Durante esta semana Bebés y más se ha propuesto analizar a fondo el preocupante tema de la hipersexualización de nuestros hijos, especialmente en lo que se refiere a las niñas. Lo hemos hecho con un artículo en el que hemos dado una visión general del problema y con una serie de entrevistas a especialistas en psicología infantil.
Terminamos hoy con esta entrevista a Olga Carmona, psicóloga clínica y experta en Psicopatología Infanto-Juvenil a quien podemos leer en su página Psicología Ceibe.
¿Existe realmente un patrón de hipersexualización de las niñas en la publicidad?
Si, existe y se podría generalizar a todos los países desarrollados. En el año 2007 la Asociación de Psicología America (APA) publicó un documento en el que ya se denunciaba la tendencia sexualizadora de nuestros niños en las sociedades modernas.
¿Qué decía ese informe?
La APA advertía una preocupación por que el fenómeno se reflejaba en todo el espectro infantil, ropa, juguetes, videojuegos, series de TV destinadas a ese público, haciendo demasiado hincapié en los beneficios que el erotismo puede proporcionar, sobre todo a las niñas. Este estudio reflejó que las niñas, a partir de los 4 años son bombardeadas con modelos de éxito social que triunfan en la vida tener aquellos atributos físicos que el mercado impone, no por cualidades personales ni profesionales.
En definitiva, decían, que la sexualidad acaba por excluir otros aspectos de la personalidad y se convierte en el único parámetro válido para juzgar la valía de un individuo.
¿En qué se materializa todo esto?
Las pequeñas de la casa no están ocupadas en jugar con plastilina, colorear o aprender a montar en bicicleta. Ahora se empeñan en tener el tipo de Beyoncé, bailar como Shakira, vestir tops y minifaldas que dejen su ombligo al aire, y se preocupan por cuando sus padres les darán permiso para hacerse un tatuaje, un piercing y un aumento de mamas que les permita volver locos a los chicos.
¿Qué razones hay para este fenómeno aberrante?
Las razones son básicamente de consumo. La moda, principal artífice del uso de las niñas como reclamo publicitario a modo de Lolitas cada vez más jóvenes, impulsa esta imagen como un potente gancho comercial para vender sus productos.
Nuestra sociedad no se ha liberado del machismo, ¿verdad?
Por otro lado, vivimos en una sociedad con profundas contradicciones y con grandes dosis de doble moral. El sexo vende en cualquier caso, y la actitud de la sociedad sobre la sexualidad femenina es como mínimo confusa y anclada en patrones machistas. Por un lado se critica a una mujer que se vista de forma provocativa, pero se acepta a una niña vestida como una mujer, maquillada, con tacones y minifalda y a una mujer vestida como una niña, bordeando los límites de la pedofilia.
Y profundizando un poco más se podrían encontrar razones que tienden a cronificar el machismo, es decir, si se sigue transmitiendo una sexualidad donde las mujeres responden a patrones no establecidos por ellas, ni siquiera negociados, y si se hace desde la infancia, es mucho más fácil tener después una generación de mujeres pasivas que viven para satisfacer las expectativas de un mundo dominado por hombres.
¿Porqué las niñas se ven arrastradas a seguir estos patrones?
No es que se vean arrastradas a seguirlo, es que están siendo socializadas, endoculturadas en un ambiente en el que determinados comportamientos se ven reforzados.
Si se las bombardea desde la cuna con un entorno que les dice que si se visten de tal manera, si se “disfrazan” de mujeres, si se contonean como sus ideales de éxito, van a recibir la aprobación social, van a lograr el éxito, ellas (y ellos) lo harán.
En edades tempranas, los niños aprenden básicamente por imitación, buscan modelos a los que imitar, referentes que les digan cómo comportarse en un mundo para ellos confuso, indescifrable y difícil. Si el mensaje que les llega es el de una sociedad que sobrevalora determinada idea del sexo, ellos la aceptarán como válida y adoptarán el modelo.
¿Qué efectos puede tener esto en su desarrollo psicosexual?
Los efectos son aún impredecibles, aunque ya empezamos a encontrar profundos desequilibrios en el desarrollo madurativo de los niños. Hay, por ejemplo, una precocidad en la aparición de la adolescencia, y aparece el término preadolescencia, que en generaciones anteriores ni existía.
Esto significa que nuestros niños se están saltando etapas de desarrollo y esto siempre implica un desajuste. Por ejemplo, tenemos datos de que en Francia el 37% de las niñas asegura estar a dieta, las conversaciones sobre moda y peso ideal aparecen antes, las niñas son estimuladas constantemente por la televisión, las revistas juveniles, y van asumiendo con una naturalidad perversa su condición de objetos sexuales, van adquiriendo la creencia de que la sociedad las va a cotizar en función de lo atractivas que resulten para los hombres.
¿Hasta que punto han cambiado los objetivos vitales de las niñas?
Hay estudios que concluyen que los objetivos de las chicas de la segunda mitad del siglo pasado, es decir, las madres de estas niñas, eran tener éxito en los estudios, ser valoradas como personas y crearse su propio camino profesional, mientras que el objetivo de las niñas de hoy es un buen físico aunque para ello tengan que pasar por el quirófano.
