El día de San Valentín llama a nuestras puertas y nos damos cuenta de que no nos ha dado tiempo a planear nada especial con nuestra pareja. Pero, ¿es que los que tenemos hijos no estamos enamorados? Pues claro que no, a no ser que no lo estuviéramos antes.
Entonces, como diría la canción, "¿qué nos ha pasado? Cómo hemos cambiado"... Creo que no digo nada desconocido para los padres si afirmo que la llegada de un bebé cambia la relación de pareja, y especialmente cuando los hijos son pequeños nuestras prioridades lógicamente cambian.
A ello se puede sumar la falta de tiempo, el cansancio, las desavenencias a la hora de atender a los hijos... ¿Dónde quedan las conversaciones íntimas, las palabras bonitas? ¿Dónde quedan los arrumacos que nos hacíamos y que, entre otras cosas, ayudaron a que el bebé estuviera hoy aquí?
La llegada de los hijos supone un cambio muy significativo en nuestras vidas y hay que saber adaptarse. Para eso sólo necesitamos tiempo y buena voluntad. Los primeros años de la vida del bebé necesitan atenciones ilimitadas, y otras necesidades se ven momentáneamente relegadas. Pero la simbiosis y dependencia del bebé son necesarias, por lo que hemos de buscar el equilibrio.
Enamorados sin sexo
Que no tengamos sexo no significa que no estemos enamorados, no lo deseemos o al menos no lo recordemos como algo que nos gustaría retomar más adelante.
El postparto es una situación muy delicada para la mujer que necesita una recuperación física y emocional para retomar las relaciones sexuales. El padre también puede verse afectado por múltiples razones que momentáneamente le hagan perder el apetito sexual.
Ello, sumado a la falta de tiempo y al desplazamiento de la atención de la que hablábamos anteriormente, hace que puedan pasar meses sin retomar el contacto sexual.
Pero poco a poco, si es que no llega el momento, hemos de buscar momentos de intimidad con la pareja y recuperar el vínculo.
Hace poco escuchaba en la radio cómo una sexóloga recomendaba que aunque esos primeros meses de vida del bebé no hubiera tiempo ni ganas para mantener relaciones sexuales, había que dejar claro que esperábamos el momento de retomar dichas relaciones, y había que poner interés en que efectivamente retornaran.
De cualquier modo, no hay nada mejor para el cansancio acumulado y la relajación que supone irse a la cama para aprovechar y abrazarnos o acariciarnos recordando no sólo las alegrías que nos ha dado nuestro bebé durante el día sino las que nos daba, nos da y nos dará nuestra pareja. Incluso aunque hayamos discutido durante el día, algo que es de lo más habitual.
Discutimos por todo
Discutimos con nuestros padres hasta que somos adultos y discutiremos con nuestros hijos cuando crezcan, pero eso no significa que no los queramos o que no nos quieran.
La llegada de un bebé puede alterar la convivencia con la pareja, que ve modificada su anterior rutina, que puede no sentirse a gusto con sus nuevas tareas, que no encuentra tiempo para sí mismos, que afrontan con distintos criterios la manera de criar al bebé, que no duermen bien, que se encuentram agotados...
Ante estas situaciones hay que actuar con paciencia, parándose a contar hasta 10 muchas veces, sopesando nuestras prioridades, y hablando mucho. Si no se puede ahora, ya hablaremos después.
Llegaron los hijos y se acabó el amor
Sin embargo, todos hemos oído o vivido de cerca historias en las que la llegada de los hijos supuso la ruptura de la pareja. Hay tantos casos posibles como personas que lo hayan sufrido, pero creo que, en general, el amor no se acabó cuando llegaron los hijos sino que algo fallaba antes.
La relación de pareja ha de ser sólida y hemos de poner mucho en común para ser una familia, y todas las situaciones "adversas" de las que hemos hablado anteriormente pueden servir para que la relación finalmente se quiebre. Si no hubieran venido los hijos, tarde o temprano lo más probable es que también se hubiera quebrado.
Eso no quiere decir que donde hay amor todo sea una balsa de aceite, pues la llegada del nuevo miembro al hogar traerá consigo discusiones como hemos dicho, desavenencias, cansancio, olvido... Y para eso hay que actuar y ser fuertes, sabiendo que es algo pasajero. Pero si el problema no es coyuntural, poco podemos hacer.
Finalmente, diré que no sólo me parece que estar enamorados y con hijos es posible (igual que lo estábamos sin hijos), sino que ahora tenemos más miembros en la familia para enamorar.
Si con nuestros hijos ese amor es instintivo y llega sin darnos cuenta, con nuestra pareja habremos de cuidar la relación y recordar que estamos ante una situación circunstancial que poco a poco y con nuestra implicación cambiará.
Fotos | vsmoothe y ephotography en Flickr En Bebés y más | Cuando tener un hijo destapa la caja de los truenos, Los bebés llorones afectan la relación de pareja, Ser papá: qué hacer ante el Baby Blues