Ya lo dijimos en el primer post de la serie: por “práctica de crianza” íbamos a ver actos muy diferentes, con un punto en común, la polémica que suscitan entre padres y madres con distintos puntos de vista cuando hablamos de ellos.
Me cuesta situar entre las prácticas de crianza el pegar a un niño, pero por desgracia, ateniéndonos a lo que significa este concepto (actividades, costumbres para criar, instruir, educar, cuidar a los hijos), ésta es bastante habitual. Ahora bien, nos tendríamos que limitar a algunos sentidos de “crianza” o “criar”, y ni siquiera. Porque, ¿alguien diría que pegar un cachete es “cuidar” a un niño?
Pegar a un niño no es criar ni educar, no es cuidar, de hecho en muchos países, como en España, está considerado delito, aunque aún mucha gente lo desconozca, y no debería existir el debate o la controversia al respecto. Existen campañas institucionales y de las organizaciones que velan por la infancia para procurar que en las distintas sociedades se erradique esta forma de maltrato a los niños.
Sin embargo, y lo vemos cada vez que tocamos el tema en el blog, muchos padres consideran que un azote, un cachete, una manotada, una nalgada a tiempo sirve para educar, e intentan defender la inocuidad para el niño o los resultados positivos en distintos casos.
Pero hemos visto sobradamente las consecuencias negativas que un azote puede causar, no sólo a nivel físico sino emocional. Pegar no es una buena manera de educar, es un recurso desesperado en muchas ocasiones que nos anula como padres y como pilares a los que los niños han de agarrarse para crecer.
Uno de los argumentos que se suele esgrimir para defender el cachete es que no es maltrato. Que no es una paliza. Pero, el límite entre un bofetón y maltrato dónde está, quién lo pone. De momento, la ley en muchos países ya señala que son lo mismo. Y, si el “simple” cachete o bofetón se lo diéramos a un adulto, ¿lo aceptaríamos?
Yo desde mi punto de vista quiero remarcar que el azote, el cachete, el manotazo, y, más allá, el grito (el maltrato verbal) o el chantaje, no enseñan absolutamente nada más allá del miedo. Confunden a un niño que ve cómo la persona que más quieren le hace daño. Y nos dejarán sin argumentos cuando ante cualquier situación (incluso, cuando nos peguen a nosotros en sus rabietas) les digamos “No se pega”.
El cachete sigue siendo una práctica habitual muy controvertida (reconocida u oculta, ocasional o continuada) que ojalá poco a poco deje de suscitar tantas opiniones encontradas para dirigirnos todos al mismo fin: el diálogo, la comunicación en positivo, la paciencia, la comprensión y el respeto son los pilares que habrían de regir la crianza de nuestros hijos. Sin excusas ni excepciones.
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