A partir de los seis meses de edad los bebés empiezan a comer otros alimentos además de la leche materna, siendo los más habituales la fruta, la verdura, los cereales y la carne. De todos ellos es ésta última la más importante por una cuestión de necesidad: a partir de los seis meses los bebés empiezan a necesitar un aporte extra de zinc y hierro y la carne es una buena fuente de ambas cosas.
Ahora bien, la carne puede ser cancerígena para los bebés, para los niños e incluso para los padres según sea el modo en que la cocinemos. Digamos que no es que la carne sea cancerígena, sino que dependiendo de cómo se cocine se producen unos fenómenos en ella que hacen que sí lo sea. Como lo último que queremos es comer nada que haga que aumente el riesgo de padecer cáncer y como lo ultimísimo que queremos es dárselo a nuestros hijos, os vamos a explicar a continuación cómo cocinar la carne para que no sea cancerígena.
¿Que la carne puede producir cáncer?
Sí, así es, o sí, eso parece. Varios estudios han encontrado que la carne puede tener relación con algunos tipos de cáncer y, aunque aún son necesarios más estudios que puedan confirmarlo definitivamente, cada vez parece más claro que dicha relación existe.
Como ya he comentado, no es que la carne per se pueda producir cáncer, sino que al cocinarla se crean algunos compuestos que sí lo son. Me estoy refiriendo a las aminas heterocíclicas aromáticas, que son unos compuestos que se forman cuando la carne se prepara a altas temperaturas y en mayor proporción cuando la carne queda muy hecha. El fenómeno que lo produce es la reacción de Maillard y el aspecto que coge la carne es más oscuro, como tostado (esas zonas más durillas, como caramelizadas, que le dan a la carne buen sabor y olor, de hecho). El objetivo, pues, es preparar la carne a una temperatura inferior y cocinándola menos tiempo para que no llegue esté tan hecha.
Cómo cocinar la carne para sea menos cancerígena
Siguiendo con la premisa comentada vamos a explicar cuáles son las diferentes maneras de cocinar la carne ordenándola de mejor a peor. Las primeras son las que menos aminas crean y a medida que vamos bajando el riesgo es mayor:
- Microondas o hervida.
- Guisada o en olla a presión.
- Asada.
- Frita con aceite abundante o en freidora.
- Frita con poco aceite.
- A la parrilla.
- A la brasa de carbón.
Como veis, cuanto más bajamos más alta es la temperatura de cocinado y más tiempo está la carne en contacto con la fuente de calor. Esto no quiere decir que el niño no pueda comer nunca carne si hacemos barbacoa (o que no la podamos comer nosotros). Digamos que es una recomendación general para el día a día, para tener claro que los últimos tipos de cocinado es mejor dejarlos para días puntuales.
Vía | Lo que dice la ciencia para adelgazar Foto | devinf en Flickr En Bebés y más | Alimentación complementaria: la carne, Las carnes en la alimentación infantil, La carne de ternera consumida en exceso durante la gestación puede reducir la fertilidad del hijo