La semana pasada estuve con mi familia de viaje en EuroDisney y, además de pasarlo en grande, pude hacer de observador de comportamientos, rutinas y estilos de crianza de niños tanto españoles como europeos.
Una de las cosas que vi y que más me chocó fue la cantidad de niños con una edad considerable (digamos más de 5-6 años), que estaban en el parque con su objeto transicional.
Para el que no sepa qué es el objeto transicional, se trata de un objeto al que el niño se ha acostumbrado en algún momento de la vida que le sirve como consuelo y como elemento que le proporciona seguridad y tranquilidad. Puede ser cualquier cosa, aunque lo más habitual es que sea un objeto de textura suave, algo así como una mantita, un cojín, un muñeco o un peluche.
Pues bien, estando ahí pude ver a niños abrazados a su muñeco (todos los niños que vi con un objeto transicional llevaban un peluche liviano, con la cabeza y las manos con relleno y el resto del cuerpo solo ropa), oliéndolo, apretándolo contra sí, abrazándolo, haciendo girar en círculos alguna parte del peluche con los dedos (como cuando los niños dan vueltas a nuestro pelo), llevándolo de la mano, etc. y, como digo, tenían una edad, para mi gusto, considerable.
Algunos llevaban también chupete o incluso se chupaban el dedo mostrando que en general les quedaban aún muchas etapas de la época de bebé por superar.
Los niños deben madurar
De igual modo que los adultos debemos madurar para no quedar en una adolescencia permanente (difícil para muchos), los niños deben madurar para no quedarse en una infancia constante. No digo con esto que debamos acelerar los ritmos para conseguir que niños de 7 años ya no quieran jugar con juguetes “porque eso es de bebés” o que niñas de 9 años quieran maquillarse “porque ya son mayores”, sino permitir que los niños vayan creciendo y evolucionando ofreciéndoles libertad para ello, seguridad y acompañamiento.
Si un niño se siente valorado, seguro y con la confianza suficiente, puede ir dejando atrás él solito el biberón (si es que lo toma), el chupete (que puede provocar malformaciones en la dentadura de los niños), el pañal y el objeto transicional, entre otras cosas.
Que un niño de 5-6 años necesite ir tocando u oliendo un peluche, incluso en la calle (algunos lo usarán sólo para dormirse), es sintomático de que, probablemente por falta de seguridad y autoconfianza, no está dejando atrás etapas infantiles.
Por qué no me gusta el objeto transicional
Además de por lo ya comentado, que es evitable, el objeto transicional puede ser útil para niños más pequeños, para soportar la separación de sus padres. Dicho de otro modo, como mamá y papá no pueden estar conmigo, me hago amiguito de un muñeco, que será el que me de seguridad, tranquilidad y confianza.
Esta virtud hace que el objeto transicional sea muy útil para algunos padres y para algunos niños. Sin embargo, es ésta, precisamente, la característica que hace que no acabe de gustarme. Un niño debe sentirse seguro, tranquilo y confiado con la presencia de sus padres y deben ser ellos a los que recurra en caso de necesidad y no a un objeto material.
Es muy probable que dicho objeto transicional no sea demasiado problemático a nivel de desarrollo emocional, sin embargo, como hijo, preferiría poder disponer de una persona (aunque fuera mi abuela o la cuidadora de la guardería) para sentirme bien, que no tener que recurrir a un peluche en condiciones lamentables (tras varios años de manipulaciones imaginad el estado en que suelen encontrarse) y, como padre, preferiría que mis hijos contaran conmigo para superar miedos y tensiones.
Quizás los niños, al crecer, no lleguen a pensar retrospectivamente que durante su infancia tenían que recurrir a un objeto material para sentirse bien, pero en caso que suceda, pueden pensar de un modo crítico que la calidez humana, el olor de mamá y papá, sus brazos y su voz nunca deberían haberse sustituido por un peluche.
Fotos | Flickr – Alyssa L. Miller, Lara604
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