Podemos catalogar la infancia como el periodo que va desde el nacimiento hasta los 11 y 12 años, que comienza la adolescencia. Esta primera etapa de la vida se caracteriza por presentar los mayores cambios físicos, psíquicos, sociales y emocionales, así como un importantísimo desarrollo cognitivo.
Se trata por tanto de una etapa muy delicada que requiere de los mejores cuidados y educación, pues es la base sobre la que se asentará la personalidad del niño. Sin embargo, a menudo los padres nos quejamos -medio en broma, medio en serio- de que nuestros hijos no llegan al mundo con un manual de instrucciones bajo el brazo, y no siempre resulta sencillo criarles y educarles.
Por eso, y al igual que hicimos hace tiempo con los adolescentes, hoy queremos resumir los 11 aspectos principales que nuestros hijos en edad infantil quieren que sepamos, para así relacionarnos con ellos de una forma más positiva y respetuosa.
"Tu cerebro y el mío son muy diferentes"
Por lo general, los adultos sabemos que el cerebro del niño no es como el nuestro, pero en la práctica no tenemos en cuenta sus particularidades y educamos sin ser conscientes de estas diferencias, interpretando sus actuaciones desde nuestro cerebro adulto y racional.
Por otro lado, es importante entender que los niños aprenden mediante la observación y la experimentación. Necesitan preguntar constantemente porque tienen una curiosidad innata, necesitan tocar, experimentar, analizar la causa-efecto de las cosas...y esto les lleva en muchas ocasiones a actuar de manera instintiva y poco aceptada socialmente.
Entiendo por qué actúan cómo lo hacen y acompañándoles de manera respetuosa, lograremos conectar con nuestros hijos y educarles de forma positiva.
"No he venido al mundo para torearte, fastidiarte o hacerte la vida difícil"
Teniendo en cuenta los aspectos que acabamos de mencionar - y dado que los niños son puramente emocionales en sus primeros años de vida -, es normal que se enfaden, se frustren, griten, tengan rabietas o nos reclamen continuamente.
Ante estas situaciones que nos desbordan, los adultos tendemos a decir que el niño "nos torea", "nos desafía", "nos toma el pelo", "nos desquicia"... pero es importante tener presente que en ningún momento lo hacen con esta finalidad (de hecho, los niños no entienden estos conceptos y la maldad que llevan implícitos), sino que forma parte de su sano desarrollo.
Así pues, si un niño nos pide brazos o se muestra especialmente demandante es porque lo necesita, y si sentimos que en algún momento "nos reta", nos da la espalda o parece estar enfadado con el mundo, debemos tratar de averiguar los motivos que le llevan a actuar así y guiarle con amor y respeto.
"Cuando llore o tenga un mal día, acompáñame"
Los niños pueden estallar en rabietas cuando menos lo esperamos, sobre todo cuando son pequeños y su capacidad de verbalizar lo que sienten es todavía reducida. Para poder manejar las rabietas de nuestros hijos de forma respetuosa, primero tenemos que entender que no son algo negativo que deba evitarse, prohibirse o esconderse, pues son la manera que tienen los niños de expresarnos sus emociones.
El llanto o la rabieta de un niño jamás debe ser ignorado ni minimizado con frases como "no es para tanto", "no llores", "eso es una tontería".... Haciéndolo le estaremos dando la espalda y transmitiéndole el mensaje de que lo que le suceda no nos importa. Es decir, se sentirá desplazado, incomprendido y humillado.
Todos tenemos derecho a tener un mal día, muy especialmente los niños, ya que carecen de las herramientas de gestión emocional necesarias para enfrentarse a ellos. Ayudémosles a poner palabras a sus emociones, a expresarlas y gestionarlas desde el respeto y el acompañamiento.
"Escúchame (pero de verdad) cuando te hable"
A menudo nos quejamos de que nuestros hijos no nos escuchan cuando les hablamos pero, ¿les escuchamos nosotros a ellos? Probablemente, la respuesta sea 'no'. Y es que escuchar es mucho más que oír lo que el niño nos está diciendo.
Escuchar es poner toda nuestra voluntad, intención y atención cuando nos hablan. Es desplegar nuestros cinco sentidos y dejar a un lado todo lo demás. Es mirarles a los ojos y ponernos a su altura para que esa comunicación fluya de manera positiva, generándose el sentimiento de 'conexión' que todos los niños necesitan para sentir que pertenecen.
"Enséñame con paciencia, amor y respeto"
Los niños no llegan al mundo con las normas sociales aprendidas. No nacen sabiendo lo que está bien y lo que está mal. Tampoco saben lo que significa compartir, estarse quieto, ser ordenado, obedecer, darse prisa, ser limpio, actuar con educación...
