No conozco a nadie a quien no le guste la música. A unos les gustan unos estilos y a otros, otros, pero casi todo el mundo disfruta con la música y los niños, por supuesto, no son menos.
Dice una conocida frase que “la música amansa a las fieras”, muy acertada cuando a niños se refiere porque la música les centra de nuevo cuando están nerviosos en un estímulo concreto, porque una nana les ayuda a dormir, porque se divierten bailando…
El caso es que este poder de la música no pasa desapercibido y son ya muchos los centros que la utilizan para ayudar a los niños a estimular o mejorar sus capacidades o, si es necesario, a ayudar en su desarrollo a aquellos que por alguna razón van más despacio que sus iguales.
Las terapias que se llevan a cabo con la música como eje reciben el nombre de musicoterapia y a mí personalmente me parecen una maravilla, como también me lo parece la risoterapia: ¿se os ocurre mejor manera de aprender algo que divirtiéndote?
¿Cómo puede ayudar la música a un niño?
Pues de muchas maneras. Por ejemplo, un niño que presta atención a una música determinada o a una canción ya está haciendo algo: prestar atención. Muchos niños tienen dificultad para centrarse en actividades concretas y muchos lo hacen por sólo unos momentos. Con la música como eje, y a partir de esa atención, se pueden trabajar otras cosas como la articulación de las palabras (ayudarle a que vocalice correctamente cuando está cantando), la construcción de frases (“vamos a poner letra a esta canción”) o simplemente (que no es poco), tratar situaciones emocionales complejas con la alegría y diversión que proporciona la música.
¿Por qué música?
Bueno, quizás sea más adecuado decir, ¿por qué no? Como ya he dicho más arriba, es poner música y los niños se activan, si ésta es divertida y conseguimos hacerles partícipes del momento, o bien se relajan, si nuestra intención es que se centren en una música suave y que respiren profundamente y se relajen.
De todas maneras, respondiendo a la pregunta, música sí (parece un programa de televisión) porque es divertida, porque a los niños les gusta, porque con ella se desinhiben, porque música, más o menos bonita o más o menos rítmica, puede hacer cualquiera, incluso los niños, y por eso pueden trabajar con ella y mediante ella.
Más ejemplos de la música como terapia
La música la puede hacer uno solo, sin necesidad de nadie más y evadirse en cierto modo del mundo, centrando toda la atención y la motricidad en hacer sonar lo que tengas entre manos. Esto puede ayudar a los niños a conocer sus habilidades, sonidos, capacidad de hacer cosas nuevas, a desarrollar la psicomotricidad (ahora toco esta tecla, ahora esta otra)… y la música se puede hacer en grupo, con otros compañeros que también hacen música, compartiendo tiempo y momentos con ellos, promoviendo la relación, la coordinación, el entendimiento con los demás, etc.
Por otra parte, con un poco de imaginación, la música puede servir para otorgar valor o diversión a tareas que los niños deben hacer. Por ejemplo, si tienen que hacer ejercicios de respiración, se puede utilizar una flauta o una trompeta imaginaria al ritmo de la música que suena (cuando respirar por respirar de determinada manera es tremendamente aburrido). Otras tareas, como las que conllevan memorización, ya lo sabemos todos, con una canción se aprende mucho mejor.
¿Qué puede tratar la musicoterapia?
La música puede ser un eje importante de actuación a la hora de tratar de desarrollar la vertiente cognitiva de un niño, la social, la emocional o la motriz. Por poner algunos ejemplos, con la musicoterapia se pueden tratar retrasos del lenguaje, retrasos madurativos, problemas emocionales, de conducta, de aprendizaje, falta de habilidades sociales, retraso mental, parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo, etc.
Pero evidentemente no tiene por qué tratar algo concreto, sino que puede utilizarse con cualquier niño (y adulto), porque la diversión es algo que no puede negarse nunca a nadie y, si además sirve para estimular y para generar aprendizaje, todos deben poder hacer uso de la música si quieren.
¿Si llevo a mi hijo a un centro de musicoterapia, qué va a hacer?
Lo más habitual que se hace en un centro donde se realizan sesiones de musicoterapia es:
- Cantar canciones, con lo que aprenderá las letras de dichas canciones, palabras, frases, etc.
- Escuchar música para que atiendan, para que aprendan a discriminar sonidos, para estimularse o para relajarse.
- Juegos musicales: actividades dirigidas en las que interviene algún instrumento, con objetivo y normas concretas.
- Componer canciones: para dar rienda suelta a la imaginación y la creatividad, pudiéndose inventar la música y la letra, o cambiando la letra de alguna canción conocida.
- Improvisación: tocar por el simple placer de tocar, o cantar… inventando y disfrutando con ello.
- Viajar con la música: utilizar las audiciones de música para trasladar a los niños a otros lugares con la imaginación, como si entraran por un instante dentro de un cuento.
- Tocar diversos instrumentos: en solitario o en grupo, para que aprendan sus sonidos, cómo se tocan, diferentes movimientos y gestos necesarios para hacerlos sonar, que se coordinen con sus compañeros, etc.
¿Y en casa puede hacerse?
Por supuesto. Todo lo explicado puede hacerse en casa, por lo que podemos montarnos nuestras propias sesiones de musicoterapia si queremos con nuestro hijo. Nosotros, por ejemplo, solemos incluir casi siempre algún instrumento cuando tocan regalos. Cuando son pequeños son muy recomendables los de percusión, incluido el xilófono (lo siento por vuestros oídos) y los típicos teclados infantiles.
Con ellos podrán hacer música y podremos estar con ellos compartiendo tiempo, aprendizaje, experiencias y haciendo todo lo que hemos comentado. Incluso se puede echar mano de los vídeos de Karaoke que pueden encontrarse por la red para inventar nuevas letras con canciones conocidas, por ejemplo, o simplemente pasar el rato inventando música, como si de una jam session se tratara.
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