Tres hábitos destructivos que destrozan una relación de pareja. Es fácil caer en ellos, advierte un psicólogo

No siempre son las grandes traiciones las que rompen una relación de pareja. A menudo, los problemas surgen de 'pequeños' hábitos cotidianos que, aunque parecen inofensivos, erosionan la conexión entre dos personas.

Como psicóloga, he visto cómo pequeñas acciones repetidas se convierten en grandes muros entre las parejas. En este artículo comparto contigo, a través de ejemplo, tres interesantes hábitos destructivos que describe Jeffrey Bernstein, psicólogo estadounidense, Doctor en Psicología y con más de 30 años de experiencia. Hablamos de estos hábitos, de cómo reconocerlos y, lo más importante, de cómo evitarlos.

1) El juego de la culpa: convertir a tu pareja en el villano

Echar la culpa parece una reacción natural ante los problemas, pero puede ser una trampa peligrosa. Y es que convertir a tu pareja en el villano de la historia (y hacerlo siempre) fomenta el resentimiento y destruye la confianza mutua. Al final, este hábito transforma a tu compañero en alguien contra quien luchar, en lugar de alguien con quien colaborar o con quien amarse.

Convertir a tu pareja en el villano de la historia (como un hábito) fomenta el resentimiento y destruye la confianza dentro de la relación.

Por ejemplo, imagina a Carla y Sergio. Carla sentía que Sergio no se implicaba lo suficiente en las tareas del hogar. Pero qué pasó, que en lugar de hablar de cómo se sentía, Carla le reprochaba constantemente: "Nunca haces nada, todo recae sobre mí". Sergio, cansado de sentirse atacado, empezó a distanciarse, lo que intensificó el problema. Este círculo vicioso los alejó cada vez más el uno del otro.

  • Cómo salir del juego: La próxima vez que sientas la tentación de culpar, haz una pausa y reflexiona: ¿Qué puedo hacer yo para mejorar esta situación? Habla desde tus emociones, no desde la acusación. En lugar de decir: "Tú nunca ayudas", prueba con: "Me siento sobrecargada y me ayudaría mucho que compartieras más estas tareas, que además nos pertenecen a los dos". Este posicionamiento fomenta el trabajo en equipo y aumenta la probabilidad de desactivar el conflicto.

2) La trampa del "tú siempre" o del "tú nunca"

El lenguaje extremo es un enemigo silencioso de la comunicación. Frases como "Tú nunca me escuchas" o "Siempre me ignoras" exageran la realidad (aunque lo hagamos de forma inconsciente), haciendo que la otra persona se sienta injustamente encasillada. Además, este tipo de afirmaciones bloquean el diálogo y generan una actitud defensiva.

Pensemos en Olga y Daniel. Olga sentía que Daniel pasaba demasiado tiempo con sus amigos y poco con ella. En lugar de expresar su deseo de pasar más tiempo juntos, explotaba diciendo: "Siempre prefieres a tus amigos antes que a mí". Daniel, sintiéndose atacado, respondía con más distancia, y el conflicto quedaba sin resolver.

  • Cómo desactivar este hábito: Sé realista cuando hables con tu pareja, y sustituye los absolutos por ejemplos concretos; habla desde tus sentimientos. En lugar de "Nunca me prestas atención", di: "Cuando estás con el móvil mientras hablo, me siento ignorada". Este cambio permite que tu pareja comprenda cómo sus acciones te afectan y facilita un diálogo constructivo.

3) Resentimientos silenciosos: dejar que las pequeñas heridas se agraven

Guardar en silencio los pequeños agravios puede parecer una forma de evitar conflictos, pero a largo plazo, este hábito mina la relación. Las emociones reprimidas no desaparecen; al contrario, se acumulan y acaban saliendo en forma de distancia, frialdad, reproches o incluso explosiones emocionales.

Un ejemplo de esto serían Sofía y Marcos. Sofía llevaba años sintiéndose poco valorada porque Marcos no reconocía su esfuerzo en la organización de las vacaciones familiares. Aunque intentaba ignorarlo, su frustración crecía, y empezó a reaccionar con comentarios cortantes o actitudes distantes. Marcos no entendía qué pasaba, lo que generaba aún más desconexión entre ambos.

  • Cómo romper el silencio: Practica la "honestidad amable". Habla de las pequeñas cosas antes de que se conviertan en grandes problemas. Por ejemplo, en lugar de callarte, di algo como: "Me siento poco valorada cuando no comentas nada sobre el esfuerzo que pongo en organizar las cosas". Marcar o definir un momento semanal o quincenal para hablar de cómo os sentís puede ser una herramienta para evitar que las pequeñas heridas crezcan.

Cuidar el "jardín" de la relación con hábitos más sanos

Estos tres hábitos son fáciles de adquirir, pero también lo es desaprenderlos si hay voluntad y compromiso. Una relación de pareja no se mantiene sola; es como un jardín que necesita riego constante, cuidados, luz...

Así, cuando cambias la culpa por responsabilidad, el lenguaje extremo por una comunicación clara y específica (comunicándote desde 'lo que necesito' y no desde el 'cómo te ataco'), y el silencio por honestidad amable, das a tu relación de pareja la oportunidad de florecer.

Foto | Portada (Película La la land, 2016)

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