Definitivamente ha llegado el frío y con él las enfermedades respiratorias más frecuentes en los pequeños como constipados, catarros, gripes, bronquiolitis o más graves como la neumonía.
Está claro que no podemos evitar el contagio de estas enfermedades, especialmente cuando el niño está a diario en contacto con otros niños, pero lo que sí está en nuestras manos es la posibilidad de disminuir el riesgo de que enfermen.
La bronquiolitis, producida por el virus sincitial respiratorio, es en esta época el motivo más frecuente de hospitalización en los niños menores de dos años, mientras que las infecciones por el virus parainfluenza son responsables de la mayor parte de las laringitis en niños menores de cinco años y el adenovirus de hasta un 10 por ciento de las infecciones respiratorias en los más pequeños.
Pero, ¿qué podemos hacer para aumentar las defensas de nuestros hijos frente a los virus respiratorios?
Una buena alimentación es clave para prevenir enfermedades. Buena, no significa mucha, sino variada. Por eso, los neumólogos recomiendan incrementar las raciones de verduras y frutas en la dieta de los pequeños en invierno, especialmente de los cítricos ricos en vitaminas A y C como la naranja y la mandarina. No obstante, algunos estudios demostraron que la vitamina C en realidad no cura ni previene los resfriados.
Es importante también que los niños se laven las manos con frecuencia y que lo hagan “a consciencia”, es decir por ambos lados de la mano y durante al menos un minuto. Antes de comer y cada vez que entren a casa deberían lavarse las manos. Con los cuidados especiales sobre la gripe A en la mayoría de las casas hay geles antisépticos, no está demás que cada tanto se echen una gotita.
Dentro de lo posible, debemos evitar el uso común de juguetes y sobre todo de que no compartan utensilios como vasos, platos y cubiertos o que se den de comer los unos a los otros, algo bastante común en los niños. Por supuesto, todos estos utensilios deben ser lavados cuidadosamente.
El frío que hace últimamente obliga a tener las calefacciones a tope, pero esto reseca el ambiente y las vías respiratorias. Se recomienda mantener la casa templada pero no como si fuera el averno para permitir que el organismo utilice sus propios mecanismos reguladores de adaptación al frío. Y para contrarrestar la sequedad ambiental podemos utilizar un humidificador en la habitación del bebé.
En la medida en que podamos, es preferible evitar recintos cerrados y muy concurridos y los cambios bruscos de temperatura, así como ventilar las habitaciones unos minutos cada día.
Vía | Europa Press
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