Hoy en día todo va muy rápido; todo es inmediato, queremos algo y lo tenemos a golpe de clic. Nos hemos acostumbrado a tener las cosas a nuestro alcance de forma rápida, a recompensas rápidas, a placeres inmediatos pero efímeros.
Y esto puede ser peligroso, porque nos impide conectar con el valor del esfuerzo, o con darnos cuenta de que, efectivamente, hay cosas que siguen costando y por las que debemos esforzarnos (y mucho), así como comprometernos.
Todo esto lo podemos aplicar a la crianza. ¿Realmente se están acostumbrando, los niños y adolescentes, a tenerlo todo rápido y sin esforzarse? ¿Qué hay entonces de la cultura del esfuerzo? Reflexionamos sobre cómo cultivar esta cultura en los hijos a través de ideas y ejemplos prácticos.
¿Qué es la cultura del esfuerzo aplicada a la crianza?
La cultura del esfuerzo tiene que ver con la idea de que las cosas, los objetivos o las metas personales se consiguen a través del esfuerzo, el sacrificio y la perseverancia.
Es esta idea de que es necesaria la tenacidad y la perseverancia para tener éxito. Aplicada a la crianza, esta filosofía de vida propone enseñar a los niños a adaptarse a las situaciones difíciles, a asumir responsabilidades, a comprometerse con las cosas y sobre todo, a esforzarse y ser constantes para conseguir aquello que desean, aquello en lo que creen.
Promueve la idea de que, las cosas requieren esfuerzo, y que esto (ese esfuerzo) es tan importante (o más) que la victoria o el éxito. Ofrecemos nueve claves para educar a través de ella pero teniendo en cuenta siempre que debemos ser flexibles, y que habrá cosas que serán más sencillas para ellos (que no requerirán tanto esfuerzo), y que tampoco pasa nda.
Nueve claves para educar en la cultura del esfuerzo
1. Anímales a reflexionar sobre el valor de las cosas
Reflexiona con él sobre ciertas cuestiones. La reflexión es un aspecto clave para que pueda desarrollar su sentido crítico. Por ejemplo, podéis hablar sobre la diferencia entre el precio y el valor de las cosas (¿qué es cada cosa?), sobre cuánto cuestan las cosas, sobre qué piensa él que significa esforzarse, sobre las dificultades que tiene a la hora de perseverar...
Reflexionar sobre todas estas cuestiones le ayudará a ser más consciente de que, para llegar a un objetivo, hace falta esforzarse, y que los logros no caen del cielo.
La suerte puede ayudar, pero si a esa suerte no le añades una dosis de esfuerzo, será difícil conseguir lo que uno se proponga.
2. Permite que se aburran
Los niños deben poder aburrirse sin que pase "nada". Es bueno para ellos, porque el aburrimiento les lleva a buscar soluciones, a poner en práctica su imaginación y ser más creativos, a conectar con lo que desean hacer...
Es decir, necesitan un espacio para, simplemente, ser e imaginar, porque este espacio de introspección les ayudará a empezar a saber qué quieren y también, a desarrollar estrategias para tolerar la frustración.
3. Educa a través del ejemplo
Nuestro ejemplo es importante para los niños, porque les muestra un camino, una forma de obrar. Por ello, podemos educar desde el ejemplo a través de nuestra actitud ante la vida.
Si queremos cultivar en ellos la cultura del esfuerzo, pongamos ilusión en las cosas (incluso, en aquellas pequeñas), entusiasmémonos, esforcémonos por lograrlas, valorémoslas. De esta forma les contagiaremos nuestra voluntad, nuestro optimismo y nuestra energía.
4. Celebrar los logros y mostrar el aprendizaje tras el fracaso
Cuando tu hijo logre algo, aunque sea algo aparentemente "pequeño" o "sin importancia", celébralo con él. Y si no logra eso que se había propuesto, o si se equivoca, muéstrale también el aprendizaje tras ese fracaso, las herramientas que ha adquirido esforzándose por conseguir su meta.
Por ejemplo: no logró terminar la carrera a la que se apuntó con el tiempo que se había propuesto, pero aprendió a ser disciplinado preparándose dicha carrera.
5. Fomenta su independencia
La independencia es clave para cultivar la cultura del esfuerzo. Fomentar la independencia en los niños es animarles a probar las cosas por ellos mismos, a equivocarse, espabilarse y aprender. Así, se trata de no hacérselo todo a los hijos.
Dejarles asumir responsabilidades acordes a su edad. A través de ello, les transmitimos el mensaje de que deben ser ellos mismos quienes se esfuercen por conseguir aquello que desean. Eso sí, también deben saber que siempre podrán pedir ayuda cuando la necesiten.
6. Enséñales a tener objetivos e ilusiones
Tener objetivos, ilusión y motivación, es el motor del deseo. Así, para que esos sueños se materialicen, son necesarias dos cosas básicas: 1. encontrar la motivación y concretar objetivos y 2. ponerse a trabajar en ello (esforzarse). Si la primera parte ya la tenemos conseguida, a través de objetivos definidos (y sobre todo, realistas), los niños estarán más cerca de la segunda.
¿Cómo lo hacemos? Si por ejemplo nuestro hijo nos dice que le gusta el deporte, le animaremos a encontrar un deporte que le guste, y a que, una vez en él, se plantee pequeñas metas. Por ejemplo, mejorar su marca personal, aprender a hacer un mejor saque, patinar mejor... todo dependerá del deporte en cuestión.
7. Que se sientan orgullosos de su esfuerzo
Esto no siempre es fácil de conseguir, sobre todo en niños más perfeccionistas y autoexigentes. Pero se puede trabajar. Por ejemplo, animándoles a cuantificar cuánto les ha costado conseguir su meta (en cuestión de tiempo, nivel de esfuerzo, renuncias...), para ser conscientes de ello.
Que lo concreten. Y que se refuercen por ello. Debemos hacerles ver que esforzarse por las cosas es un mérito, y que no todo el mundo es capaz de hacerlo. Son muy valiosos solo por eso.
8. Evita la sobreprotección
Evita criar a tu hijo entre algodones y sobreprotegerle. Para aprender que las cosas requieren esfuerzo y sacrificio, debe pasar por ello.
No trates de evitarle todo el tiempo el malestar o el sufrimiento, porque precisamente pasarlo mal a veces le servirá para desarrollar la resiliencia. Deja que se frustre, que se equivoque, porque esto le ayudará a desarrollar una buena tolerancia a la frustración.
9. Permíteles vivir las consecuencias de no esforzarse
Esto es especialmente importante. Al igual que hemos de procurar que reconozcan sus esfuerzos, también lo es que sean conscientes de lo que implica no esforzarse (no podemos ni debemos evitarles esto).
Si por ejemplo no estudian para un examen, vivirán las consecuencias de ello (por ejemplo, suspenderán), o si se proponen actuar en la obra de teatro de la escuela, pero no se esfuerzan por aprenderse el texto, tampoco podrán participar en ella.
Así, no se trata de castigar, ni mucho menos, sino de hacerles conscientes de las consecuencias de sus actos, para que puedan responsabilizarse de ellas y entender que hay muchas cosas que solo dependen de ellos.
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