La lactancia materna no es solo cosa de dos: es necesario el apoyo de todos
Una de las mejores experiencias de mi vida, sin duda alguna, ha sido la lactancia materna. Logramos que fuese el alimento de mis dos hijas de forma exclusiva durante los seis primeros meses (una de ellas siendo prematura y con un peso por debajo de los dos kilos), y con la otra la extendimos hasta casi los dos años. Durante todos esos días y noches de dar el pecho a demanda, sentí que tu entorno puede marcar una gran diferencia en la manera en la que te sientes y por consiguiente, en el éxito de una de las partes más bonitas y sacrificadas de la crianza.
Si os habéis dado cuenta he iniciado el post en plural porque fue un trabajo en equipo: tuve la suerte de que mis pequeñas guerreras se engancharon desde el principio, y mi marido estuvo ahí para apoyarme y servir de bastión durante los momentos más duros. Porque aunque dar pecho no debe doler, los hay, y a veces el dolor de las grietas o de la mastitis (tuve ambas), te pueden llevar a pensar en dejarlo y sucumbir al biberón.
Sin embargo tu familia está ahí. En nuestro caso hemos criado a nuestras niñas sin ayuda externa, así que mi apoyo más fuerte ha sido él. Se dio cuenta desde el primer momento que solo con una palabra, con acompañarme durante la noche o con un vaso de agua en el momento perfecto, hacía que me llenase de energía, así que sí, lo logramos los cuatro.
Pediatras, matronas y matrones: la otra pieza clave en la lactancia materna
Después de mis dos experiencias puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que los sanitarios juegan otro papel fundamental a la hora de lograr una lactancia exitosa, especialmente cuando eres primeriza. Por muchas preparaciones al parto que hagas, el momento de dar el pecho por primera vez es algo tan desconocido, que al mínimo tropiezo (y principalmente por desconocimiento), te puedes ver dando un biberón a tu bebé por sugerencia de las personas que te acompañan en las salas de maternidad.
Yo viví los dos casos opuestos y tuve suerte de que en el primero me topé con un matrón pro lactancia: parecía un general de adiestramiento, pero todo el tiempo me alentaba a seguir. Recuerdo que tuve la subida de la leche estando aún ingresada y fue un poco dura (llegué a tener fiebre), pero él estuvo ahí, siempre pendiente de que me encontrara bien, que la pusiera a mamar constantemente y que corrigiera la postura. Cuando salí del hospital tenía leche de sobra... tanto que en la primera visita que me hicieron del hospital (por ser prematura), vieron que ya tenía el peso de un bebé a término.
Sin embargo con mi segunda hija pasó todo lo contrario: yo era la pro-lactancia y las matronas estaban empeñadas en el biberón porque mi bebé no mamaba con mucha fuerza. Puede llegar a ser muy frustrante cuando sabes que estás haciendo lo correcto, cuando ves que puedes lograrlo, pero las personas que se supone deben guiarte y alentarte hacen totalmente lo contrario. De ese hospital (fue otro distinto al primero), no tengo un buen recuerdo con respecto al apoyo a la lactancia materna y creo que si me hubiese topado con ellas en mi primer parto, no estaría escribiendo este post.
Lactancia materna y trabajo: una combinación que te puede llevar al límite
Aunque yo tengo la suerte de trabajar desde casa, he sido testigo de lo difícil que puede llegar a ser continuar con la lactancia materna cuando te reincorporas tras la baja maternal. Varias amigas cercanas decidieron abandonar tras constatar que ausentarse un momento para sacarse leche o salir antes (como lo permite el permiso de lactancia), era un incordio para los jefes y podía poner en peligro su puesto de trabajo.
Sin embargo también presencié la cara opuesta en mi anterior trabajo. Nuestro jefe había pasado por la experiencia de cinco abortos y el fallecimiento de uno de sus mellizos a las pocas horas de nacer. Ese único hijo que sobrevivió se alimentó de leche materna de forma exclusiva durante los 6 primeros meses, así que era una persona que conocía de primera mano las ventajas que suponía tanto para el bebé como para su madre dar el pecho. Cuando mi compañera se reincorporó se encargó personalmente que tuviese el tiempo necesario para continuar dando el pecho,y cuando tenía que utilizar el sacaleches, le dejaba su despacho para que estuviese cómoda. Su lactancia se extendió hasta pasado el año de vida de su bebé.
Dar el pecho en público: la descripción perfecta de "salir de tu zona de confort"
La cuestión puede torcerse un poco más cuando sales de casa y tu bebé necesita alimentarse: te cruzas con miradas inquisitivas, caras de enfado y hasta de escándalo... ¡por ver a una madre alimentando a su bebé! Si alguna de esas personas que tuvieron esa actitud durante los más de dos años que di el pecho supieran la frustración y hasta la vergüenza que pueden llegar a causar, serían más cautos en sus expresiones, estoy segura.
Si las madres que lactamos sabemos que tenemos "sitios seguros" a donde ir a comer, a comprar algo, o simplemente a tomar un café y no vamos a tener problema en dar de comer a nuestros bebés, allí iremos seguro. Alimentar a una personita con tu propio cuerpo empodera, y más aún si tu entorno valora y entiende que lo que haces, es el mejor regalo que le estás haciendo a tu hijo. Si el feedback es opuesto, puede hacer mucho daño a nivel piscológico porque las cargas mentales que tienes en ese momento de tu vida son tantas, que otra más hacen la mochila demasiado pesada.
Creo que hace falta mucha educación en todos los niveles, muchísima más [empatía](Más empatía en la lactancia: algunos padres consideran que puede ser una causa de depresión postparto) (incluso desde el mismo núcleo familiar), y más respeto hacia un acto que es completamente natural. Sin embargo veo que poco a poco nos estamos dando cuenta que la lactancia materna es cosa de todos y que vamos muy tarde en la normalización de dar el pecho a nuestros hijos, las veces que ellos necesiten, de la forma en que mejor nos sintamos y estemos donde estemos.