Regalos, compromisos, comidas, compras, planes por todo lo alto, actividades sofisticadas con nuestros hijos... es probable que en estas fechas nos veamos engullidos por situaciones que lejos de disfrutar, suponen una importante carga mental para los padres.
Por eso, creo importante reflexionar sobre la importancia de 'echar el freno' y disfrutar de la magia de estas fiestas, pues solo viviéndolas de forma positiva y consciente lograremos transmitir a nuestros hijos su verdadero significado.
La autoexigencia de los padres crece en Navidad
En Bebés y Más hablamos a menudo de la carga mental de los padres, de cómo puede llegar a afectarnos y de lo importante que es rebajar nuestras expectativas, contar con ayuda y no compararnos con lo que hacen otras familias.
En mi opinión, buena parte de la culpa la tiene el cine y esas películas que nos transmiten una imagen idílica de esta época del año. También las redes sociales nos muestran a cada instante retazos de la vida de otras familias que parecen disfrutar plenamente de estas fechas, con viajes increíbles, planes distinguidos y una decoración espectacular.
Todo ello hace que aumente nuestro nivel de autoexigencia, pues queremos ser como esos padres perfectos que preparan con sus hijos exquisitas galletas de jengibre, visten divertidos jerséis navideños y se recorren decenas de tiendas en busca del regalo ideal.
Y así nos pasamos la Navidad: queriendo llegar a todo, sorprender a todos y agradar a todos, pensando realmente que eso es lo que nuestros hijos esperan de nosotros, y sin ser conscientes de cómo alimentamos nuestro estrés y nuestra carga mental con cada nueva actividad o plan que nos autoimponemos.
Lo que nuestros hijos recordarán es el tiempo que pasamos con ellos y las tradiciones familiares
Ahora bien, os propongo hacer un ejercicio de reflexión y preguntarnos qué ocurriría si por ejemplo, estas Navidades no preparamos galletas, compramos el disfraz de nuestro hijo en un bazar en lugar de hacerlo a mano, o cambiamos esos planes maravillosos en la ciudad por un sencillo plan casero.
Nos daremos cuenta de que no pasa absolutamente nada. Al contrario, es realmente liberador comprobar cómo los niños, con su maravillosa, mágica e inocente visión, son felices con cosas mucho más sencillas y 'terrenales'.
Con esto no estoy diciendo que debamos dejar de hacer este tipo de planes (o similares) si nos divierten y queremos compartirlos en familia. Pero creo que debemos elegir aquello que realmente nos hace felices, sin que suponga para nosotros una carga añadida.
Lo que seguro recordarán serán nuestras tradiciones familiares; esas tradiciones únicas y personales que aportan un valor diferente a nuestras celebraciones navideñas. Tampoco recordarán muchos de los juguetes que recibieron de Papá Noel o los Reyes Magos. En cambio, sí recordarán los juegos con papá y mamá, las divertidas actividades navideñas en familia o la decoración del árbol.
En definitiva, dejemos de autoexigirnos y descubramos la 'magia' de la Navidad en cada pequeño detalle. Creo realmente que si vivimos estas fechas con los ojos de un niño seremos capaces de disfrutar de todo su esplendor, y transmitir a nuestros hijos su verdadero valor.