Cuando nace un bebé se corta la vía de unión entre el recién nacido y su madre (el cordón umbilical). Si el ombligo es el recuerdo que nos queda en el exterior, ¿qué pasa en el interior de nuestros cuerpos?
Nuestro ombligo es un recordatorio para toda la vida de que una vez estuvimos conectados y dependíamos de nuestra madre mientras flotábamos como un pequeño astronauta en nuestro universo de líquido. A los humanos siempre nos ha fascinado el cordón umbilical, sobre todo el ombligo porque es la parte que permanece en nuestro cuerpo. Todavía existen interesantes tradiciones para celebrar y asistir durante la separación física del cordón umbilical, el que probablemente sea el primer juguete de un niño, puesto que a veces se les pilla jugando con él en las ecografías.
El corte del cordón umbilical es uno de los procedimientos quirúrgicos más comunes de hoy en día y es un proceso por el que casi todos los humanos hemos tenido que pasar. Una reciente investigación científica ha hecho que los expertos se replanteen cuál es el mejor momento para cortar el cordón umbilical tras el parto, pùesto que existen pruebas de que el recién nacido puede recibir hasta 80-100 mililitros más de sangre (casi un tercio de su volumen total) si retrasamos el proceso de separación del cordón umbilical en tres o más minutos. No solamente se trata de que reciban más sangre, sino que esta sangre adicional tiene un impacto positivo en el desarrollo del bebé.
El cordón umbilical está formado por una gran vena y dos arterias más pequeñas: la vena se encarga de transportar la sangre con oxígeno de la madre al bebé y las arterias transportan la sangre sin oxígeno y otros desechos en la sangre del bebé a la madre. El cordón umbilical forma parte de la placenta y no está conectado directamente al sistema sanguíneo de la madre.
La placenta actúa como un sistema de filtrado muy complejo y el cordón umbilical está inmerso en una sustancia mucosa conocida como la gelatina de Wharton que sirve para proteger los vasos sanguíneos de la compresión que se produce cuando el bebé se mueve o cuando nace, algo así como un airbag de la placenta. Por eso si el cordón está alrededor del cuello del bebé cuando nace no suele ser un problema (algo que pasa a menudo).
En algún momento tras el parto, el cordón umbilical deja de ejercer su función de transportar sangre entre la madre y el bebé. Una vez que se ha pinzado y cortado el cordón umbilical, el resto que queda en el bebé se ennegrece durante la primera semana de vida y acaba desprendiéndose por sí solo para dejarnos nuestro adorado ombligo.
Seguro que alguna vez ha salido el tema de conversación entre un grupo de amigos sobre quién tiene el ombligo “hacia dentro” o “hacia fuera” y durante el embarazo muchas mujeres observan de forma curiosa cómo cambia el ombligo conforme les crece la barriga. Hacemos bromas sobre las pelusas del ombligo y algunas personas se ponen un piercing para decorarlo, ¿pero acaso es algo más que un simple recordatorio de cómo llegamos al mundo?
Cuando el bebé nace y respira por primera vez, la sangre accede a los pulmones que hasta ese momento habían permanecido inactivos (estaban llenos de fluidos). Se produce un cambio asombroso en el sistema circulatorio del bebé cuando las dos arterias del cordón umbilical se contraen para parar el flujo de sangre a la placenta y la vena se cierra poco a poco.
En su parte interna, las venas y las arterias del cordón umbilical se cierran y forman ligamentos (tejidos conjuntivos resistentes) que dividen el hígado en secciones y permanecen en la parte interior del ombligo.
La parte de las arterias umbilicales más próxima al ombligo degenera en ligamentos que no tienen un uso real, aunque la parte más interna pasa a formar parte del sistema circulatorio y se encuentra en la pelvis donde transporta sangre a algunas partes de la vejiga, del útero y del conducto deferente (un conducto para el esperma en los hombres).
En raras ocasiones se establece un conducto que conecte directamente la vejiga con el ombligo, algo muy poco común que produciría fugas de orina a través del ombligo y que requiere intervención quirúrgica tras el parto.
¿Alguna vez has jugado con un dedo en el ombligo y has notado un cosquilleo en la zona de la vejiga y de la pelvis? Ahora ya sabes de dónde viene. Lo que una vez era una autopista de sangre de la madre al bebé, ahora son ligamentos y conexiones sanguíneas en otras partes internas de tu cuerpo.
Así que la próxima vez que alguien te diga que dejes de mirarte al ombligo le puedes contar lo interesante que puede ser.
Autor: Profesora de Obstetricia, Western Sydney University.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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