Seguimos con nuestro Curso de maternidad y paternidad. Hoy abordamos la crianza en armonía, un concepto que merece la pena tener muy claro y que debería ser el objetivo de nuestras decisiones, decisiones que se deben sustentar en un trabajo personal para lograr desarrollar nuestra empatía.
Como decía en un tema precedente, la crianza es una carrera de fondo en la que nuestro papel es doble. Por un lado somos los agentes que ayudan a nuestros hijos a desarrollarse plenamente como personas, a saber encauzar su vida para lograr los objetivos que ellos mismos se marquen y a construirse como personas felices respetando y siendo respetados.
Por otro lado la crianza es una oportunidad que nos brinda la vida a nosotros, los padres, para mejorar como personas, desarrollar nuestras capacidades, romper esquemas malsanos y aprender a comunicarnos mejor, construyendo un núcleo familiar en el que nos sintamos todos felices y podamos crecer juntos en armonía.
Y todo esto se basa en nuestra capacidad de desarrollar una habilidad fundamental para la crianza y la vida: trabajar la empatía.
Creciendo en armonía
Las familias son seres vivos que van creciendo, no solamente crecen los niños, los padres también tenemos que crecer en responsabilidad emocional hacia ellos y convertirnos en personas más justas y equilibradas. Madurar, lo que se dice madurar, es cosa nuestra y si nosotros no lo hacemos, poco podrán ellos aprender de nuestro ejemplo. Todos podemos crecer juntos en armonía.
Volveremos a nuestro niño de tres años con un berrinche pero antes vamos a analizar la base de una crianza y una educación armónica, algo que empezamos a construir cuando es todavía un bebé.
Si a este niño lo hemos atendido desde bebé cuando ha llorado por necesidad de contacto físico y le hemos permitido desarrollarse de forma natural, tanto dándole afecto como hablándole, jugando con él y permitiéndole experimentar llegará a la edad de los berrinche y a las etapas posteriores con mucha mayor capacidad para confiar en nosotros y en que vamos a actuar de verdad pensando en ellos y no por puras ganas de decirle que no a todo.
Trabajar la empatía desde la reconciliación con nuestra infancia
La empatía es la capacidad para ponernos en el lugar del otro y comprender sus razones y sus emociones, sintiéndolas para poder entenderlos mejor. Un primer paso es trabajar la empatía hacia el niño de nuestra infancia.
Si hemos olvidado como nos sentíamos de niños cuando erámos dominados y se nos exigía una obediencia ciega, un respeto basado en el miedo y sentíamos ser tratados injustamente es el momento de recordarlo. No es agradable, duele y tenemos que luchar con la idea de que merecíamos eso, de que si no nos hubieran hecho doblegarnos ante la autoridad adulta habríamos sido unos desgraciados y a la creencia de que tampoco era para tanto cuando nos sentíamos tristes o enfadados.
Cuando esta idea está muy dentro de nosotros podemos pensar que nuestros padres, aunque cometieron errores, casi en todos los casos lo hicieron con la mejor de las intenciones, nos amaron y trataron de hacerlo lo mejor posible. Eso nos reconcilia y nos permite hacer crítica para poder hacer autocrítica.
Trabajar la empatía desde la reconciliación con nuestros padres
No pasa nada, no les traicionamos, si nos damos cuenta que nos hicieron daño y que podríamos haber sido más felices o ser más felices ahora si hubiesemos sido más respetados y escuchados. Ellos mismos, por el amor que nos tenían, merecen que nos esforcemos para hacerlo mejor. Debemos trabajar la empatía desde la reconciliación emocional con nuestros padres y desde el entendimiento de sus errores.
Posiblemente nuestros padres son de aquella generación que dejó de sacarse el cinturón y dar palizas para solucionar las cosas. Que no nos pegaran ya fue una revolución enorme. Eran unos valientes si no nos pegaron porque miles de generaciones anteriores no tenían el más mínimo reparo en cruzarle la cara a sus hijos o darles una paliza. Ya rompieron los esquemas.
Si ellos no hubieran hecho eso posiblemente ahora no seríamos capaces muchos de plantearnos si dar un pescozón, castigar, dar un grito o llamar al niño idiota está mal. Creo que merecen que avancemos para que toda la sociedad avance, igual que hoy el maltrato a la mujer nos repugna y a sus abuelos tal vez les parecía algo inevitable y no tan grave.
Esta actitud empática no solo va a ayudarnos mejorando nuestra autoestima y recomponiendo nuestra biografía personal, sino que es una herramienta básica en todo nuestro desarrollo humano que mejorará nuestra capacidad para relacionarnos con otras personas, lo que, sin duda, nos reporta beneficios personales al hacernos vivir con menos conflictos y con menos rencores. Todo son ventajas.
No confundamos empatía con incapacidad para poner límites a los demás. Una cosa es que no ataquemos, que pensemos en las razones o emociones que llevan al otro a comportarse de forma que nos molesta y otra muy distinta permitir que se nos dañe o se nos ataque. Tenemos que velar por nuestra integridad emocional y manejar las situaciones conflictivas sin dejar que se nos agreda o invada.
Tengo que confesaros que esta es la parte más complicada del proceso pues, sin la ayuda del amor, ser empático es, a veces complicado y hasta imposible. Pero con nuestros hijos tenemos una ventaja y una ayuda enorme, a ellos los amamos sin límite y de su amor hacia nosotros no hay duda alguna.
Y en el próximo tema abordaremos, dentro de nuestro Curso de maternidad y paternidad la parte más importante de este trabajo con la empatía: la relación con nuestros hijos.
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