Cuando ya falta muy poco para dar a luz, unos quince días para salir de cuentas, tu ginecólogo te pide una monitorización, esta es una prueba que mostrará con más fiabilidad el bienestar de tu bebé.
Te piden que te tumbes boca arriba en una camilla y te colocan sobre el abdomen dos cinturones, cada uno tiene una misión, uno es para fijar un emisor/receptor de ultrasonidos que podrá captar los latidos del corazón de tu pequeño. El otro cinturón llevará un sensor para controlar las posibles contracciones imperceptibles para ti.
Todos los datos recogidos por los sensores quedarán registrados en una tira de papel de igual forma que sucede con un electro, un escáner, etc. Lo importante en esta prueba es que tu bebé se mueva, ya que los datos serán mucho más claros a la hora de interpretarlos tu ginecólogo. En algunas sesiones de monitorización, el bebé puede estar medio dormido, entonces la monitorización se alarga hasta que el bebé dé un determinado número de movimientos para así poder realizar el control, en algunas ocasiones, la matrona te puede aconsejar que te comas un caramelo, ya que el azúcar anima al bebé y se mueve. Aunque también puede ser que te digan “nada, que no quiere” y tengas que irte a dar un paseo y volver un rato más tarde
También utilizan la monitorización durante el periodo de dilatación y expulsión, ya que garantiza el poder saber si hay sufrimiento fetal a causa del número de contracciones y su intensidad. Los latidos del corazón del bebé durante un parto se comprenden entre 120 y 160 latidos por minuto, en caso de no ser así, es posible que acorten el periodo expulsivo para que el bebé no tenga problemas.
Los controles de monitorización son muy importantes antes del parto, pero también son muy importantes durante el parto, ya que gracias a él se conoce en todo momento el estado del bebé.
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