Los bebés exploran con la boca todo su entorno, y no es infrecuente que desde temprana edad mordisqueen aquello que se pone a su alcance. Pero a partir de los 12-18 meses, el niño que muerde ya no lo hace con el afán de explorar, sino como manifestación de sus sentimientos o deseos.
No en vano, entre el primer y tercer año de vida son muchos los peques que atraviesan esta fase, provocando un gran desconcierto entre los padres que no saben cómo actuar para frenar este comportamiento y evitar las consecuencias que puede tener para otros niños o incluso para los propios adultos.
Si ahora mismo te encuentras en esta situación, te explicamos los motivos por los que los niños pequeños muerden y qué podemos hacer para solucionarlo.
¿Por qué muerden los niños?
Antes de analizar qué podemos hacer para evitar que nuestro hijo pegue o muerda, es importante conocer las causas que le llevan a actuar de esa manera, pues solo así lograremos ayudarle a responder de otra forma ante los estímulos desencadenantes de la agresión.
1) No poseen habilidades sociales para solucionar conflictos
A partir del primer año, el bebé empieza a entender que hay otras personas además de ellos mismos y sus figuras de apego, y comienzan a mostrar hacia éstas un ligero interés.
Esto hará que se acerquen a otros niños mientras juegan, pero no con la intención de jugar con ellos, sino de jugar en compañía. Es lo que se denomina "juego el paralelo".
Poco a poco irán desarrollando su socialización, aunque no será hasta los tres años cuando comiencen a interaccionar de verdad con otros niños, a jugar juntos, resolver pequeños conflictos y empatizar con las necesidades del otro.
Es decir, entre el primer y tercer año el niño no posee ni lenguaje ni habilidades suficientes para relacionarse o comunicarse con otros niños, por lo que es habitual que muerdan, peguen o empujen cuando quieren conseguir un juguete, proteger algo que es suyo o defenderse si se sienten amenazados.
2) Muerden para expresar una emoción
Además de morder como forma de defenderse o solucionar un conflicto, los niños también pueden tener este comportamiento para expresar emociones como la rabia, la frustración, el enfado, el miedo o el nerviosismo.
Todas estas emociones son especialmente fuertes y difíciles de canalizar cuando no se dispone de las herramientas sociales necesarias para ello. De ahí que expresen su malestar a través de agresiones o mordiscos a sus iguales, o a sus padres o cuidadores.
Pero también puede ocurrir lo contrario, y morder como una forma de expresar nerviosismo, emoción o felicidad ante una situación nueva o que le provoque fuertes emociones "positivas" (por ejemplo, cuando el niño muerde a su abuelo porque se siente especialmente emocionado con su visita).
3) Muerden por curiosidad
Los niños pequeños también pueden morder a otro niño o a un adulto por curiosidad. En este caso no se están peleando ni se sienten provocados o frustrados, sino que simplemente desean saber qué ocurre si en lugar de morder sus peluches o juguetes, muerden a una persona. Es decir, están explorando la relación causa-efecto (mordisco-reacción de la persona).
Este es también uno de los motivos que explicarían por qué algunos bebés lactantes muerden el pezón mientras son amamantados.
4) Llamada de atención
Los niños son grandes observadores y enseguida se dan cuenta de que morder genera un gran revuelo en las personas que están a su alrededor, que rápidamente dejan lo que están haciendo para atender la situación.
Esto podría hacer que el niño utilice el mordisco como una llamada de atención, tanto en el colegio cuando muerde a otros niños (morder se convierte en un comportamiento efectivo para acaparar la atención exclusiva de la maestra), como en el ámbito familiar, cuando muerde a sus hermanos o incluso a papá o mamá.
5) Actúan por imitación
A veces también puede ocurrir que el niño se relacione con otros peques que muerden y pegan, por lo que simplemente acaba imitando dicho comportamiento.
Cuando los niños adquieren pleno desarrollo del lenguaje este tipo de conductas suele desaparecer, pues poder expresar con palabras lo que sienten, piensan o quieren, les permite mejorar la convivencia y solucionar los conflictos de manera respetuosa.
