En algún momento de la vida, y sobretodo cuando tenemos hijos, dejamos en cierto modo de mirar hacia adelante para echar la vista atrás y recordar nuestra infancia.
Una manera de hacerlo es reviviéndola a través de nuestros hijos y para ello somos muchos los padres que regalamos a nuestros hijos algunos de los juguetes de nuestra niñez.
El buen recuerdo de aquella época, saber que nos divertían, que nos ayudaron a estimular nuestra creatividad y recordar las largas horas que llegamos a pasar con dichos juguetes son los argumentos a favor de volver a comprarlos.
En la imagen podéis ver juguetes que representan a dos de las marcas que formaron parte de nuestra infancia y que ahora muchos padres buscamos para nuestros hijos: Tente y Playmobil.
Los Playmobil se encuentran fácilmente en las tiendas e incluso en internet y gozan de muy buena salud a nivel de ventas, algo totalmente lógico si tenemos en cuenta que los que más jugaron con ellos son ahora padres y que, además, siguen aportando novedades año tras año.
Los Tente, en cambio, sólo pueden conseguirse en internet ya que Exin, la empresa que los fabricaba, cerró sus puertas en 1993. En la imagen podéis ver un “Roblock Gamma II”, con el que me hice hace unos días en ebay y que guardaré como oro en paño hasta que mis hijos crezcan un poco más.
Siguen también vigentes los Lego, que fueron la competencia de los Tente (o viceversa, pero Tente era española) y que siguen teniendo muy buenos resultados porque se van adaptando a los tiempos, con líneas de Star Wars, Harry Potter e incluso de Bob Esponja.
Con respecto a juguetes “de niña” (entrecomillo porque no tienen por qué serlo, pero suelen serlo), no tengo recuerdos porque no jugaba con ellos, aunque se buscan mucho las Nancy, las Barbie y las Barriguitas.
Aquellos que guardaron en el desván sus juguetes de la infancia tienen la suerte de poder resucitarlos. En casa de mi suegra, por ejemplo, hemos encontrado juguetes de Pin y Pon con edificios y vehículos, un Tente incompleto con el que hemos podido hacer bastantes cosas, el Quién es quién, el Operación, el Tragabolas y unos cuantos más (hay una mina) que son los que mis hijos utilizan (y mucho) cuando vamos de visita a su casa.
Los juguetes de antaño permitían desarrollar más la creatividad
Creo que todos coincidimos en que los juguetes de nuestra infancia eran más simples (porque no había demasiada tecnología) y que permitían desarrollar más la creatividad que los juguetes actuales.
La razón es muy simple. Eran juguetes que no dependían de una historia ni eran considerados merchandising (entonces apenas existía). Los Playmobil, por ejemplo, son personajes sin nombre y sin historia (aunque ahora ya hay algunos que la tienen, pues existen videojuegos), y son los niños los que deben crearla. El robot transformable de la imagen de Tente no es “Mazinger Z”, ni siquiera es “Optimus Prime”. Es un robot que se transforma en un vehículo y punto. El resto de la historia la creábamos nosotros, inventando mundos, situaciones, conflictos, soluciones, etc.
Ahora la gran mayoría de juguetes corresponden a una serie de dibujos animados (Pocoyó, Ben 10, Gormiti, Mickey Mouse, Bob Esponja, etc.) o a alguna película (los mencionados Lego de Harry Potter o Indiana Jones, los coches de Cars,...). Esto hace que la creatividad y la imaginación de los niños esté en cierto modo limitada, porque si a un niño le regalas un Gormiti, jugará con él a hacer lo que hacen los Gormiti.
Algunos niños incluso se dedican, simplemente, a representar en vivo la historia que han visto por la tele en un capítulo determinado. Esto no es contraproducente ni algo que se deba corregir, pues también es divertido jugar con los personajes que ya conocen, sin embargo si la mayoría de juguetes que reciben los niños corresponden a personajes ya conocidos, su imaginación no acabará de despegar nunca.
El peligro de coartarles la imaginación
Muchos padres compramos los juguetes de nuestra niñez por este motivo: permitir a los niños que imaginen historias y que creen con sus manos lo que quieran crear (Lego, Tente).
Sin embargo, estos juguetes son un arma de doble filo y al comprarlos corremos el peligro de coartarles la creatividad, que es justamente lo contrario de lo que pretendemos.
Para ellos son juguetes nuevos, que no han visto ni utilizado nunca. Para nosotros son aquellos juguetes totalmente exprimidos que nos conocemos de cabo a rabo y que descubrimos y redescubrimos cientos de veces cuando éramos niños. Esto puede hacer que más de un padre (o madre), tenga la tentación de jugar a lo que jugaba de niño con su hijo (“esto se hace así”, “ahora puedes hacer esto”, “si aprietas aquí mira qué pasa”, etc.) y que le demos al niño el juguete masticado, con historia añadida y todo (“es el más poderoso de la galaxia y vuela entre planetas para salvar el universo de las garras de…”), algo que debemos evitar a toda costa, aunque nos cueste.
Son los niños los que deben descubrir las posibilidades de los juguetes e inventar las historias para ellos (aunque pensemos que nosotros los exprimíamos más) y debemos tener muy claro, también, que podemos entregar uno de estos juguetes con nuestra máxima ilusión y que a nuestro niño no le guste (me voy preparando por si deja el Tente aparcado el primer día).
Qué dicen las estadísticas
Una encuesta reciente realizada en Madrid desvela que el 70% de los padres compraría de nuevo su juguete favorito de la infancia y que un 72% de ellos ya conserva algunos de ellos.
Creo que dicha encuesta refleja perfectamente el sentir general de muchos padres, que guardamos muy gratos recuerdos de nuestros juguetes y tratamos de volver a conseguirlos para nuestros hijos, aunque me sorprende que un 72% de los que sí volverían a comprar juguetes de su infancia ya los tenga por casa. En mi casa no queda absolutamente nada de aquellos años aunque, todo hay que decirlo, hay más de una mudanza de por medio y somos unos cuantos hermanos (si hubiera que guardarlo todo…).
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