Hemos hablado con la psicóloga Paz Ferrer Ispizua, especialista en duelo además de doula, sobre la manera de identificar el momento en el que una madre que ha sufrido un aborto puede llegar a necesitar terapia psicológica. Hoy publicamos la segunda parte de esta entrevista, en la que profundizamos un poco más sobre la dimensión emocional del aborto natural, la terapia psicológica post aborto y el proceso de duelo que esta crisis vital hace necesario.
¿Nuestra sociedad niega el dolor del aborto natural o lo minimiza?
Nuestra sociedad teme al dolor y lo minimiza, lo banaliza o lo hace desaparecer. La muerte es un tabú, y la muerte de un bebé no nacido, precisamente por ser menos visible, es más fácil de negar o desdibujar. Es una expresión nuestro miedo, como sociedad avanzada y tecnológica, a aquello que no podemos controlar aún, que es la muerte.
¿Es diferente el proceso de duelo en el caso de aborto natural?
Todos los procesos de duelo, aún los de la misma persona, son diferentes entre sí. Sin embargo, a rasgos generales, en un aborto natural suele haber más sensación de incontrolabilidad, de “no servir para gestar”, de haber hecho algo mal o contraproducente sin saberlo, y sentirse culpable con ello.
Probablemente sean la falta de control, la impotencia ante lo inevitable, la indefensión, los aspectos más característicos de este tipo de abortos, pero cada caso es diferente.
¿Qué temores son normales y cuando empiezan a resultar patológicos?
Todos los temores son normales, que sean “patológicos” es una cuestión de grado. No es tanto cuál es miedo, sino qué ocurre con él: si ese temor domina la vida de la persona, si la invalida para continuar, si no deja que la herida se cierre, empieza a ser patológico.
“Pathos” significa, originalmente, “dolor”. Hay un dolor que es normal, que es “sano”, que es curativo, y hay un dolor que nos impide vivir, que nos lastra, que no nos deja movernos ni continuar. Éste es el dolor patológico.
¿Cuáles son los temores más habituales de las mujeres que sufren un aborto espontáneo?
No servir para gestar, tener “algo malo” en su cuerpo que lo impida, que la situación se repita, haber hecho algo mal que lo haya provocado, etc. En general, temores que tienen que ver con interpretar un hecho que, en general, escapa al control como algo que “han hecho” ellas, así como a que vuelva a ocurrir.
¿Conocer la causa del aborto, ayuda o es peor?
En general, conocer las causas ayuda a entender los sucesos, a integrarlos, pero hay ciertas situaciones en las que hay que elaborar la culpa que se pueda despertar: por ejemplo, si no se ha tomado cierta sustancia y el embarazo se ha perdido por una malformación, si hay defectos genéticos en la familia, etc. En estos casos es muy importante hacer un trabajo para desculpabilizar y aprender a perdonar y perdonarse.
Conocer las causas nos permiten hacer atribuciones, y en ese sentido pueden disminuir la ansiedad, pero hay que estar atentos a que no se produzcan otros efectos colaterales que sean contraproducentes.
¿El sentimiento de culpa influye?
La culpa es la emoción más peligrosa, porque es destructiva: no genera ningún movimiento, y va consumiendo la energía de quien la experimenta. Cuando una persona se siente responsable de un suceso puede hacer algo por repararlo, o puede perdonarse y aceptar las consecuencias que no puede reparar; cuando una persona se siente culpable, solamente puede autocompadecerse.
En este sentido, aprender a delimitar hasta dónde llegan las responsabilidades de cada persona (madre, padre, personal sanitario, en su caso, etc.), aceptando que probablemente habrá una parte que no sea responsabilidad de nadie, es liberador y sanador, y el primer paso para crecer a partir de una vivencia tan dolorosa como ésta.
¿Qué tipo de terapia sería la más aconsejable?
Cualquier terapia que permita cerrar y despedirse, entendiendo que ese bebé que no nació SIEMPRE será parte de nuestra vida, que existió y que merece un reconocimiento y un respeto, pero que la mejor forma de honrarlo es vivir felices llevando ese recuerdo como un tesoro. La despedida no es el olvido, porque no hay que despedirse de ese ser, sino del dolor de haberlo perdido, de las expectativas, de los planes. Esto solamente es posible si se liberan la culpa, la rabia, el miedo, y hay que entender que puede ser un proceso lento y que tendrá momentos en los que parezca que se retrocede y se va “para atrás”, pero que esto es parte de su devenir natural.
En este sentido, son importantes los ritos de despedida y de homenaje, así como guardar algún recuerdo (una ecografía, una foto, un gorrito si el bebé llegó a término, etc.), porque esa persona, aunque no llegara a nacer, formó y formará parte de nuestra vida.
Cómo se lleve a cabo técnicamente este proceso no es lo realmente importante, porque lo principal es el contenido, el objetivo, más allá de la forma. A cada persona le puede venir mejor una aproximación diferente (más espiritual, más técnica, más vivencial), y lo más importante es que se sienta a gusto con ella, que realmente se sienta cómoda para afrontar el proceso.
¿Remueve un aborto natural problemas emocionales previos o por si mismo ya puede causar la necesidad de buscar ayuda?
