La gestación del ser humano es un proceso complejo con un tiempo de duración determinado que no se debe forzar. Lo natural, y por ello lo más conveniente, es que el parto se desencadene espontáneamente, cuando se pongan en marcha por sí solos los mecanismos fisiológicos que hacen que comience el trabajo de parto.
Estos mecanismos tienen su razón de ser. Las hormonas segregadas por la madre predisponen mejor al bebé para su vida fuera del vientre materno, y además, su desarrollo se ve favorecido cada día que permanece dentro del vientre materno hasta el día en que decida nacer.
Bebés "a término"
Una gestación en condiciones normales dura entre 37 y 42 semanas. Si nace dentro de esas semanas, se considera un bebé nacido a término. Dentro de esta categoría se pueden distinguir tres subcategorías, según el momento en que se produjo el parto:
Los bebés nacidos entre las semanas 37 y 39 serán considerados "a término tempranos".
Los bebés nacidos entre las semanas 39 y 41 serán considerados "a término normales".
Los bebés nacidos entre las semanas 41 y 42 serán considerados "a término tardíos".
Por su parte, los bebés nacidos antes de la semana 37 son considerados prematuros, mientras que los que nacen con más de 42 semanas son considerados postérmino.
Pero, evidentemente, aunque en ambos casos sea considerado un bebé a término no es lo mismo nacer en la semana 37 que en la semana 42. Hay nada menos que cinco semanas de diferencia, un tiempo clave para el desarrollo del bebé.
Cada día dentro del útero cuenta
Aunque ya estén formados, hacia el final del embarazo, los órganos más importantes continúan desarrollándose y ensayando para funcionar por sí solos cuando el bebé nazca. El cerebro es uno de los que más cambia en las últimas semanas y se desarrolla mejor dentro que fuera del útero.
En el último trimestre, el cerebro multiplica por cuatro su tamaño. En la semana 35, por ejemplo, sólo pesa dos tercios de lo que pesará en la semana 39 o 40.
Por su parte, hacia el final del embarazo el bebé se encarga de acumular grasa que le permitirá regular mejor la temperatura en el exterior, así como de mejor el funcionamiento de los órganos y la maduración de los pulmones.
Cada día dentro del vientre materno es clave para el desarrollo del bebé. Nacer antes de la semana 39 está relacionado con mayores complicaciones respiratorias, auditivas, de visión o del aprendizaje, por nombrar algunas diferencias.
Los bebés nacidos antes de término tienen mayor riesgo de ictericia así como mayores dificultades para chupar y tragar. Aunque pueda parecer que no, incluso nacer días antes puede afectar su desarrollo.
Procesos fisiológicos que preparan al bebé
¿Qué desencadena el parto? El parto se desencadena por una conjunción de factores biológicos sincronizados entre la madre y el bebé. Un estudio reciente ha descubierto cuál es el botón de ON que pone en marcha el parto: una señal que proviene de los pulmones que comunica que estos ya están maduros y preparados para comenzar a respirar fuera del útero.
Cuando el bebé decide nacer, se ponen en marcha una serie de procesos hormonales beneficiosos para su salud. La respuesta hormonal de la madre lo prepara para nacer, haciendo que el bebé se vuelva receptivo para reconocer a su madre y al entorno, para favorecer lo que se conoce como el momento de impronta, que en el caso de los partos que no se desencadenan de forma natural se ve alterada.
Inducción, sólo en casos excepcionales
La inducción del parto, según la OMS debe limitarse a determinadas indicaciones médicas y en ningún caso debería ser mayor al 10% de los partos.
La inducción por medio de hormonas sintéticas como geles de prostaglandinas y/o oxitocina sintética y la cesárea electiva (sin razón médica de peso) no siempre son la mejor alternativa, pues las complicaciones que traen acarreadas pueden ser mayores. Conlleva mayores probabilidades de acabar en un parto instrumental o cesárea, por lo que debe limitarse a determinadas indicaciones médicas.
Mantenerse activa, pasear, bailar son actividades que favorecen el balanceo pélvico y contribuyen a ablandar el cuello del útero. Por su parte, estimular suavemente los pezones y mantener relaciones sexuales (siempre que no esté contraindicado) segrega la hormona oxitocina que estimula las contracciones uterinas.
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