El debate sobre los beneficios y desventajas de la jornada escolar intensiva o discontinua lleva muchos años abierto.
Para cerrar la polémica, la Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP) ha firmado un documento de posicionamiento, donde concluye que la jornada escolar partida mejora el rendimiento de los niños y adolescentes, ya que mejora su ritmo biológico.
Además, aconsejan que se retrase la hora de inicio de las clases y aseguran que el comedor escolar debe ser considerado "un elemento educativo trascendental".
Modelo tradicional en España
Tal y como reflejan los pediatras valencianos, la jornada partida ha sido la más común en nuestro país, aunque cada vez más centros abogan por no parar a la hora de la comida.
Los expertos en salud infantil señalan que es más adecuada la jornada tradicional de 9 a 12 y de 15 a 17 horas, ya que se puede adecuar mejor a los ritmos biológicos de los menores, al favorecer el sueño y su rendimiento académico, sobre todo en los adolescentes.
Sin embargo, la concentración de la jornada lectiva entre las 9 y las 14 horas (aunque el centro permanezca abierto hasta las 17 h) puede favorecer las distracciones o la somnolencia.
Según el doctor Gonzalo Pin Arboledas, jefe de la Unidad de Pediatría Integral y la Unidad de Sueño Infantil del Hospital Quironsalud Valencia y uno de los impulsores de este documento:
“En la elaboración del horario escolar con las respectivas asignaturas se ha de tener en cuenta que los momentos de mayor atención se producen a media mañana y en horario de tarde”.
El 'jetlag' adolescente
No es la primera vez que hacemos referencia al cambio de ritmo de sueño durante la adolescencia.
Casi nunca tenemos en cuenta que los ritmos circadianos sufren algunos cambios en esta etapa, debido a la melatonina, que se suele segregar a horas más tardías que en niños y adultos. De ahí que aguanten más por la noche y les cueste abrir los ojos por la mañana.
En 2004, investigadores de la Universidad de Múnich demostraron que los adolescentes tienen un sentido diferente del tiempo: el ciclo de 24 horas que determina cuándo nos despertamos y cuándo nos acostamos se retrasa durante la adolescencia, alcanzando su punto más tardío a los 20 años.
Además, si no duermen horas suficientes, producirán menos cortisol del necesario para que el cuerpo se despierte con energía por la mañana y también para propiciar un correcto desarrollo de los jóvenes en crecimiento. Porque durante el sueño también se producen procesos relacionados con el desarrollo, la secreción de la hormona del crecimiento, la regeneración neuronal…
De ahí que la SVP recomiende que las clases (sobre todo de los adolescentes) empiecen entre las 8:30 y las 09:00 horas y que la distribución del horario lectivo, con respecto a las materias cursadas, se organice según los momentos de mayor atención del alumnado.
Comedor escolar como parte de la educación
El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. reunió hace unos años diferentes estudios científicos para demostrar que los institutos del país norteamericano deberían establecer horarios de inicio a una hora más tardía.
Existe suficiente evidencia médica que concluye que los adolescentes que empiezan las clases demasiado temprano, corren un mayor riesgo de obesidad, depresión, uso de drogas y malas notas.
Algo con lo que están de acuerdo los pediatra valencianos, que apuntan que en su comunidad, en torno al 30-40% de los niños y adolescentes padece sobrepeso u obesidad. Por eso, el doctor Luis Carlos Blesa Baviera, presidente de la SVP asegura que:
"El comedor escolar, con la implicación de toda la comunidad escolar, debe ser considerado un elemento educativo esencial, especialmente en la situación actual de obesidad infantil epidémica, por lo que debe ser una actividad formativa y de aprendizaje más”.
Añade el presidente de la SVP que “los hábitos nutricionales adquiridos en el ámbito escolar deben servir como elemento de transmisión a otros ámbitos, para conseguir una alimentación saludable de los niños, las familias y la sociedad en su conjunto”.
De cualquier forma, desde la Sociedad Valenciana de Pediatría señalan la importancia de consensuar el tipo de jornada entre todos los agentes implicados en la educación y salud de los niños: padres, madres y profesores, además de pediatras, nutricionistas, sociólogos y cronobiólogos.
Explican que "tanto la jornada continua como discontinua presentan ventajas e inconvenientes de diversa índole", por lo que ven necesario formar un grupo de trabajo que las valore para "llegar al mejor consenso posible".
Vía | Sociedad Valenciana de Pediatría
Fotos | iStock
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