El sueño infantil es uno de los aspectos que más nos preocupa a los padres desde que nuestros hijos son bebés. Al principio, es normal que los bebés tarden tiempo en adquirir unos patrones de sueño similares a los de los adultos, pues el sueño es un proceso madurativo que va evolucionando poco a poco. Pero con paciencia y rutinas de sueño, el niño irá adquiriendo hábitos saludables que contribuyan a su correcto descanso.
Ahora bien, ¿por qué a algunos niños les cuesta tanto irse a dormir? ¿Qué debemos hacer los padres para ayudarle a conciliar el sueño sin enfados ni dramas?
¿Por qué le cuesta tanto irse a la cama?
Quizá tu hijo sea uno de esos niños a los que les cuesta especialmente irse a dormir y siempre encuentra algo mejor que hacer. O puede que tengas un peque que hasta el momento dormía bien, pero de pronto haya comenzado mostrar su disconformidad cuando toca irse a la cama.
¿Qué puede estar pasando? ¿Por qué algunos niños evitan el momento de irse a dormir?
Lo cierto es que pueden ser muchos los motivos que expliquen esta actitud, pero vamos a enumerar las situaciones más frecuentes y daros algunos consejos para hacer frente a ellas.
1) Todavía no ha anochecido completamente
En verano aumentan las horas de luz y anoche más tarde. Por eso, aunque queramos mantener con los hijos las mismas rutinas y el mismo horario de sueño que aplicamos durante el resto del año, es probable que surjan conflictos, especialmente a medida que van creciendo.
Es normal que los niños se opongan a irse a la cama cuando fuera todavía no ha anochecido completamente, y mucho más si escuchan ruido en las calles, movimiento y voces.
- ¿Qué hacer?
Las rutinas de sueño son importantes y saludables, y los niños necesitan dormir las horas adecuadas a su edad. Además, muchos peques acuden a campamentos urbanos o multiaventura que no solo implican tener que madrugar al día siguiente, sino que también suponen cierto desgaste físico, por lo que es necesario descansar correctamente.
Por eso, debemos continuar llevando a cabo las mismas rutinas de sueño, aunque podemos flexibilizar ligeramente la hora de ir a la cama, aunque siempre asegurando su correcto descanso.
2) Quiere seguir jugando
Tener que interrumpir el juego para ir a la cama no es agradable, y por eso muchos niños lloran y se frustran cuando toca dejar aquello con lo que tanto se están divirtiendo para ir a dormir.
- ¿Qué hacer?
Entendiendo la situación y empatizando con lo que siente el niño, hablaremos con él y le explicaremos la importancia de ir a dormir para estar descansado y poder seguir jugando al día siguiente con más energía e imaginación.
Podemos proponerle que escoja un juguete y se vaya a la cama con él, o explicarle que a través de los sueños también es posible seguir jugando y recreando escenas que quizá le sirvan de inspiración cuando se ponga de nuevo a jugar.
3) Tiene miedo
Quizá tu peque esté atravesando una etapa de miedo a la oscuridad, pesadillas o terrores nocturnos. O puede que haya visto algún vídeo que le haya impactado y que unido a su pensamiento mágico le haga creer que hay monstruos bajo su cama.
En estos casos, separarse de mamá y papá para ir a dormir le provoca estrés y ansiedad, y por eso evita el momento de hacerlo.
- ¿Qué hacer?
Es importante no enfadarse con el niño ni minimizar sus miedos, y atender en todo momento sus necesidades emocionales. Podemos ayudarnos de recursos como los cuentos, o accesorios como lamparitas quitamiedos. Pero en cualquier caso es fundamental que el niño sepa que puede acudir a sus padres cuando lo necesite.
4) No tiene sueño
Podría ocurrir que simplemente el niño no quiera irse a dormir porque no tiene sueño. Quizá haya sido un día especialmente divertido para él y le cueste "desconectar", o puede que haya dormido siesta por la tarde y eso le haya afectado.
