Dijiste que nada de tele hasta los 3 años. Dijiste que no serías ese tipo de madre que... Dijiste muchas cosas, pero luego llegó tu hijo y te comiste, una a una, tus palabras. La maternidad está plagada, para muchas de nosotras, de esos maravillosos “Yo nunca” que luego nos dan en toda la cara. Si tú también dijiste que A, pero luego hiciste B, no te preocupes, únete al club, somos muchas.
Yo nunca dejaré que coman en el coche. Yo nunca dejaré que mis hijos vayan con manchas en la ropa por la calle. Yo nunca...
Yo nunca. Ay, qué dos palabras tan bonitas... y qué mal saben cuando te las tienes que comer, tres años después, cuando tras cuatro horas de viaje en coche ya no sabes qué hacer con los niños.
Y sí, les dejas que coman, lo que sea. Y sí, se manchan. Y llegáis al estupendo hotel deluxe llenos de churretes y plagadas sus camisetas de “medallas” y lamparones.
Si tuvieran que analizar tu coche los de CSI habría que advertirles de que no encendieran la luz ultravioleta esa que usan, si es que no se quieren quedarse ciegos. Porque sí, tu coche está plagado de restos orgánicos. Y de tierra. Y de cosas que no quieres saber qué son.
Antes de ser madres decimos muchas cosas. Cuando son bebés decimos muchas cosas. Cuando son niños decimos muchas cosas... Y según van pasando de etapa hay cosas que, orgullo y coherencia que sienta bien, cumplimos, y otras que simplemente no.
Pero no estás sola. Más adelante puedes leer los “Yo nunca” de otras madres.
Un poco de teoría...
Los seres humanos necesitamos, para adaptarnos al medio, establecer expectativas, elaborar ideas con antelación. Esto hace que, por ejemplo, hayamos sobrevivido a los mamuts: si una no anticipa que si sale de la cueva cuando estos bicharracos están en los alrededores, le dejan más planita que una compresa, y ahí se acaba su existencia.
En los tiempos contemporáneos seguimos haciendo estas cositas. Por ejemplo, si tienes una entrevista de trabajo días antes vas imaginando cómo será, como forma de aplacar un poco los nervios y para prepararte.
Con la maternidad es lo mismo: como es un cambio tan brutal en la vida de una, pues allá que empezamos a prepararnos proyectando qué queremos y qué no queremos hacer, cómo nos vemos como madres, qué tipo de crianza queremos desarrollar...
Es bonito. Es útil si te sienta bien. Es habitual.
Ahora bien, lo que también es habitual es que esa idea, ese plan que trazaste, no lo cumplas así, digamos, al 100%.
Los "Yo nunca" de diez madres
Puede que tus ideas y principios los cumplieras a rajatabla. Puede que lo tuvieras clarísimo y que todo saliera como esperabas... Pero si no, si hay cosas que sí y cosas que están a años luz de tu punto de partida, sigue leyendo, porque verás que no estás sola en esto de "donde dije digo, digo Diego".
Amelia, 34 años. 2 hijos. "Yo nunca les dejaré ver la tele a mis hijos antes de los dos años"... ¡Hola televisión! ¡Gracias televisión! La han visto, y la ven, cuando necesito, por ejemplo, cocinar, que con ellos por medio es imposible de verdad. Para consolarnos, cuando eran más pequeños, lo que les poníamos eran esos programas que se suponen que les estimulan... Ahora me río de esos programas, pero mira, es lo que hicimos. Ya está.
Sandra. 45 años. 1 hija. Soy la reina de los “yo nunca” en maternidad, creo que los he tenido todos, y los he incumplido todos: Antes: "yo tan pronto pueda la paso a su habitación y método Estivill". Después: Estivill no entra en mi casa y colecho hasta la preadolescencia. Antes: buscaré un colegio de jornada partida para poder conciliar. Después: reduzco jornada y busco centros con jornada continua. Antes: yo quiero familia numerosa. Después: mira, con una basta.
