Después de hablar hace unos días del papel de algunos padres y madres como portavoces de los niños hoy quiero ir un poco más allá, hablando de aquellos padres que, ejerciendo de portavoces o simplemente hablando del tema de los hijos, tema muy típico cuando se es padre, acaban explicando cosas de ellos en su presencia.
De nuevo, y como hiciera en la anterior entrada, el error depende de la edad del niño. Tener un bebé en brazos y hablar de él, de cómo duerme, cómo come, las cosas que hace y todas estas cosas que tanto nos gusta explicar es algo de lo más normal del mundo. Sin embargo, cuando el niño es ya capaz de entender lo que decimos e incluso capaz de explicarse, es irrespetuoso hablar de ellos estando presentes, precisamente, como si no estuvieran.
Está claro que no se hace con mala intención, son diálogos que los padres han tenido siempre con otras personas de cuando sus hijos eran bebés y simplemente continúan haciendo lo mismo, explicando cómo duermen, cómo comen, cómo se portan, cosas que dicen, cosas que hacen,... y añadimos nuestra opinión a todo ello.
Si ellos están presentes pueden oír en un momento una valoración breve por nuestra parte, con opiniones que quizás nunca le hemos expresado directamente: "es muy bicho", "por las noches no veas las que me lía", "es así o asá" y según lo que digamos de ellos podemos estar reforzando las conductas. Imagino que habréis leído u oído en más de una ocasión que no es recomendable etiquetar a los niños, que no podemos decir nunca de nuestro hijo que es bicho, malo o trasto, precisamente porque cuando lo oye de nuestra boca acaban reafirmando su comportamiento "soy un trasto, soy malo, me tengo que comportar de ese modo". Y si encima caemos en el juego, con el otro adulto, de ir explicando sus trastadas, a ver qué niño la ha hecho más gorda, ni te cuento, pues pudiera parecer que estemos explicando los logros y trofeos de nuestros hijos.
Quizás, por contra, hablemos bien de nuestro hijo. Esto puede ser beneficioso en caso de que, ciertamente, nuestro hijo sea un poco "perlilla", es decir, problemático en algún sentido. Oírnos hablar con otras personas de lo cariñoso que puede llegar a ser o de que antes parecía que tenía problemas con los demás, pero ahora se ha calmado y ya es capaz de estar con otros niños sin hacerles daño (pese a que no sea del todo cierto) puede ayudarle a ver qué es lo que valoramos más en la actitud de un niño, qué esperamos de él y qué nos hace felices.
Pero esto que acabo de comentar es una estrategia educativa, un recurso a utilizar en momentos puntuales, sabiendo que en realidad es irrespetuoso hablar de ellos en su presencia porque, en cierto modo, estamos contando cosas de su intimidad, de su manera de ser y actuar, y lo hacemos precisamente cuando él esta presente y cuando él podría contarlo igualmente, siendo él más capaz que nosotros de decidir hasta dónde contar.
Dicho de otro modo, imaginad que un adulto nos preguntara algo a nosotros y que respondiera nuestro hijo contando más de lo que a nosotros nos gustaría contar, ya sabéis: "¿Que como está mi padre? Pues aquí lo tienes, quejándose últimamente por unas arrugas que le han salido, quejándose porque se hace mayor y esas cosas... en el trabajo, ya que preguntas, no le debe ir muy bien, porque siempre se está quejando de lo plasta que es su jefe, que lo tiene amargado mientras su compañero de trabajo, que llegó más tarde que él, parece estar mejor visto..., por cierto, ¿tú quién eres?". No es correcto hacer de portavoz, como dijimos el otro día, y no es correcto hablar de los niños como si no estuvieran delante, porque es una manera de menospreciarles, de dejarlos a un lado, de no dar valor a su presencia. De igual modo que no hablamos con otras personas de alguien que está presente ("¿Hola?, ¡¡sigo aquí!!"), no debemos hacerlo con nuestros hijos, porque aunque no nos lo digan, a nadie le gusta parecer invisible.
Foto | Tobyotter en Flickr En Bebés y más | Educar con respeto (I) y (II), La autoestima de los niños: apego y límites, Oportunidades para aumentar la autoestima en el niño