Todo eso lo irán aprendiendo poco a poco, pero para hacerlo necesitan amor, tiempo, paciencia y acompañamiento respetuoso por parte de los adultos. Ni qué decir tiene que los gritos, los castigos, los chantajes o las amenazas no son una forma respetuosa de educar y pueden dañar profundamente la autoestima del niño y nuestra relación con él.
"No me compares"
Todos sabemos que cada niño es único, y que al igual que los adultos, tienen su propia personalidad, desarrollo y carácter exclusivo. Pero a pesar de tener clara esta premisa, nos empeñamos en compararlos casi constantemente.
Por tanto, dejemos a un lado a las comparaciones, los encorsetamientos, los estereotipos y los roles de género y eduquemos y criemos niños y niñas libres desde pequeños, con el objetivo de ayudarles a convertirse en personas autónomas, fuertes emocionalmente y preparadas para enfrentarse a los retos que les deparará la vida.
"Respeta mis ritmos"
Y muy unido al punto anterior está también el respeto hacia los ritmos del niño. Y es que con demasiada frecuencia forzamos a los niños a hacer cosas para las que todavía no están preparados (madurativa o emocionalmente), bien sea porque vemos que otros niños lo hacen, porque nos dejamos llevar por comentarios del entorno o porque consideramos erróneamente que ha llegado el momento.
Así, muchos niños son forzados a caminar antes de tiempo, a dormir en su propia cuna o cama cuando todavía necesitan la presencia de sus padres al lado, a dejar el pañal cuando aún no están preparados, a leer cuando no han alcanzado suficiente madurez cognitiva...
Estimular a los niños es bueno -siempre que se haga de forma respetuosa-, pero hemos de tener cuidado y no volcar en nuestros hijos las prisas por aprender, evolucionar y conquistar nuevos logros. Es fundamental dejarles espacio para disfrutar de su crecimiento, sin presiones ni objetivos elevados
"No me etiquetes"
"Hiperactivo", "descarado", "el más guapo", "inteligente", "pesado", "antipático", "tímido", "vago", "bueno", "organizado"... las etiquetas que a menudo utilizamos con los niños son innumerables. Seguro que en muchas ocasiones ni siquiera nos paramos a pensar en lo que decimos o cómo lo decimos: nos salen solas, y probablemente desconocemos el daño que pueden hacer.
Pero las etiquetas son dañinas, merman la autoestima del niño y le obligan a actuar en base a ese calificativo o a lo que los demás esperan de él. Por eso, cuando hablamos de niños es importante no generalizar ni pensar que "todos son iguales", porque como en cualquier etapa de la vida, cada persona es única y se merece el máximo respeto y confianza.
"Déjame ser creativo"
La creatividad es algo innato en los niños. Nacen siendo seres libres y creativos por naturaleza, pero a medida que van creciendo y se ven influenciados por diferentes ambientes (tanto en la escuela como en casa), la creatividad se va perdiendo o reprimiendo, según las directrices de los adultos de su entorno.
Como padres, es importante permitir y fomentar el desarrollo de la creatividad de nuestros hijos. Y entender que esa creatividad que tienden en la infancia será la que les permita resolver eficazmente situaciones de su vida cotidiana en el futuro.
"Déjame ser autónomo y déjame equivocarme"
Es recomendable y positivo favorecer la autonomía del niño, preparando nuestra casa para que pueda desenvolverse y dándole la oportunidad de hacer las cosas por sí mismo. No olvidemos que a los niños les gusta aprender y contribuir, por lo que tener la posibilidad de hacer ciertas tareas no solo fomentará su independencia, sino que le permitirá crecer seguro y confiado.
Pero también debemos saber que en el desarrollo de esa autonomía los niños se equivocarán más de una vez. No caigamos en la tentación de evitar que fracasen y se frustren, ni hagamos las cosas por ellos para hacerlas mejor y más rápido. Los niños necesitan aprender de sus errores y para ello, necesitan nuestro acompañamiento paciente y respetuoso.
"Juega conmigo"
El juego es la actividad infantil por excelencia. Mediante el juego los niños no sólo se entretienen, sino que también aprenden a relacionarse con el mundo que les rodea. Acompañarlos en este descubrimiento del mundo fortalece su autoestima y es clave para su desarrollo.
Pero además de ser muy positivo para su aprendizaje, jugar con nuestros hijos tiene un incalculable valor emocional, pues es tiempo que les dedicamos en exclusiva, que sirve para demostrarles lo mucho que les queremos y nos importan, y que pasará a formar parte de sus recuerdos por el resto de su vida.
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