Hay una frase que escucho al menos una vez al mes, cuando no la escucho una vez por semana y no es otra que la que seguro escucháis muchos de vosotros, y que normalmente viene de parte de adulto que es, o al menos así lo cree, el más responsable. La frase no es otra que "No se quien es más niño, si tú o él" (Con "él" se refiere a mi hijo de cuatro años).
Y es que uno se pregunta muchas veces, ¿quienes son más niños, los padres o los hijos?
Dejar al niño que fuimos atrás
Al igual que muchos de vosotros, dispongo de muy poco tiempo al cabo del día para dedicarlo al juego. No me refiero a "acompañar" a mis hijos en sus juegos, sino a ser uno más de ellos. Normalmente seguimos siendo el adulto en el juego, estamos pendientes de que no se hagan daño, que respeten las reglas del juego, turnos, que no se peleen, etc. Pero, ¿cuantas veces nos olvidamos de que el juego no es sólo cosa de niños?
Se supone que crecemos y que entramos en un mundo lleno de responsabilidades, trabajo y obligaciones. Nos toca hacer de adultos, sea lo que sea que signifique eso y es como si la sociedad te obligara a enterrar ese niño que fuiste un día, se acabó, ya no hay sitio para él, es hora de crecer y convertirse en un hombre.
El problema es que ese niño es muy testarudo, tanto o más que nuestro pequeño de dos años y se niega a dejar sus juguetes, se niega a recoger e irse a la ducha y busca cualquier escusa para poder seguir jugando cinco minutos más.
La adaptación
Quizás ese niño que se aferra a nosotros en nuestra cabeza, se quede ahí y se gane a pulso su espacio, pero contra lo que no puede luchas es contra el inexorable paso del tiempo. Envejecemos y eso no podemos negarlo, no podemos hacer como que el tiempo no pasa por nosotros porque todos sabemos que no es cierto. Ese niño de antaño sigue dentro, pero su cuerpo ahora es de 40 y ya no estamos, al menos la mayoría de nosotros, para andar de rama en rama o similares.
Nuestra vida, en su mayoría, sedentaria pasa su factura. Pero si algo se le da bien al ser humano es adaptarse, y así hemos creado una gigantesca industria del juego a nuestro alrededor capaz de hacer realidad hasta el más raro de los deseos de ese niño-adulto. Pero quizás el bicho se nos ha ido de las manos y ya no sólo hace realidad nuestros sueños, sino que es capaz de manipularlos y hacer que sintamos como imprescindibles aquello que hasta hace unos años era totalmente superfluo.
Así ahora tenemos el mismo juguete desarrollado para edades diferentes y que a medida que vamos pasando por esas diversas etapas vamos renovando (y consumiendo) un nuevo juguete. Cuando somos pequeños nos basta el descansillo del portal para convertirlo en un campo de fútbol, o en un pequeño supermercado para jugar, luego crecemos y es cuando necesitamos polideportivos de miles de metros cuadrados o por el contrario dejar de jugar porque ahora esos juegos "de emulación" han pasado a ser muy reales y parece que ya no tiene mucha gracia jugar a peinar a nuestra madre o intentar disimular la calva de papá.
Nos hemos olvidado de lo más importante en el juego
Nos hemos olvidado de la imaginación. De esos polvos mágicos capaces de convertir un simple palo en un millón de cosas. Ahora nos dicen, "No te preocupes, no pienses, descansa. Ya lo hago yo por ti." ¿Qué quieres, un fusil para matar zombis? Yo te vendo uno y por un módico precio de un cuarto de tu sueldo te pongo los zombis en tu salón.
Seguimos teniendo las mismas necesidades que de niños
Seguimos queriendo ser superheroes, princesas, grandes deportistas o el más popular del barrio. Y hemos diseñado toda una maquinaria para hacerlo desde nuestro salón y bajo el más absoluto anonimato. Porque parece que nos dé vergüenza que nos vean jugando, es como si por convertirnos en niños durante un momento ya no fuéramos adultos de fiar para los demás.
Quizás en estos últimos días estemos volviendo a dejar salir al niño que desde siempre hemos reprimido. De siempre se ha procurado que los niños crezcan rápido y se conviertan en adultos de provecho, y quizás esto tenía sentido hace cien, doscientos o mil años, en una época en que un hombre con 40 años era ya un anciano y la esperanza de vida no era mucho más larga. Pero ahora vivimos mucho más, ya no es necesario tener adultos de 15 años y sin embargo seguimos con las mismas prisas para convertir a nuestros hijos en adultos.
Tenemos esa fijación porque se hagan independientes, que aprendan a hacer cosas útiles (para nosotros claro, ellos quizás no opinen lo mismo que nosotros ante aprender a planchar una camiseta) a ser "hombres y mujeres de provecho" que decían nuestros mayores y aún ahora lo seguimos diciendo. Pues sepan que una de las industrias más boyantes, es la industria del entretenimiento, que quizás eso de jugar a ser niños grandes no sea tanta pérdida de tiempo como pensamos.
Debemos cuidar a ese niño y seguir disfrutando con él, con nuestros hijos, dejar aparcado aunque sea por unos momentos a ese adulto en que nos hemos convertido. Volver a disfrutar de la inocencia por unos minutos.
Se puede seguir siendo niños grandes, sólo es cuestión de recuperar nuestra imaginación
Y para muestra os dejo el siguiente vídeo realizado por una pandilla de esos niños grandes que hemos estado hablando, cómo con un poco de imaginación podemos transportarnos a ese mundo dónde pasábamos las horas muertas de pequeños.
Y en vuestras casas, ¿quién es más niño, vosotros o ellos? ¿También revindicáis eso de volver a mancharse jugando?
Foto | Mr. Flinger en Flickr