Muchas parejas planean sus vidas como un cálculo matemático. Quiero tener tantos hijos y que se lleven tanta diferencia de edad. Pero, a veces, las circunstancias hacen que cambiemos de idea sobre la marcha.
Tener un hijo debe nacer desde las ganas y el deseo de ser padres nuevamente y de darle un hermanito al hijo o a los hijos que ya tenemos. Más allá de poca o mucha diferencia, cada hijo necesita ocupar su espacio dentro de la estructura familiar.
Como todo, poca o mucha diferencia de edad entre hermanos, tiene sus ventajas y sus desventajas.
Cuando se llevan poca diferencia de edad comparten juegos y mantienen relaciones más fluidas porque las necesidades son prácticamente comunes. La compañía mutua los enriquece y tienen más complicidad. Desde el punto de vista de los padres digamos que se economizan los recursos. Concentran la labor de criar a los hijos en una etapa determinada de la vida. Pañales para todos, biberones para todos, etc. Aunque multiplicar por dos (o tres) las necesidades de un niño pequeño puede ser desgastante y el cansancio es mucho mayor.
Cuando se llevan muchos años (hablo de más de 6) para los padres puede significar un gran esfuerzo volver a empezar. El niño disfruta de su etapa de hijo único durante más tiempo, con sus ventajas y desventajas. El mayor con varios años de diferencia se convierte a menudo en el protector del hermano menor, sirviéndole de guía y apoyo.
Entre las desventajas, apenas comparten juegos y si la diferencia es muy grande, cada uno necesitará su propia habitación. El mayor puede sufrir una crisis de identidad, después de haber sido hijo único durante muchos años mientras que el pequeño corre el riesgo de ser muy mimado.
En fin, espero que si planean la llegada de un hermanito, la decisión sea producto más del corazón que de las matemáticas.
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