A la mayoría de niñas les encantan las princesas Disney y las que no son Disney. Las ven como personajes cuyas historias les atraen y, quién sabe, como modelo de inspiración o imagen de la persona que querrían llegar a ser. A los padres no nos suelen preocupar los ídolos de nuestros hijos, básicamente porque cuando crecen se dan cuenta, ellos solos, que la vida no es un reino, que los niños no son príncipes y que las niñas, por supuesto, no son princesas.
Sin embargo, desde hace un tiempo, existe Princelandia, una cadena de establecimientos pensados sólo para niñas de 4 a 12 años, donde las niñas pueden ir a que le hagan la manicura, la pedicura, spa, para ver moda, etc., que es noticia estos días porque está a punto de abrir el primer establecimiento en Madrid, que será el vigésimo en España.
Veinte inauguraciones en lo que va de año de un negocio que parece estar al alza, porque la empresa tiene previsto abrir como mínimo cinco centros más.
En Princelandia se ofrece a las niñas un mundo de princesas en el que hablar de moda, hacerse tratamientos de belleza, ponerse albornoces rosas para conjuntarse con la decoración general, beber agua y zumos en copas de champán, comer deliciosos y cuidados menús, etc., todo ello para ser disfrutado por las niñas durante dos horas.
Según explica la compañía, es un negocio que “se asienta sobre el modelo educacional de las más pequeñas relacionado con la salud, la alimentación y el bienestar”.
Además, aunque de manera puntual, se organizan talleres de repostería, de protocolo, de creación literaria o de baile por diferentes precios y se ofrece la posibilidad de celebrar cumpleaños para que las niñas disfruten de su día en un mundo como el de los adultos.
Bien, no sé si decir algo o quedarme callado para que deis vuestra opinión en los comentarios (miento, ya sabéis que no me callaré). Anonadado me hallo ante la existencia de estos centros y patidifuso al ver que es un negocio en expansión, porque oye, que exista no es mayor problema, cada cuál trata de hacer negocio como puede, pero ver que las niñas van porque los padres las llevan me genera más controversia (como diría Janice, de Friends: “¡Oh Dios Mío!)
La infancia es un periodo de la vida muy corto que debe exprimirse al máximo jugando, manchándote, trepando, corriendo, explorando y descubriendo y, en definitiva, haciendo lo que hacen los infantes, los niños, compartir tiempo y recursos para aprender los valores más importantes de la vida, que son los que les harán crecer humildes, honrados, sensatos y respetuosos.
Cambiar todo ello por un mundo en el que los niños son tratados como adultos, y no precisamente como los adultos de andar por casa, puede ser peligroso. No creo que una niña de 4 o más años tenga que empezar a preocuparse por cómo le queda un vestido, por una uña que parece habérsele roto, por una cutícula demasiado prominente o por aprender cómo ha de coger la copa para no derramar el zumo. ¿De verdad es divertido para una niña llevar una vida de adulta?
Hace unos días hacía una de esas reflexiones existencialistas en el comedor del centro donde trabajo. Varias mujeres intercambiaban comentarios acerca de las dietas que llevan, una diciendo que “por la mañana tengo que comer kiwi, aunque no me siente muy bien”. La otra comentándole que lo sustituya por otra fruta y la una diciendo que de esa no puede, que sólo puede ser kiwi.
Así siguieron explicando sus pautas y comentando al unísono el hambre que pasan y en ese momento les dije: “Somos una sociedad tan disfuncional, tan anómala…”. No suelo opinar mucho porque siempre me miran un poco raro, pero oye, es que en ese momento, abstrayéndome de la conversación, me chocó ver que la mayoría comen lo que no quieren comer y que la mayoría están pasando hambre sin necesidad (y que muchas arrastran mala leche como consecuencia).
¿No sería más fácil comer equilibrado y hacer un poco de ejercicio? Las dietas no sirven de nada si luego se abandonan cuando ya tienes tu peso ideal, porque sin un cambio de hábitos el peso se recupera. Por eso creo que las niñas deben aprender, en la infancia, a ser buenas personas, a ser amables, honradas y humildes y a respetar y hacerse respetar, o sea, aprender valores de convivencia y, de paso, aprender a llevar una dieta sana y equilibrada, comiendo variado y adoptando ese modo de comer como el normal y natural, y relativizando el aspecto exterior, que sólo nos da quebraderos de cabeza en forma de obsesiones y de intentos por ser alguien que no somos.
En fin, cada cual a sus hijas que les enseñe lo que quiera, pero yo si las tuviera haría que el rosa fuera un color más y trataría de potenciar que jugaran como juegan las niñas y no como juegan las mujeres superficiales.
PS: Si por casualidad aún no os habéis hecho a la idea de qué ofrece Princelandia a las niñas, quizás con este vídeo captéis un poco más la esencia (mi mujer no pudo, o no quiso, acabarlo de ver).
Más información y Fotos | Princelandia
Vía | El mundo
Vídeo | YouTube
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