En casa disfrutamos cuando llega el frío (y no es que las temperaturas hayan bajado como correspondería, pero algo es algo), porque nos encanta taparnos juntos en el sofá, y comer calentito. Y no es que no se puedan comer platos de caliente en verano, pero caldos, sopas, cremas tibias, guisos o potajes, ¡qué bien sientan en otoño e invierno!.
Ahora no nos vamos a poner a explicar las diferencias en cada uno de los platos que acabo de enunciar, pero si que nos gustaría contaros las ventajas que tienen para la alimentación infantil, y para la de todos. Empecemos por ese caldo calentito que estáis deseando comeros esta noche, acompañado de huevo duro rayado: si bien nutricionalmente tiene poco valor (debido a la escasa presencia de macronutrientes), sabe muy bien, y además aporta líquido al cuerpo que nos ayuda a mantenernos hidratados.
Si además lo convertís en sopa utilizando sémola de cereales, harina de maíz o pan, conseguiréis que los peques se sacien de manera saludable, eso sí, una sopa completa para cenar, la tendréis que tomar con antelación a la hora de irse a la cama.
En mi opinión la receta perfecta de caldo no existe, porque cada uno lo hacemos según nuestros gustos, o los ingredientes que tengamos en casa; ya sabéis que puede estar hecho con carnes, verduras, pescado. Además a la sopa de fideos - por ejemplo - se le pueden añadir garbanzos.
Comer caliente en invierno
Una ensalada de crudos, o una ensaladilla, también nos apetece aunque haga frío, pero por lo general ¿qué nos pide el cuerpo? Y no sólo por el calor que aportan los platos calientes, es que un plato muy elaborado y energético, ayuda a sobrellevar los rigores del clima.
Cuando hablo de platos energéticos no digo que debamos descuidarnos, desequilibrando el aporte de proteínas o grasas, porque aunque no vayamos a lucirnos en bañador, la dieta debe seguir siendo sana, variada y equilibrada, y también para los niños. Así que ese chocolate caliente que nos encantaría tomar cada día, lo dejamos solo para los domingos.
Caliente a mediodía y caliente por la noche
En cada momento del día, nos adaptaremos para facilitar la digestión, y evitar que se nos queden calorías sin quemar, un ejemplo de ello es el típico plato de pasta que tanto gusta a los niños. Tomado a mediodía sienta mejor pensando en el equilibrio nutricional, porque aún quedan horas en las que los niños se podrán mover y “quemar” los azúcares en los que se descomponen los cereales.
Así, un caldo da igual cuándo lo tomes, pero a mediodía si no se convierte en sopa, o se acompaña con un filete, los peques pueden quedarse con hambre. En cambio ¡no se te ocurra ponerles un potaje de legumbres a las nueve de la noche para que cenen!, les resultaría muy pesado y podría ocasionarles algún trastorno digestivo.
Pero no desestiméis el potaje de legumbres un día a la semana: es un plato de caliente, que aporta mucha fibra y calcio, y además las legumbres también proporcionan proteínas vegetales de calidad. Son muy sanas aunque tienen mala fama entre los niños: es cuestión de no perder la paciencia y seguir ofreciéndoles cada semana, aunque sea en pequeñas cantidades hasta que lo acepten.
De purés y cremas
La diferencia respecto a los caldos o sopas, es que incorporan abundantes verduras que al ser cocidas pueden convertirse batidora en mano, dando lugar a un plato - también caliente - suave, digestivo, y que ayuda al tránsito intestinal.
Una crema o un puré no necesitan de lácteos (nata, queso de fundir o en porciones) para quedar sabroso, porque utilizando el aceite de oliva como grasa y condimentando bien (hierbas, especies) se puede conseguir un acabado delicioso. Otra opción es utilizar crema de cocinar vegetal para enriquecer.
No quiero decir con eso que esté prohibido poner un “quesito” en cada plato y deshacer removiendo, como es costumbre en muchos hogares; pero es bueno que los niños se acostumbren a tomar puré sin lácteos, para apreciar la variedad de sabores de las verduras.
La variedad es muy destacable: zanahoria, calabaza, calabacín, coliflor, patata, puerro, … o varias de ellas combinadas
Ahorrando con la comida tradicional
Porque si vamos a comer todos estos platos de cuchara humeantes y apetecibles, no lo hacemos (o no sólo) porque suponen un ahorro. Pero en la práctica, aunque sea en unos pocos euros a la semana si que se notará: pensad si no en legumbres secas, una olla grande de caldo (aprovechable para varias ocasiones), las verduras que no utilizaríais si no tuvieran destino en la cazuela, o los huesos del pollo que tampoco tiraréis después de separar el resto de partes.
Y sí, ya sé que no todo el mundo tiene tiempo para poner una cazuela al fuego unas cuantas horas, y aunque a veces es cuestión de organización, y de cocinar el domingo al menos para los dos primeros días de la semana, las soluciones en forma de productos listos para su consumo, tienen su utilidad, aunque no creo que superen en calidad a la comida casera.
Si me permitís ofrecer algunas ideas para la elaboración de estos platos sabrosos y apetecibles, os diré que es mejor cocinar a fuego lento (creo que es una práctica que debería volverse a instaurar), y añadir la sal al inicio de la cocción, de esta forma se potencia la salida de jugos de los ingredientes.
Y ahora sí, ya podéis ir pensando qué potaje prepararéis hoy para comer, o que crema calentita se comerán con cuchara vuestros niños esta noche; seguro que estarán muy ricos.
Imágenes | eyeliam, Marshall Astor, stu_spivack, Dylan Parker
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