Se habla del peso, de los pechos, del cabello, del vientre... Pero, ¿qué pasa con la nariz? ¿Existen cambios en esta parte del cuerpo durante el embarazo? Como en casi todo el organismo, así sucede. Y hoy vamos a hablar sobre algunos problemas "de narices" durante el embarazo.
Desde el olfato más agudizado a las hemorragias nasales, veamos que se producen cambios en la nariz y el sentido del olfato. Hay determinados síntomas nasales que probablemente harán su aparición en esta etapa, y aunque pueden resultarnos molestos, por fortuna no revisten gravedad.
La mujer embarazada puede tener la sensación de pérdida de olfato, pero lo más frecuente es lo contrario. Durante el embarazo se produce un aumento de la sensibilidad del olfato, que suele ir asociado a determinados problemas de aversión y náuseas. Probablemente haya determinadas cosas que no puedas ni oler en el embarazo, incluso olores que antes te resultaban gratos.
La rinitis del embarazo es la congestión nasal aislada que aparece al menos durante seis semanas durante la gestación, sin que haya infección. Es provocada por la dilatación de vasos sanguíneos en la gestación. Puede suceder en cualquier trimestre, aunque es más frecuente en el segundo, y afecta alrededor del 20% de las embarazadas. Se resuelve a las dos semanas del parto.
La rinitis puede afectar al descanso nocturno y producir ronquidos (que es una de las molestias embarazosas durante el embarazo). Son muy molestos e impiden un buen descanso, aunque hay factores que incrementan el riesgo de roncar en el embarazo (aumento excesivo de peso, hipertensión...).
La rinitis también favorece la epistaxis o hemorragias nasales, que pueden aparecer en el 20% de las gestantes (un porcentaje mucho mayor que en mujeres no embarazadas) y es debido a la mayor vascularización de la mucosa nasal por el cambio hormonal. También debidas a la mayor frecuencia de lesiones vasculares que aparecen en ese periodo en las fosas nasales. Se trata de una molestia habitual y que pasa después del parto.
También en el embarazo pueden aparecer con más frecuencia granulomas y hemangiomas nasales que producen sangrados intensos. Se trata de lesiones vasculares de la cavidad nasal que también se puede localizar en otras zonas (paladar, encías o lengua). No afecta a estructuras óseas y habitualmente desaparece tras el parto sin necesitar tratamiento (cauterización, microembolización o resección quirúrgica si siguen provocando hemorragias frecuentes).
Los cambios en la piel pueden hacer además que la nariz brille más, que sude más o que tenga más vello. Es un misterio cómo nos afectará, puede que suframos alguno de estos problemas "de narices" durante el embarazo, aunque por suerte los dejaremos atrás cuando nazca el bebé.
Foto | Petra en Flickr-CC
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