Estos días venimos hablando de un hecho que, a muchos papás y niños, nos toca vivir por primera vez. El primer día de colegio no suele ser un buen trago para los primerizos, pero no sólo para los niños, sino también para los padres. Sólo tenéis que revivir la estampa del primer día de cole de vuestros hijos.
Mi hija mayor, ayer, acudía al colegio con muy buen ánimo y muchas ganas. Ella no sabía muy bien qué era eso del cole, pero le hemos estado hablando de la escuela y “preparándola” para que supiera qué es lo que se iba a encontrar. Otros niños con los que jugar y hablar, en un entorno lleno de juguetes, pinturas y muy colorido, con una maestra, a la que ya ha conocido, que la ayudaría en lo que necesitara.
Digamos que, para ella, entrar al colegio ha sido algo así como ir a un parque o una fiesta especial, sin los papis, que la acompañarían y la recogerían a la puerta.
Ayer acudía muy contenta al colegio, con su bolsa nueva y su almuerzo especial. Pero cuando vio el panorama en la puerta del colegio, enseguida me di cuenta de que algo cambió en su rostro. La luz y la sonrisa habituales se apagaron, porque muchos niños estaban llorando. ¿Cómo era posible que al acudir a un sitio tan esperado como el colegio, los niños lloren?
Eso parecía preguntarme con la mirada, buscándome entre la maraña de mamás y papás cuando se colocaban en la fila. Y aunque yo le hablaba y la animaba, diciéndole que lo iba a pasar bien, creo que notó que mi sonrisa tampoco era muy alentadora. Más bien algo forzada, diría yo.
Porque aquí viene la segunda parte de la comparación, y puedo asegurar que con la entrada en el colegio muchos padres lo pasan peor que sus hijos. Curiosamente, me dio la impresión que eran los padres de los niños más tranquilos aquellos que sufrían más la entrada en el cole. Y por lo que sé, fundamentalmente “primerizos” como yo.
Lo cierto es que no quise que me viera llorar y fue un cúmulo de sensaciones increíble, un paso gigantesco para mi niña, nuevos horarios, nuevos amigos, unas horas que ya no estaremos juntas, su desconcierto… Una pequeña separación.
Ya sé que suena exagerado, pero creo que es algo similar a lo que sienten los padres cuando los hijos se casan. Una mezcla de felicidad y tristeza porque pensamos que estarán bien y que es un nuevo paso en su vida que les traerá muchas cosas buenas, que les hará evolucionar, pero “han volado” del nido. En fin, dejaré la preocupación por el matrimonio de mis hijas para más adelante…
De momento, lo que me ha quedado claro es que no siempre son los niños los que peor lo pasan con la entrada al colegio, por mucho que suponga un cambio intenso en su vida diaria. Las lágrimas de algunas mamás y papás dejando a sus hijos en esa nueva etapa de su vida dan fe de ello. Y recogiéndolos. Pero ésa es otra historia…
Foto | Alex E. Proimos en Flickr-CC
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