¿Tus hijos se pelean mucho entre ellos, o con otros niños? ¿Les cuesta escucharse cuando se hablan, o comunicarse en general...? Lo cierto es que, hay formas de "aprender a discutir" de forma saludable. Esto significa, básicamente, aprender a escucharse, argumentar y razonar en lugar de gritar y hablar al otro con respeto y asertividad; algo que no siempre es fácil.
Son cosas que muchas veces no hacemos, y los niños tampoco. Sin embargo, es algo que se puede trabajar a través de algunas claves que os damos. Si quieres que tus hijos discutan bien -y no como hacen los políticos- sin entrar en conflictos innecesarios y sintetizando la información importante, sigue leyendo.
Discutir bien implica escuchar antes de hablar
Cuando hablamos a discutir "bien" nos referimos a intercambiar opiniones, pensamientos y deseos con otra persona, con el objetivo de llegar a un punto en común, pero de forma respetuosa.
Los niños, cuando son pequeños, aún están aprendiendo a gestionar sus emociones, y es normal que a veces la rabia, el enfado o cualquier otra emoción les supere a la hora de discutir.
Si aún no han aprendido a gestionar esas emociones y a darles salida de forma sana, es normal que se enfaden fácilmente con otros niños, o incluso que tengan conductas como pegar, morder... Pero que sea "normal" no significa que esté bien o que no debamos hacer nada al respecto. Entonces, ¿cómo les ayudamos? Os damos algunas claves para empezar.
Claves para enseñar a los niños a discutir para llegar a acuerdos
1. Ir a lo importante
Es un poco cansado escuchar a alguien que constantemente se va por las ramas, que no centra el tema, que le cuesta sintetizar... ¿Os suena? Quizás os resuene con algún que otro político.
Por ello es importante que ellos aprendan a sintetizar y a ahorrarse la información que no es necesario decir para que el interlocutor entienda el mensaje. Esto de resumir lo podéis practicar juntos, por ejemplo viendo una película o leyendo un cuento y después resumiendo la historia.
Además, sintetizar ayuda a centrar el tema y por ende, a llegar a puntos en común sin dedicar demasiado tiempo a lo "menos importante".
2. Identificar un punto en común
Es importante que los niños aprendan a identificar en qué cosas sí están de acuerdo con su interlocutor, o qué puntos tienen en común con él, para poder relajar tensiones y que sea más fácil llegar a ese acuerdo con el otro. Se trata de intentar salirse de su propia opinión, escuchar y ver más allá.
Y es que muchas veces ocurre que, hay cosas en las que sí se está de acuerdo con el otro, pero el enfado del momento, o incluso el orgullo (o el no escuchar), no les deja ver esto.
3. Modular el tono de voz
Si los niños aprenden a modular su tono de voz y, sobre todo a adaptarlo y adecuarlo al contexto y a lo que quieren decir, será más fácil que discutan de forma sana. Así, aunque estén enfadados (una emoción totalmente válida), pueden aprender a modular su tono de voz para que la conversación no siga subiendo de tono.
4. No se trata de evitar el conflicto, sino de no dejarse llevar por él
También es importante recordarles este mensaje a los niños: que no pasa nada si se enfadan y entran en conflicto con otras personas; lo importante es no cegarse por ese enfado (perdiendo el foco de lo importante), o por la emoción en cuestión, y saber avanzar.
Deben recordar que el objetivo es llegar a un acuerdo donde ambas partes se sientan cómodas, y no crear y alimentar más confrontación. Y si no se llega a un acuerdo, al menos dejar de confrontar innecesariamente.
5. La importancia de escuchar
Para entender al otro es clave escuchar. Así que, transmítele a tus hijos el mensaje de que, para entender al otro, es imprescindible escucharlo. Antes de empezar a argumentar, es importante escuchar primero al otro. Escuchando a la otra persona se obtiene un montón de información sobre:
- Su estado anímico: ¿cómo está?
- Su opinión e información sobre el tema.
- Su negativa o apertura a cambiar de opinión.
- Si nosotros mismos podemos aprender algo de esa información (es decir, de su postura).
6. Tener la razón no es tan importante
Cuando se discute, en realidad no es tan importante "tener la razón". Ante disputas o momentos de tensión, puedes reflexionar después con tu hijo; ¿qué es más importante, ¿tener la razón o llegar a acuerdos?
¿Tener la razón o sentir tranquilidad? Ya que, muchas veces, el buscar tener la razón con insistencia y no obtenerla nos hace sentir frustración, además de que nos aleja de ese punto en común con el otro.
7. Reflexionar después de la discusión
Puedes también reflexionar con tu hijo sobre cómo ha sido la discusión que ha tenido ese día con X persona, a través de preguntas como:
- ¿Cómo te has sentido?
- ¿Te has sentido escuchado? Y tú, ¿has escuchado a la otra persona?
- ¿Qué podemos aprender escuchando a los demás?
- ¿Qué os ha ayudado a llegar a un acuerdo? ¿O qué os lo ha impedido?
- ¿Estabas tranquilo mientras hablabas, o te has puesto nervioso?
Preguntas de este tipo incitan a la reflexión y permiten a tu hijo obtener por sí solo (con tu guía) una manera de ir definiendo su forma de discutir. Además, le permite detectar aquellos "errores" que le alejan de tener una discusión sana.
8. Decir lo mismo pero de otra forma
También podéis utilizar ejemplos prácticos, sobre todo para potenciar la asertividad a la hora de discutir. Por ejemplo, si ves que tu hijo ha dicho alguna frase inadecuada o poco respetuosa, anímale a decir lo mismo pero esta vez, con respeto.
Por ejemplo, en lugar de decir gritando y peleando "¡tú no tienes ni idea de cómo me siento!", se puede decir lo mismo con otras palabras; "creo que no me entiendes, voy a intentar explicártelo mejor para que puedas comprenderme mejor".
Se trata de identificar este tipo de frases e ir proponiendo alternativas. Aquí la tarea (y el aprendizaje) será doble; por un lado, detectar las faltas de respeto, y por el otro, reformularlas con asertividad.
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