La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos ya alertaba de los peligros del humo de segunda mano (el humo que inspiran los fumadores pasivos) en 1991, unos 30 años después de que los científicos determinaran que fumar tabaco provoca cáncer. A día de hoy, un número cada vez mayor de investigaciones muestran un nuevo tipo de peligro para la salud.
Al igual que estar cerca de otras personas cuando fuman puede causar cáncer, enfermedades cardiovasculares, enfermedades pulmonares y otras dolencias, lo que yo llamo "tiempo ante las pantallas de segunda mano" podría ser un peligro para los niños.
Al no limitar su propio uso de los teléfonos móviles, los padres y otros cuidadores podrían estar haciendo de forma no intencionada que los niños se conviertan en adictos a las pantallas de los dispositivos.
Una adicción
Hace una década, la falta de voluntad (o quizás la incapacidad) de los estudiantes universitarios en mis clases de redacción para no mirar el móvil durante 50 minutos seguidos catapultó mi interés en el uso de las pantallas. Desde entonces mis estudiantes tienen cada vez más problemas a la hora de dejar el móvil, una tendencia que también ha ido a más fuera de mi aula.
Curiosa por el uso que hacían mis estudiantes del móvil, comencé a investigar la adicción a las pantallas y a hacer mis propias encuestas. Cerca del 20% de mis estudiantes habían utilizado la palabra "adicción" a la hora de describir sus hábitos en cuanto al uso del teléfono y muchos más habían expresado recelo en cuanto a su uso del móvil.
Aunque les animo a examinar sus hábitos, culpo menos a los estudiantes por su adicción a la tecnología que hace una década. Han aprendido este tipo de comportamiento de los adultos, en muchos casos desde su nacimiento.
Mirar Twitter delante de los niños no es lo mismo que echarles el humo del tabaco a la cara. Sin embargo, tanto los smartphones como los cigarrillos tienen algunas cosas en común: ambos son adictivos y ambos se convertido en extremadamente populares antes de que los científicos tuvieran tiempo de estudiar sus propiedades adictivas y sus riesgos para la salud.
De media, los adultos estadounidenses tocan sus móviles más de 2.500 veces al día. Según la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, es algo que se corresponde con la definición de adicción: "una condición en la que una persona se acostumbra al uso de una sustancia o de un comportamiento cuyos efectos gratificantes suponen un incentivo tan alentador como para continuar dicho comportamiento de forma repetida a pesar de los efectos perjudiciales".
Mientras que los investigadores continúan estudiando los efectos y el alcance del uso de los móviles, el consenso científico es que la adicción al móvil es real.
Objetos de deseo
¿Qué hace una madre o un padre cuando está cuidando a un bebé o cuando este se queda dormido sobre su pecho?
Puede que les dé por leer las noticias, mirar el correo, mandar un mensaje a los amigos o echar un vistazo a los grupos de padres de las redes sociales. Un teléfono o una tablet pueden ser la puerta de entrada al resto del mundo; al fin y al cabo, estar al cuidado de niños pequeños puede aislar a una persona.
Pero los niños, incluso los bebés, se dan cuenta de estos hábitos y ven cómo los padres acuden una y otra vez a ese objeto mágico con sus destellos y luces que hace sonidos y muestra imágenes en movimiento.
Investigaciones problemáticas
Algunos investigadores ya han encontrado relación entre un uso excesivo de las pantallas de los dispositivos, especialmente en cuanto al teléfono móvil, y el déficit de atención, los problemas de conducta, los trastornos del sueño, el detrimento de las aptitudes sociales, la soledad, la ansiedad y la depresión.
Investigadores del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati, en Estados Unidos, y del Centro Educativo de Neuroimagenología de Israel publicaron un estudio en la revista académica JAMA Pediatrics que se centraba en los riesgos conductuales-cognitivos de la exposición de los niños en edad preescolar a los contenidos en dispositivos móviles, entre los que se incluyen videojuegos, programas de televisión, páginas web y aplicaciones.
Los móviles son especialmente problemáticos, según el estudio, puesto que proporcionan un acceso móvil a todo este tipo de contenidos. Descubrieron que la exposición a las pantallas de los dispositivos impide la formación de los sistemas neurológicos involucrados en el desarrollo del lenguaje y en las aptitudes en cuanto a expresión y lectura.
Estos hallazgos también señalan otra consecuencia de un uso excesivo de las pantallas de los dispositivos, particularmente en niños pequeños. Teniendo en cuenta que un 96% de los estadounidenses tiene teléfono móvil, son muchos los bebés expuestos a las pantallas poco después del nacimiento y cada vez sabemos más sobre los riesgos de este tipo de exposición.
