Cuando eres padre (o madre) es habitual que algún conocido o amigo, que ya ha sido padre hace unos años te diga: “Aprovecha todo lo que puedas, que los niños crecen muy rápido”. El consejo viene a decir que debemos tratar de vivir con intensidad cada momento con nuestros hijos porque el día que menos te lo esperes, te darás cuenta de que han crecido, de que ya no te necesitan tanto como antes y, lo que es peor, que te has perdido muchas cosas de una infancia que ya nunca volverá.
De esta frase me he acordado al mirar durante un rato la viñeta de Frato que encabeza esta entrada. En ella podemos ver a una niña jugar con una muñequita bastante rudimentaria, imaginando su papel como madre, cuidándola, alimentándola y recibiendo su amor.
A continuación unas manos adultas (esas que suelen “cargarse” la infancia y la creatividad de los niños a pasos agigantados) regalan a la niña una nueva muñeca, tan avanzada, que hasta habla y dice “mamá”. Es tan sofisticado el juguete que la niña acaba por aburrirse y por darse cuenta de que con esta nueva muñeca no hay lugar para la imaginación.
Esta es la lectura rápida que se extrae de la imagen, sin embargo creo que se puede sacar una segunda lectura, si nos ponemos en el lugar de la niña-madre, que disfruta y es feliz en su papel de cuidadora, haciendo feliz la infancia de la niña que necesita de sus cuidados en todo momento y que lo agradece con una respuesta de amor: “mamá, te quiero mucho”.
Al mirar a la imagen de la derecha, observamos que la niña-muñeca ha crecido, ha evolucionado, ha dejado atrás una etapa de dependencia total para dejar paso a otra etapa con un tipo de dependencia diferente y con una autonomía antes impensable. Ahora camina, se mueve, es capaz de hacer cosas por sí misma y la madre se da cuenta de que su papel ha cambiado mucho.
Quizás disfrutaba más antes, cuando la niña era más pequeñita, quizás se da cuenta de que hace un rato jugaba con una niña-muñeca con la que disfrutaba y ahora observa, que casi sin darse cuenta, la niña-muñeca ha crecido tanto que ahora apenas la necesita. Dicho de otro modo, la niña-madre de la segunda viñeta se da cuenta, de repente, que la infancia de su hija imaginaria ha desaparecido de repente observando que su niña, aquella que sonreía cuando comía en sus brazos, aquella que necesitaba sus caricias para cerrar los ojos en la noche y aquella cuyas carcajadas de felicidad pura contagiaban a cuantos la oían se ha transformado, casi sin darse cuenta, en una niña autónoma que ya no necesita tanto a mamá (o la necesita de otro modo) y que ya ha crecido, así, en un suspiro, perdiéndose gran parte de su infancia.
Tiempo en cantidad, y no sólo de calidad
Hemos hablado muchas veces de lo importante que es para los niños pasar tiempo con sus padres, ya sea considerado de calidad o no. Son muchos los autores que están mostrando que los primeros años de vida son de vital importancia en el desarrollo emocional de los bebés y por eso se está luchando con el fin de conseguir bajas (p)maternales más largas y por ofrecer a los niños más tiempo con sus padres.
Siempre que hablamos de ello lo explicamos en términos de “lo que necesita un niño”, sin embargo pocas veces entramos a valorar qué es lo que necesitan los padres y, curiosamente, los padres tienden a tener algo en común cuando los niños tienen varios años: se han perdido muchos momentos de la infancia de sus hijos y se dan cuenta, de pronto, que nunca los podrán volver a vivir, ya que la vida sólo da una oportunidad.
Como padre que trabaja, no puedo más que lamentar la cantidad de horas en que no sé qué están haciendo mis hijos, a qué están jugando, qué están pensando, por qué están llorando o por qué están sonriendo. No puedo hacer otra cosa, así que lo que intento es tratar de “estar” cuando sí estoy con ellos.
“Aprovecha todo lo que puedas, que los niños crecen muy rápido”
Por todo lo comentado transcribo el consejo que me suelen dar a mí (que muchas veces viene de personas que vuelven a caer en el mismo error cuando vuelven a ser padres – pero esto es otro tema) y lo ofrezco para todo el que quiera seguirlo: Aprovecha todo lo que puedas, que la infancia pasa muy rápido.
Compartir juegos, risas, frustraciones, llantos, alegrías y aburrimientos, aprendizajes y momentos de crecimiento. Compartir el día y la noche, abrazos y caricias, consuelos y diálogos y en definitiva hacerles partícipes de nuestras vidas, siendo nosotros partícipes de las suyas.
Igual que no puedo imaginar un momento más triste que aquel abuelo que decide hacer balance de su vida y se da cuenta de que ha dejado demasiadas cosas por hacer, no puedo ni quiero imaginar llegar a un momento en que, como padre, me de cuenta de que mis hijos han crecido y yo no he estado ahí para verlo.
Imagen | Sin que sirve de precedente (Frato)
Foto | Flickr – normalityrelief
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