Ambas cosas, porque depende de cada persona, de su historia personal. Por sí mismo es un suceso emocionalmente muy intenso, pero una persona que viva con naturalidad sus procesos dolorosos, que haya aprendido desde su infancia a gestionarlos, podría elaborar su vivencia e integrarla en su vida sin necesitar ayuda. Por el contrario, una persona que tenga pocos recursos en este sentido puede necesitar ayuda sea éste su primer suceso “traumático” o uno más en su historia personal.
¿Una mujer que busca ayuda psicológica para superar un aborto, se debe sentir enferma o menos fuerte que otras?
Buscar ayuda no es estar “enferma”, aunque en nuestra sociedad esto aún no sea una creencia extendida, ni es un signo de debilidad. Supone un cambio global en la forma de pensar, pero entender que podemos ser vulnerables, que podemos no saberlo todo, que podemos dejarnos cuidar es una forma de vivir mejor, con más tranquilidad, porque no somos “súper mujeres”.
Hay que ser más fuerte para aceptar la propia debilidad y reconocer que deseamos un apoyo que para tragarse el dolor y fingir que no pasa nada.
¿Qué circunstancias personales, en tu opinión, agravan la posibilidad de necesitar ayuda?
Carecer de redes apoyo familiares y amistosas, o que éstas sean de mala calidad pueden aumentar la posibilidad de necesitar un apoyo externo.
¿Es adecuada la atención emocional al aborto o la pérdida perinatal en los hospitales?
En mi opinión no solamente es adecuada, sino necesaria, y debería empezar por una educación de los profesionales que pueden encontrarse con estos sucesos en su práctica diaria, ya que muchas veces ellos y ellas mismos/as se ven desbordados por ellos.
Los primeros momentos son cruciales en el desarrollo posterior del proceso de duelo. De hecho, sentando unas buenas bases, la mayoría de los casos no precisan de atención posterior y no se complican. Esto no quiere decir que no se pueda intervenir posteriormente con éxito, pero la máxima “más vale prevenir” es especialmente aplicable en este caso.
¿Y cuando se trata de una muerte perinatal o con un embarazo muy avanzado?
Se sobrevive como se sobreviven otras experiencias, es decir, que el proceso del suelo es básicamente el mismo, porque es un proceso “fisiológico”. El momento de la gestación es solamente una circunstancia particular que hay que tener en cuenta.
De hecho, poder sostener en brazos, vestir o fotografiar un bebé que ha nacido muerto o que ha muerto poco después ayuda a elaborar el duelo porque le da entidad “real” a ese bebé, que ya no es una idea, o un conjunto de células sin forma.
¿Dar un nombre al hijo y entenderlo como parte de nuestra vida, no negándonos su pérdida, ayuda o aumenta el dolor?
Nombrar, entender e integrar a un hijo, nacido o no, vivo o muerto, en nuestra vida es la ÚNICA FORMA de trascender ese suceso y crecer con él, de poder vivir con ello de forma sana.
¿El momento de la pérdida en el embarazo, más temprano o más avanzado, influye en la recuperación psicológica?
Puede influir, pero no es necesariamente determinante. Mi experiencia no me permite hacer una generalización al respecto, ya que depende, una vez más, del proceso personal de elaboración de cada persona.
¿Un aborto, se olvida o se supera?
Ni se olvida ni se supera, se INTEGRA. No es un suceso que haya que desterrar de la vida, que haya que arrinconar, sino un suceso que hay que abrazar y entender como parte de nuestra experiencia vital.
¿Cuál sería la forma más sana de afrontar esta crisis vital?
Conociendo el proceso, entendiéndolo, dejándose sentir, aprendiendo a pedir y a ser vulnerable, y buscando apoyo y ayuda cuando se necesite. No hay otra manera “sana” de hacerlo, porque no se puede esconder, ni hacer como que no ha ocurrido.
¿Qué hace una madre con ese amor que no pudo darle a un hijo que no llegó a vivir fuera de su útero?
Desde mi punto de vista, expresarlo: en el amor a otras personas de su vida, en el amor a sí misma, en el recuerdo y el honrar a ese hijo que, aunque no llegó a nacer, le permitió aprender a amar tanto. Buscar una forma gozosa, bella, de dejar salir esos sentimientos no solamente es la mejor forma de homenajear y reconocer a ese ser, sino que permite crecer con esta experiencia tan intensa a todos los niveles.
El amor es terapeútico, el amor es el camino no solamente hacia la sanación, sino también hacia el crecimiento. Para una madre que ha perdido a su hijo tan esperado, deseado, amado, es doloroso despedirse de él y reconocerlo como una parte de sus vivencias, pero es la manera de integrar sanamente esta experiencia.
Hermosa y triste conculsión, real y realista, con la que terminamos nuestra entrevista a Paz Ferrer Ispizua, psicóloga y doula especialista en duelo, con la que hemos aprendido muchísimo sobre el proceso del duelo por un aborto natural, sus consecuencias emocionales y la terapia psicológica post aborto. Pocas veces puedo decir con tanto sentido y sentimiento como ahora que espero que mi trabajo ayude a otras madres.
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