Siempre se nos ha dicho, apoyado por el sentido común, que no debemos tener discusiones de pareja delante de nuestros hijos. No sólo en lo que se refiere a su educación sino a esa parte de nuestras vidas que aún no tiene como epicentro a nuestros hijos.
¿Pero hasta qué punto es esto bueno para nuestros hijos? ¿Realmente les afecta negativamente?
Estas preguntas y muchas más se las han estado haciendo un grupo de psicólogos de la Universidad de Notre Dame para realizar un estudio a cerca de 500 niños de edades comprendidas entre los 5 y los 18 años durante 20 años. De las conclusiones que se derivan de el estudio podría decirse que no siempre hay que evitar discutir delante de nuestros hijos, eso si con muchos matices.
El estudio
El estudio se realizó en "escenarios" recreados con actores que entablaban diferentes tipos de discusiones delante de los niños, bueno y teniendo en cuenta que había gente de 18 años diría que no tan niños. Durante la discusión se analizaban los comportamientos, e incluso se analizaba la saliva para comprobar la presencia de cortisol, un indicador del nivel de stress.
Los investigadores se dieron cuenta que la experiencia era positiva para los niños cuando se producía una solución a la discusión.
No parece que las discusiones afecten a los niños si estos ven que hay un esfuerzo por encontrar una solución al problema, afirmó Mark E. Cummings, profesor de psicología de la Universidad de Notre Dame y director del estudio.
Se comprobó también que aquellos niños que habían presenciado una discusión pero no habían presenciado como se solucionaba presentaban niveles de cortisol más elevados que aquellos que sí la habían visto.
Los niños hacen lo que ven
Po Bronson, co-autor del libro "NutureShock," afirma que él y su mujer suelen discutir delante de sus hijos - un niño de 8 años y una niña de 5- para enseñarles que a pesar de que mamá y papá discuten, también se quieren y pueden llegar a un entendimiento.
Los niños imitan el comportamiento de los adultos y de esta forma les enseñamos que la vida no es de color rosa, que existen discusiones, pero que esto no implica que no podamos llegar a algún tipo de acuerdo, ni que no sintamos cariño por el otro. También les damos a entender que papá y mamá no son perfectos, que pueden cometer errores y que no pasa nada por ello.
De esta forma, podrán llegar más preparados a la vida real. Pudiendo ser capaces de salir airosos de una discusión.
Limitaciones al estudio
Para que presenciar una discusión nuestra sea de utilidad a nuestros hijos, esta tiene que discurrir de una forma tranquila, sin alterarnos en exceso. Por supuesto sin insultos ni menos precio a uno o a otro. Debe ser una discusión como si tuviéramos visitas en casa. Y sobre todo debemos procurar encontrar una solución, evitando dejar el tema para otra ocasión.
No todos están de acuerdo
No todo el mundo está de acuerdo con esta teoría, y así la psicóloga Ammanda Gummer está de acuerdo en que si mantenemos a nuestros hijos apartados de las discusiones no les estamos preparando para la vida real, pero hay que ser un poco sensatos y darnos cuenta que no siempre conseguimos mantener una discusión de forma correcta y desde luego hay veces en que no vamos a llegar a una solución satisfactoria para ambas partes. Esto, sumado a que muchas veces nuestros hijos no van a entender los matices de una discusión entre adultos, incluso cuando se produzca con la mejor de nuestras intenciones, lo que va a provocar que no solo no aprendan nada sino que se sientan perturbados y confusos.
No les va a ayudar demasiado si sólo ven como nos tiramos tierra o mamá se pone a llorar porque papá la ha hecho sentirse mal, afirma Ammanda.
También les vamos confundir si en un momento estamos tranquilos y al minuto siguiente empezamos a chillarnos. En ese caso lo mejor es dejar la discusión y volver sobre ella más tarde cuando estemos más tranquilos. Por eso, la doctora no es muy partidaria de que todas las discusiones se tenga que llegar a una solución en ese momento.
Sabemos, por estudios, que los bebés de un año son ya bastante sensibles a las discusiones de pareja por lo tanto no es un tema para tomar a la ligera.
Hay que ser realistas y tener muy en cuenta que una vez que se inicia una discusión no sabemos dónde va a terminar, ni cuáles van a ser las consecuencias. No sabemos como va a reaccionar la otra persona, por mucho que la conozcamos, ni si vamos a ser capaces de mantener las formas en todo momento. Por tanto, debemos tener en cuenta que nuestros hijos pueden presenciar situaciones que no van a entender o que les puedan incluso llegar a atemorizar. Esto es especialmente peligroso cuando sabemos que los argumentos van a tener una fuerte carga emocional y pueden hacer que la discusión suba de tono rápidamente", afirma Wendy Evans, de Family Lives.
Evans tampoco está convencido de que los niños no sepan enfrentarse a la vida real si no ven a sus padres discutir pues ya ven suficientes discusiones en los medios online y en la televisión.
Así que parece que la discusión está servida, ¿discutir delante de nuestros hijos, si o no?
Foto | Noella Choi en Flickr Vía | abc news