A algunos niños les sucede el fenómeno contrario, y a pesar de tener mucho sueño no logran conciliarlo, e incluso parecen estar especialmente "activos" y llenos de energía.
- ¿Qué hacer?
Debemos procurar que el niño se relaje bajando su ritmo de actividad. Por ejemplo, podemos leerle un cuento, darle un masaje, escuchar música relajante, hacer ejercicios de respiración consciente...
En definitiva, se trataría de trasladar al niño de un estado actual de euforia y actividad, a un estado de calma que le permita conciliar el sueño.
5) Tiene una necesidad que no está sabiendo comunicar
Quizá tu hijo tenga una determinada necesidad, preocupación o pensamiento que ocupe su mente pero no sepa transmitirte, lo que puede provocar ansiedad o inquietud que afecten al momento del sueño.
También la euforia o los nervios por algo que va a suceder (por ejemplo, irse de vacaciones, hacer algún plan especialmente divertido...) pueden afectar a la calidad del sueño.
- ¿Qué hacer?
Es importante conectar con nuestro hijo y tratar de averiguar qué le puede estar ocurriendo, pues en muchas ocasiones, detrás de una conducta infantil que altera especialmente a los adultos, se esconde una necesidad física o emocional que ha de ser atendida.
Mención especial merecen ciertas situaciones sensibles que podrían alterar emocionalmente al niño, como la llegada de un hermanito, el fin del colecho o el paso de la cuna a la cama, por poner solo algunos ejemplos.
6) Quiere pasar más tiempo con nosotros
Muy relacionado con el punto anterior estaría la necesidad del niño de pasar tiempo con papá y mamá, lo que le puede llevar a evitar el momento de ir a dormir.
Esta situación podría darse, por ejemplo, si nuestro peque nos ha visto poco a lo largo del día, o si a pesar de estar presentes físicamente no hemos conectado lo suficiente. Esto hará que al llegar la noche y vernos más relajados o libres de actividad, nuestro hijo desee jugar con nosotros o reclamar nuestra atención de múltiples maneras, en lugar de irse a la cama.
- ¿Qué hacer?
Debemos ser sinceros con nuestro hijo y explicarle los motivos por los que nos ha resultado imposible pasar con él/ella el tiempo que nos hubiera gustado durante el día.
Además, y dado que ya es hora de dormir y ambos tenemos que descansar, podemos idear juntos planes para hacer al día siguiente (¡y debemos cumplirlos, así que no prometamos nada si no vamos a ser capaces de llevarlo a cabo!).
Para acabar el día logrando esa conexión que nuestro hijo echa en falta, podemos contarle un cuento de forma consciente, cantarle una canción, darle un masaje, tumbarnos a su lado hasta que se duerma...
Otras cosas que puedes hacer para ayudar a tu hijo a conciliar el sueño
Además de todo lo mencionado, hay otras cosas que puedes hacer para ayudar a tu hijo a afrontar de forma positiva el momento de ir a la cama:
- Asegúrate de que el niño no juega ni utiliza pantallas antes de dormir.
- Propiciar el ejercicio físico durante la tarde, desde jugar en el parque, hasta bañarse en la piscina o hacer algún deporte. Las actividades al aire libre mejoran la concentración, la salud cardiovascular y la respiratoria, además de relajar a los niños y propiciar su descanso nocturno.
- Cenar de forma nutritiva pero ligera, e intentar no llevarles a la cama con el estómago lleno.
- Bajar las persianas para evitar que la luz exterior les impida conciliar el sueño o les despierte demasiado pronto.
- La habitación debe encontrarse a una temperatura de entre 20-22 grados de media. En ocasiones, y dependiendo de la orientación que tenga el dormitorio esto se consigue simplemente bajando las persianas para evitar que el sol entre durante el día. Pero si esta medida no fuera posible, se puede refrescar el ambiente utilizando aire acondicionado que debéis apagar cuando los peques se vayan a la cama.
- A pesar de estar de vacaciones, debemos procurar mantener unas rutinas de sueño coherentes y adecuadas a la edad del niño, aunque es posible flexibilizarlas según la situación.