Si es posible, intenta anticiparte a los hechos observando estos signos
Si el comportamiento del niño no es esporádico y morder es una conducta que repite con cierta frecuencia, podemos intentar anticiparnos a la situación antes de que ocurra.
Para ello, es necesario que recabemos todo tipo de detalles y variables que nos ayuden a entender por qué lo hace y qué momentos o situaciones son más sensibles.
Por ejemplo:
- ¿En que momento del día el niño muerde más? ¿Lo hace por la mañana o por la tarde?
- ¿Qué actividades propician especialmente este comportamiento en el niño? (actividades grupales, sucede cuando el niño está solo, ocurre únicamente con ciertos niños y en ciertas actividades...)
- ¿Qué sentimiento dirías que precede al mordisco?: ira, rabia, nervios, ansiedad, timidez, frustración, sensación de inferioridad, emoción...
- Cuando el niño muerde, ¿agrede a quien está más cerca o siempre muerde a la misma persona?
- ¿El niño muerde como mecanismo de defensa, o como una forma de conseguir algo?
Reconocer los signos y saber en qué momento el niño está a punto de morder podría ayudarnos a intervenir, ofreciendo a nuestro hijo alternativas respetuosas y reforzando sus comportamientos positivos para que sea consciente de ello y los repita en el futuro.
¿Qué hacer si mi hijo muerde?
Pero el hecho de que se trate de un comportamiento habitual y propio de algunos niños en edad preescolar no quiere decir que no debamos hacer nada por corregirlo, sino todo lo contrario.
El niño necesita entender que su forma de actuar no es la adecuada, que puede llegar a lastimar a otras personas y que hay otras vías respetuosas para canalizar sus sentimientos o deseos.
Entonces, ¿cómo podemos actuar los padres?:
- En primer lugar, debemos mantener la calma y actuar siempre con respeto, amor y paciencia, entendiendo que es una fase temporal de su desarrollo. En este sentido debemos desterrar las etiquetas, juicios, castigos, tiempo fuera y otras formas de actuar que no solo no son respetuosas, sino que no ayudan a solucionar el problema.
- Prohibido morder. Es necesario que el niño entienda que morder no es un juego, pues su conducta hace daño a otras personas. Enfatiza tu mensaje ayudándote de la expresión corporal y un tono de voz firme.
- Muestra preocupación por el niño o adulto que ha sido mordido, para que tu hijo entienda que lo que ha hecho ha causado dolor a otra persona. Preocúpate por cómo se siente y anima a tu peque a pedirle perdón
Recuerda la importancia de tu ejemplo para fomentar en tu hijo la empatía, respeto y preocupación hacia los demás.
- Tranquiliza a tu hijo, pues probablemente se sienta enfadado, nervioso o confuso tras lo ocurrido. Abrázalo y sostenle emocionalmente desde la calma, recordando que validar sus emociones no es sinónimo de aprobar su comportamiento.
- Una vez que el niño esté tranquilo, habla con él sobre lo ocurrido (lógicamente, adecuando tu discurso a su edad y entendimiento). Pregúntale qué le ha llevado a actuar así y ayúdale a averiguar de qué otras formas podría haber solucionado el problema que ha acabado en mordisco.
- Explícale las consecuencias de sus actos. Además de hacer entender al niño que morder ha causado dolor en la otra persona, debe comprender que no es posible lograr lo que quisiera obtener mediante mordiscos (por ejemplo, un juguete).
En resumen, y como venimos diciendo a lo largo de todo el artículo, morder o pegar es una fase temporal por la que pasan muchos niños pequeños como consecuencia de su inmadurez y falta de habilidades sociales. En ningún caso implica maldad o deseo de agredir al otro.
Poco a poco, con tiempo, amor, paciencia y nuestro ejemplo respetuoso, el niño irá comprendiendo la repercusión de sus actos y canalizando sus emociones mediante otras vías que no impliquen dañar a otras personas.