No hay duda que es muy difícil, por no decir imposible, establecer cuánto tiempo pasan los estadounidenses mirando a las pantallas teniendo en cuenta todos los diferentes usos que hace la gente de los dispositivos. Además, puesto que no todos los usos del móvil son igualmente buenos o malos para ti, algunos expertos piden la creación de un "Human Screenome Project", inspirado en el Proyecto del Genoma Humano, para evaluar lo que hacemos con nuestros dispositivos y establecer cuáles podrían ser las consecuencias.
Cerebros en desarrollo
Cuando los niños pequeños se ven expuestos a conductas nocivas en forma de hábitos, como puede ser fumar tabaco o los juegos de apuestas, tienen más probabilidades de caer en la adicción hacia esas mismas sustancias o comportamientos. Simplemente la exposición al tabaco de forma pasiva puede hacer que los niños sean propensos a la adicción al tabaco.
Aunque los científicos todavía no saben a ciencia cierta qué les ocurre a los niños que observan cómo sus padres usan el teléfono, existe una abundante evidencia científica de que los niños aprenden de los padres e imitan sus comportamientos. Si los niños ven a los padres hacer algo que no les está permitido, ese tipo de comportamiento no les parecerá malo o inadecuado y puede que se sientan tentados aún más a probar la "fruta prohibida".
Mi madre, fumadora durante toda la vida, fumó su primer cigarrillo cuando tenía 12 años. Una noche después de cenar, sus padres, ambos fumadores de varias cajetillas al día de tabaco sin filtro, se encendieron un cigarrillo y le dieron la cajetilla. Esto ocurría en los años 50 del siglo XX, antes de que se conocieran los efectos nocivos del tabaco.
Cuando le dio una calada, en vez de toser, sintió como si "se hubiera muerto y hubiera ido al cielo". Los padres de mi madre fumaban tan a menudo delante de ella que quería hacerlo y sabía exáctamente cómo.
Cuando veo a niños pequeños usar el móvil como si hubieran nacido usándolo, se me viene esta historia a la cabeza.
He visto a padres darles a sus hijos de dos años el iPhone para calmarles en un restaurante, al igual que mis padres a veces me sentaban delante de la tele para mantenerme ocupada. La diferencia reside en que yo no me podía traer la tele a la mesa o a ningún otro sitio.
John Hutton, un pediatra que investiga los efectos del uso del móvil, ha descubierto que aproximadamente un 90% de los bebés estadounidenses han sido expuestos a las pantallas de los dispositivos antes de cumplir un año y que no es raro que un bebé de dos o tres meses pase tiempo mirando la pantalla de un móvil.
Rompiendo los viejos hábitos
El cerebro humano sigue desarrollándose hasta que tenemos aproximadamente 25 años, así que el comportamiento de los adolescentes puede tener un impacto significativo y de larga duración. Las investigaciones apuntan a que el cerebro adolescente es especialmente proclive a la toma de riesgos, la imitación de las conductas en personas cercanas y la falta de control de los impulsos.
Entre eso y toda una vida idolatrando las pantallas de los dispositivos, no resulta sorprendente que muchos adolescentes sean incapaces de dejar el móvil.
Los estudiantes de mi universidad describen el silencio desconcertante y desalentador que ocurre cuando están a la mesa en el comedor del campus o en la habitación de otro estudiante y todo el mundo está ocupado con el móvil. Los teléfonos facilitan una cantidad incalculable de interacciones importantes para los estudiantes, especialmente con sus amigos y con la familia en sus ciudades de origen.
Pero para cuando llegan a la universidad, son capaces de reconocer y articular algunas de las cosas que echan de menos cuanto pasan tanto tiempo mirando las pantallas de los dispositivos. Son capaces de analizar sus propios hábitos e implementar algunos cambios si lo creen conveniente, pero tiene sentido que, habiendo crecido rodeados de toda la magia de la tecnología, ni siquiera se plantearían dejarla.
Sin embargo, ya tenga dos meses o dos años, un bebé no tiene esa capacidad. Teniendo en cuenta que el córtex frontal de un cerebro adolescente aún está en desarrollo, los adolescentes no son totalmente capaces de comprender o controlar los impulsos.
Puede que la mayoría de adultos tampoco sea capaz, pero si tenemos en cuenta que los adultos son responsables a la hora de definir las generaciones más jóvenes, deberíamos ser conscientes de los efectos "de segunda mano" de nuestro propio comportamiento.
Autora: Joelle Renstrom. Profesora de Retórica, Universidad de Boston.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón
Fotos | iStockphoto
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