Por qué los padres nunca deberían azotar a sus hijos
Un azote, un golpe dado a un niño en las nalgas con la mano, es una forma habitual de disciplina que todavía se utiliza en niños a nivel mundial. Sin embargo, a día de hoy los azotes están prohibidos en 53 países y estados de todo el mundo.
El uso de los azotes ha sido un tema muy controvertido durante las últimas décadas y sus partidarios alegan que son seguros, necesarios y efectivos, mientras que los que se oponen afirman que son perjudiciales para los niños y violan sus derechos humanos de protección.
Somos dos investigadores académicos con una amplia experiencia en investigación y en ensayos clínicos en el campo del maltrato de menores. Nos especializamos en los efectos de los azotes y nuestro objetivo es llevar más allá el debate sobre este tema.
La investigación muestra claramente que los azotes están vinculados a una mayor probabilidad de secuelas negativas a nivel de salud, social y de desarrollo. Estas secuelas incluyen problemas de salud mental, abuso de sustancias, intentos de suicidio y problemas cognitivos. También cabe destacar que no existe ningún estudio científico que demuestre que los azotes sean beneficiosos para los niños.
Los estudios sobre los azotes
Hasta la fecha se han llevado a cabo cientos de estudios de calidad sobre los azotes con varios tipos de investigaciones. Con el tiempo, la calidad de dicha investigación ha mejorado hasta incluir mejores formas de medir los azotes, así como formas de investigación y métodos estadísticos más sofisticados.
Las pruebas científicas de estos estudios ha demostrado de forma constante que los azotes están relacionados con secuelas negativas para los niños.
Existen dos estudios de referencia al respecto dirigidos por Elizabeth Gershoff. En el primer estudio, publicado en 2002, se compararon y analizaron 88 estudios publicados durante los 62 años anteriores y llegaron a la conclusión de que los castigos físicos estaban vinculados al maltrato físico, a la delincuencia y a comportamientos antisociales.
En 2016 se publicó un meta-análisis actualizado donde se analizaron y compararon 75 estudios realizados en los 13 años previos. La conclusión de este análisis fue que no existen pruebas de que los azotes sirvan para mejorar el comportamiento de los niños y que los azotes aumentan el riesgo de 13 tipos de secuelas perjudiciales entre las que se incluyen la agresividad, el comportamiento antisocial, problemas de salud mental y relaciones negativas con los padres.
Ahora contamos con datos que claramente demuestran que los azotes no son una práctica ni segura ni efectiva. Obviamente esto no hace que los padres que hayan dado algún azote sean malos padres, simplemente en el pasado no conocíamos las consecuencias.
Creando estrategias de crianza positiva
Las pruebas de los últimos 20 años de investigación demuestran de forma constante que los azotes son perjudiciales. También existe un consenso cada vez mayor a nivel global sobre el derecho de que los niños sean protegidos y vivan con dignidad, tal y como se recoge en la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños y está dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para acabar con la violencia. En su conjunto, la principal recomendación es que no se debería recurrir en ningún caso a los azotes en niños o adolescentes.
Ahora lo importante es encontrar formas para ayudar a los padres a usar estrategias de crianza positivas que no requieran ningún tipo de acción física. La investigación ya ha demostrado que los programas de educación parental que están principalmente enfocados a no usar castigos físicos pueden tener éxito.
Algunas de las pruebas sobre los efectos positivos de la reducción de prácticas de crianza agresivas vienen de programas estadounidenses como la Terapia de Interacción entre Padre e Hijo (PCIT), Incredible Years (IY) o Nurse Family Partnership (NFP). Se está analizando la eficacia de otros programas diseñados para ayudar a las familias a nivel local y en entornos pediátricos.
Como investigadores, tenemos que replantearnos la forma en que investigamos, las preguntas que nos hacemos y los debates que llevamos a cabo, si queremos seguir avanzando en este campo y garantizar la seguridad y el bienestar de los niños. La revista científica Child Abuse & Neglect ha publicado un número especial que contiene un estudio propio y varios artículos de discusión con más estrategias. Está disponible gratis para todos sus lectores por un tiempo limitado.
Autoras: Tracie O. Afifi, profesora asociada de la Universidad de Manitoba y Elisa Romano, Profesora de Psicología Clínica, Universidad de Ottawa.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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