La magia de las abuelas

La magia de las abuelas
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No solo me refiero a nuestras madres, sino también a nuestras abuelas, las bisabuelas de nuestros hijos, que a a través de nuestro día a día evocamos nuestros propios recuerdos de una infancia con ellas.

Ellas vivieron una época que nada tiene que ver con la nuestra, al menos en la superficie. Esta brecha de edad se hace evidente en algunos aspectos mientras que casi ni se nota en otros muchos y todo ello gracias a esa forma de ver la vida, esa forma con la que tratan a los nietos, su magia, la magia de las abuelas.

Las abuelas y la nevera, el dúo mágico

las abuelas y  la cocina
Tu dices que la nevera está vacía y no hay nada que comer, si lo dice tu abuela aún podéis comer por un mes. @madrestresadas

Y es que si hay algún miedo que le queda a una abuela es que alguien pase hambre o frío. Y tu puedes pensar que con los tiempos que corren y el como están las pensiones la cosa no debería estar para dispendios de este pelo y ahí es donde entra la capacidad mágica de una abuela.

Tú, con el paquete de salchichas, la rama de apio (no se por qué, pero siempre hay una en alguna parte de la nevera en todo momento. Es más, estoy seguro que la mía ya venía cuando compramos la nevera) el huevo y medio cartón de leche que encuentras en la nevera cuando la abres se te ocurre como mucho, ponerte a llorar. Pero tu abuela es capaz de preparar una chanfaina para ocho de todo eso, ¿cómo? Ni idea, pero lo hace. En casa creemos que usa algún tipo de conjuro que debió de perderse en algún momento entre la segunda mitad de los 50's y primera de los 60's.

Las abuelas y la costura

Ya van tres veces este año que le coses la rodillera al pantalón del chándal del mayor, tres veces la misma rodillera y a la semana está ya empezando a deshilacharse. Lo ve tu abuela, te mira, masculla algo en el idioma de las abuelas y se lleva el pantalón en una bolsa del corte inglés, modelo de los 80, que toda abuela lleva en el bolso. Cuando te devuelve el pantalón la rodillera no vuelve a desprenderse en la vida, es más, el pantalón se va a desintegrar antes de que la rodillera se suelte.

Lo mismo sucede con los disfraces para las obras de teatro de las guarderías y colegios. O se puede comprar en el chino o te dan el libro de instrucciones, los planos de montaje, un DVD explicativo y tres meses para terminarlo, porque sino es así tu hijo va a ir en chandal. Pero llega tu abuela, saca una cuerda de estraza del bolso, mide un par de veces a su nieto y a la mañana siguiente le tienes vestido de romano y con lo que le ha sobrado de tela le ha reparado el estandarte de LEGIO CARTAGINENSIS.

Las abuelas y la rebotica

Si lo anterior lo veía como ventaja, esto lo veo como un verdadero peligro. Y es que toda abuela lleva dentro un químico, un herbolista y un farmacéutico, ahí todos apretados, y claro, ante la falta de espacio de ahí dentro tienden a salir a la primera de cambio y lo hacen los tres a la vez. Con este panorama más vale que no le lleves al niño a la abuela con una tos de estas insistentes, porque a la media hora te lo tiene envuelto en toallas, con la cabeza metida en una palangana con un líquido humeante del que emana una peste que haría vomitar a una cabra.

Alguien, hace años, debió de decir que cuanto peor huela y sepa más cura y todas las abuelas lo siguen al pié de la letra (pero todas sin excepción). Es hoy en día que recuerdo con pavor los remedios caseros de mi abuela para que comiera.

Las abuelas y la obesidad

Aquí es conveniente dejar una cosa clara desde el principio. Una abuela jamás, nunca, niente, en la vida, va a reconocer que uno de sus nietos está gordo. Esto es un hecho corroborado por las más prestigiosas universidades de todo el planeta. Como mucho podríamos conseguir que diga que está bien para la edad que tiene o que es ancho de espaldas, pero "gordo" jamás.

Las abuelas de antes pasaron mucha hambre, o eso al menos decía la mía, y por ello se dedicaban a poner a sus nietos un plato tras otro hasta que el pobre infante sale corriendo. ¿No se preguntaban ustedes por qué los niños que son cuidados por sus abuelas empiezan a andar antes? Pues ahí tienen la respuesta, para salir corriendo de la cocina y no les toque otro plato más de sopa.

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Las abuelas y la tele

Si algo recuerdo de mi abuela y que me hace aún sonreír, es su relación con la tele. Para ser más exactos, su relación con la tele que yo veía. Y me hace reír porque veo la misma situación con mis hijos y mi madre.

Vamos a ser claros, mi abuela no entendió en la vida ni uno solo de los programas que yo veía en la televisión. ¿Pero niño, esas telenovelas que ves tu...las entiendes? Yo creo que sino fue porque mi madre la tranquilizaba, mi abuela hubiera terminado por llevarme al médico a ver si estaba bien de lo mío.

Pero si había una frase mítica de mi abuela era: niños, no veáis la tele tan cerca que os vais a quedar tontos. La preocupación de los abuelos, independientemente de la época en la que hayan vivido, por que sus nietos no se queden tontos es impresionante. Con la cantidad de energía que se habrá gastado para este fin, hubiéramos encontrado la cura contra el cáncer seguro. Que total, tanta preocupación para nada, ¿han oído a alguna abuela decir por ahí que su nieto es tonto? Pues eso, energía desperdiciada.

Las abuelas y los juegos

Ni el mejor tahur de Las Vegas sería capaz de competir con la destreza de una abuela al jugar con sus nietos y conseguir que el número de victorias sea equitativo entre los participantes. Ella no nos enseñaba a hacer trampas con las cartas, ella nos entrenaba en el desarrollo de la motricidad fina con una baraja (no crean que es fácil meterse un As en la manga). El resto de juegos, como bailar la peonza, canicas y chapas lo delegaba en el abuelo que también se las traía en estos lances.

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Las abuelas y las historias populares

Populares y generalmente de miedo. Esas eran las historias que contaba la abuela cuando se metía en la cama con nosotros. Cuentos sobre extraños animales que vagaban por el pueblo rascando en las puertas, que si el extraño pastor que fue a buscar una oveja y nunca volvió y cuyas ovejas le siguen buscando y por eso balan o el tesoro que escondieron los ladrones de un banco en Madrid. Y no se las vuestras, pero las mías dejaban la historia a medias para que luego la terminara el abuelo o tu tío (lo que era aún peor).

Y vosotros ¿habéis visto la magia de las abuelas?

Foto | ThinkStock
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