Carol. 38 años. 2 hijos. Yo es que no me planteaba tener hijos... así que solo tengo un “yo nunca”, pero incumplido por la puerta grande. Mis amigos no se lo creían cuando dije que estaba embarazada. Y tan feliz, oye.
Raquel. 32 años. Dos hijas. "Yo nunca diré palabrotas delante de mis hijos". Y bueno, no puedo poner palabrotas aquí, pero vamos, he dicho muchas lindezas delante de ellos. Se me escapan. Mucho.
Claudia. 37 años. 1 hijo. Yo dije "nunca voy a decir mentiras tipo "Toma el zumo rápido que se van las vitaminas", "No te bañes después de comer que se te corta la digestión", "No andes descalza que luego te duele la garganta"... Pues mira, sé que es mentira, pero lo digo todo. Todo.
Gloria. 41 años. 1 hijo. Incumplí la práctica totalidad de los principios que tenía antes de ser madre. Por ejemplo: Paso de dar teta... Pues 4 años estuvimos. Paso de que duerma en mi cuarto. Colecho hasta los 5. No le voy a llevar a la guardería. Le apunté cuando tenía año y medio. Jamás dejaré de usar tacones. Qué le den a los tacones.
Marina. 35 años. 1 hija. Baby Einstein vino a darme en la cara con mi promesa de nada de tele cuando fuera pequeña. Necesitaba ducharme o ir al baño sola, y esta era la única forma. Aunque a veces ni con esto podía.
Elena. 46 años. 1 hija. Voy a ser una madre enrollada, liberal... Pues soy mi padre. Igualita. Una carca. Es lo que hay.
Vero. 30 años. 2 hijos. Me leí todo lo que había sobre maternidad, libros, blogs... lo tenía todo clarísimo. Pues ayer vieron dos horas de Peppa Pig, yo estaba completamente superada y ese rato me sirvió para coger aliento... y sobrevivir. Y mira, ni me fustigo ya.
María. 40 años. 2 hijos. Yo me he saltado absolutamente todos los “Yo nunca” de antes de ser madre: "no verán la tele antes de los dos años, no haré colecho..." Me he tragado mis palabras muy ricamente.
Y no pasa nada
Como decía al principio, esto de elaborar planes y teorías es de lo más normal, de la misma manera que lo es darte cuenta de que parte de eso que tenías pensado en realidad, hoy, no funciona para ti.
Para evitar que el choque entre nuestras expectativas y la realidad nos hagan sentir mal, nos afecten a la hora de evaluar nuestra maternidad (e incluso a nosotras mismas), es importante que seas flexible, que aceptes los cambios, que entiendas que las cosas no siempre salen como esperábamos, pero que eso no es malo, para nada.
La maternidad nos va a hacer enfrentarnos a cambios constantes, así es como funciona, porque es un rol que no hemos desarrollado antes, porque son etapas en las que no hemos estado antes...
O incluso, aunque ya hayamos tenido un hijo de tal edad, cuando llegue el segundo no necesariamente las cosas serán iguales. Lo que con uno funcionaba con el otro va fatal y toca golpe de timón y cambio de rumbo. Y no pasa nada.
Diferente no es malo. La clave es, como decía, tener claro que nuestras ideas, nuestros planes, están ahí para tener una línea de horizonte a la que dirigirnos, un marco normativo con el que actuar con cierta coherencia, pero...
Pero es muy probable que según avancemos en el camino nos demos cuenta de que nuestras necesidades, las de nuestros hijos, son otras, o son unas que no habíamos previsto. ¿Qué podemos hacer? Pues cambiar el chip y adaptarnos. Y seguir caminando, de su mano, hacia lo desconocido, y reírnos de nosotras mismas, que es lo más sano del mundo.
Como ves no eres la única. La maternidad está plagada de “Yo nunca” y no solo se dan con ideas que tenías antes de ser madre, no: esta fiesta no acaba nunca, porque cuando son niños empiezas con tus teorías para cuando sean adolescentes... Y cuando llegue ese momento, como ahora, te comerás, seguramente, tus palabras. Disfrútalo... y ríete.