Sirva como ejemplo que una operación de aumento de pecho es uno de los regalos más frecuentes de los padres antes de cumplir los 18 años. Las niñas lo demandan por su cumpleaños o por Navidad y acuden a las clínicas de estética pertechadas de la foto de su ídolo para tener su pecho, sus labios o su mentón…
Encontramos también un aumento en los porcentajes de niñas afectadas por trastornos de alimentación, principalmente anorexia y bulimia, que empiezan entre los cinco y los nueve años. En el caso de los niños hay también una mayor afectación que en años anteriores.
¿El descubrimiento y desarrollo normal de la sexualidad se pervierte con esta precocidad forzada?
Exacto, me gustaría no dejar pasar por alto que esta hipersexualización del universo infantil conlleva una aproximación muy violenta al mundo de la sexualidad adulta, saltándose etapas, perdiéndose experiencias imprescindibles que les introduzcan de forma sana a una parte esencial de lo que después será su vida en pareja y su forma de entender las relaciones sociales, no sólo sexuales.
La mayoría de los expertos coincidimos en que hemos disminuido la calidad de vida de nuestros niños. El principal índice de desarrollo adecuado es el bienestar emocional, sin imposiciones del mundo adulto para las que no están, ni deben estar, preparados. El erotismo, la sensualidad, la sexualidad son capacidades que se irán dando paulatinamente, adoptando su forma específica en cada etapa del desarrollo y acercándose a los patrones adultos hacia la adolescencia.
Por supuesto que hay sexualidad en los niños, porque es condición humana, pero se manifiesta de forma muy diferente a la que los medios nos cuentan y les cuentan. Se expresa en la conciencia de identidad de género, en saber que se es hombre o mujer, en los juegos de roles (papás y mamás), en la curiosidad por conocer las diferencias en el cuerpo del otro, pero no hay erotización alguna en ello. Se trata de un proceso que, si no se adultera por intereses tóxicos, les llevará a vivir una sexualidad adulta libre.
¿Qué pueden hacer los padres para evitarlo o moderar este influjo?
Estar atentos, estar presentes. Participar de la vida de nuestros hijos de forma real, interesarnos por lo que leen, por lo que ven, canalizar y filtrar el ingente bombardeo que les llega por todas partes. Dosificar los medios.
Hablar, hablar, hablar, hablar. Escuchar, escuchar, escuchar. Ayudarles a diferenciar lo que es realidad de lo que es ficción, lo que son valores que te hacen crecer como persona y lo que son adornos, maquillaje.
¿Qué otras cosas pueden hacer los padres?
Ofrecer alternativas para mitigar el efecto, alternativas en las que participemos nosotros que tengan que ver con el respeto, con la empatía, con la generosidad, con la tenacidad, con es esfuerzo personal. Y, sobre todo, ser referente a través del ejemplo.
Para esto y para todo lo demás en educación y crianza, somos su espejo y verán el mundo a través de nosotros, nuestro filtro será su filtro y nuestra manera de actuar impregnará definitivamente la suya.
Así, cuando lleguen los años difíciles, la adolescencia, precoz o no, tendrán raíces, tendrán criterio. No serán invulnerables y por supuesto que serán influenciables por las presiones sociales pero habremos dejado un poso sólido en su personalidad que les ayudará a saber diferenciar y salir mínimamente ilesos de tan difícil e imprescindible trance.
¿A qué edad debemos empezar la educación sexual?
Desde el principio y en función de la su propia demanda. Ellos nos guían.
No soy nada partidaria de recetas porque nada hay más complejo que la psicología humana y cualquier receta peca de reduccionismo y simplismo, pero sí que hay unas pautas generales para hablar de sexualidad con los niños.
No dar más información que la que ellos piden porque necesitan ir procesando cada dato nuevo a su ritmo y sin inundaciones; no mentir nunca, no inventar fábulas de cigüeñas francesas que, por otro lado, no paren sino que ponen huevos.
No utilizar eufemismos para nombrar a los genitales, porque ello implica un escondite, un no llamar a las cosas por su nombre y los niños son expertos detectores de contradicciones.
Cuando un niño pregunta, habría que devolverle la pregunta para saber primero qué sabe él acerca de lo que está preguntando y de dónde ha obtenido la información.
Es complicado, desde luego, pero indispensable.
Se me ocurre que seguramente muchos padres necesitarán hacer un trabajo personal relacionado con su propia sexualidad para poder responder con afecto, naturalidad y honestidad.
La sexualidad no es algo paralelo a nuestra existencia, sino que es parte de nosotros, una parte esencial de nuestra construcción y trayecto como seres humanos, y como tal, debe ser transmitida a nuestros niños.
Le agradecemos enormemente a la psicóloga Olga Carmona esta entrevista que ha concedido a Bebés y más, y esperamos poder seguir contando en el futuro de sus consejos.
Terminamos con esto nuestra semana dedicada al análisis en profundidad del fenómeno de la hipersexualización de las niñas y esperamos que haya servido a nuestros lectores para conocerlo mejor y paliar sus efectos en sus hijas e hijos.
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