón.

El peso del rencor en nuestras vidas

Mi historia no es única, pero quizás encuentres en ella algo que resuene contigo, un destello de esperanza para quienes se sienten atrapados en la telaraña del resentimiento. Hace algunos años, mi vida estaba marcada por experiencias dolorosas y traiciones que alimentaron un resentimiento profundo.

Cada recuerdo se convertía en una cadena que me ataba al pasado, impidiéndome avanzar y encontrar la serenidad que tanto necesitaba. El punto de inflexión llegó cuando me di cuenta de que el rencor no estaba dañando a quienes lo habían causado, sino a mí misma. Era como un hilo invisible que me ataba aún a las personas (o las experiencias) que me habían dolido.

Mi salud emocional estaba en juego, mis relaciones se veían afectadas, y mi bienestar general estaba comprometido. Fue entonces cuando decidí que era tiempo de dejar ir ese lastre emocional y dar paso a aceptar y soltar.

El rencor es como un hilo invisible que nos ata aún a las personas (o las experiencias) que nos han dolido y que nos impide avanzar.

El truco para trabajar el perdón y soltar

Para mí, el truco que marcó la diferencia en mi proceso de perdón fue una serie de pasos que empezaban por este: cultivar la empatía. Intenté ponerme en los zapatos de aquellos que me habían herido, tratando de comprender sus motivaciones y circunstancias.

Cerraba los ojos e imaginaba cómo debían sentirse al haber hecho lo que hicieron; me di cuenta de que, aunque no siempre entendía sus razones, podía entender que tuvieran las suyas. Y que todos nos equivocamos. A veces esto me permitía soltar y otras, simplemente, aceptar.

Después, escribía en un papel todas aquellas cosas que no me permitía perdonar, o que alimentaban ese rencor. Lo soltaba sin filtro, escribiendo sin juzgarme. Finalmente, arrugaba ese papel y lo tiraba o lo quemaba, como en un ritual.

Y después de notar el peso de ese rencor en mi cuerpo, hacía una pequeña visualización desde un estado de relajación. Me imaginaba que ese rencor que pesaba como una mochila pesada se convertía en un globo lleno de los folios escritos minutos antes, que llevaba en la mano, y que soltaba.

Lo miraba elevarse en el cielo poco a poco hasta desaparecer entre las nubes. Y respiraba profundo dos o tres veces, notando el peso que se liberaba también dentro de mí y disfrutando de este estado de relajación. Esta es en cierta forma una práctica de mindfulness, que nos permite conectar con el momento presente y ver que la vida sigue sucediendo a pesar de que ese globo (y esa mochila) ya no estén.

Soltar el perdón aunque duela

Es importante entender que hacer este ejercicio de empatía y de soltar el perdón no significa que las cosas que vivamos dejen de doler. E incluso, que hayamos perdonado (a veces podremos perdonar y otras no). Significa que estamos dispuestos a soltar ese rencor y a continuar con nuestra vida.

Y esto es un acto muy valiente que en realidad, no hacemos por nadie más, ni siquiera por la persona que nos causó el daño; lo hacemos por nosotros mismos, porque nos merecemos vivir una vida ligera.

Beneficios de este truco

Esta práctica me ayudó a humanizar a quienes consideraba enemigos, y a entenderlos un poco mejor (aunque no siempre los entendía, pero entonces simplemente aceptaba la experiencia). La empatía se convirtió entonces en mi puente hacia la comprensión y, finalmente, hacia la liberación emocional.

No es fácil soltar cuando nos han herido, soy muy consciente de ello. Pero con este truco, y terapia cuando sea necesario, es posible empezar a sanar esas heridas. Es una forma de amor propio, de decirle al pasado, o a las cosas que nos dolieron; "Me hiciste daño, eso siempre será así, pero la vida sigue y estoy dispuesto a avanzar sin tu peso. Me lo merezco."

Soltar es una forma de decirle al pasado: "Me hiciste daño, eso siempre será así, pero la vida sigue y estoy dispuesto a avanzar sin tu peso. Me lo merezco."

Recuerda, el rencor es como ese hilo invisible que te ata a un pasado que ya fue y a emociones dañinas para ti; te animo a cultivar la valentía para cortar ese hilo enrevesado y empezar a vivir lo único que existe, lo más preciado que tenemos: el presente.

Foto | Portada (Freepik)

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