Estamos acostumbrados a los métodos habituales en los colegios que nos cuesta imaginar que exista otra forma de estructurar y organizar el aprendizaje. Y me gustaría hablaros hoy de una de estas fórmulas de aprendizaje diferente: el colegio al revés.
Lo habitual es que los niños, en el colegio, atiendan al profesor que explica el tema o leen el libro de texto, añadiendo los comentarios pertinentes el maestro. El proceso es vertical y, con matices, unidireccional: el educador enseña y el alumno asimila. Luego, el niño, en casa, estudia y hace los deberes. Un modelo que empieza a revelarse como acabado.
Pues bien, en un colegio francés, situado en Saint-Brieuc, han decidido desde este curso organizar el trabajo de otra manera. Han hecho el colegio al revés.
Los profesores comentan que era desesperante pasarse las horas dando explicaciones a alumnos medio dormidos en clase y que ahora, en cambio, el resultado es mucho más activo y participativo. Los alumnos comienzan estudiando sus lecciones en casa y disponiendo de material multimedia que consultan en sus ordenadores. Estudian a su ritmo, con más empeño en lo que no entiendan y rápidamente en lo que captan a la primera. Pueden ver videos y pinchar en enlaces variados que complementan las explicaciones de forma muy visual y atractiva.
El aprendizaje se hace de forma autónoma y los alumnos colaboran unos con otros, por ejemplo, realizando consultas en un foro. Luego, en clase, el profesor va de mesa en mesa, hablando personalmente con cada alumno, respondiendo a las preguntas que le dejaron en el foro y repasando sus cuadernos donde deben hacer resúmenes de lo aprendido, aunque, también, se piden exposiciones orales en otra ocasiones.
Aunque igualmente hay alumnos desmotivados, el nivel general de satisfacción, disfrute y participación es mayor, y parece que todos están contentos con este colegio al revés. Creo que ya es hora de que nos enfrentemos a los hechos: para mejorar la calidad educativa no se puede seguir con el mismo modelo del siglo XIX, hay que invertir y hay que innovar.
Via | Le Point.fr
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