Hace unas semanas subía yo en un funicular que poco a poco empezó a llenarse de gente. Me había acomodado en un asiento, pero al ver que entraba una mujer embarazada con tres o cuatro niños me levanté y le cedí el asiento.
Fue con un simple gesto (entre otras cosas porque estábamos en Noruega y no sé qué idioma hablaba), al que ella respondió de un modo bastante cortante con un "No estoy enferma" (en inglés). Me quedé un poco parada y al principio fueron dos de los niños que la acompañaban los que se sentaron en mi lugar.
Esto me dio qué pensar, ya que reconozco que su respuesta me pareció inadecuada ante un gesto de amabilidad, simplemente un "No, gracias" podría haber bastado para no resultar tan chocante.
Y el caso es que, por supuesto, yo sé que una embarazada no es una enferma, de hecho se puede estar más sana que nunca durante esta etapa (cómo nos cuidamos...). Pero sí sé de primera mano las molestias que podemos llegar a tener, sobre todo al final del embarazo. ¿No agradecemos entonces poder estar lo más cómodas posible?
En ese funicular se daban todas las condiciones para que cualquier persona quisiera sentarse, sobre todo cualquier turista como los que abarrotábamos la cabina, cansados de recorrer la ciudad. Unos minutos de descanso mientras el funicular se pone en marcha y llega a su destino...
Pero allí estaba ella, con su prominente barriga, entrando al funicular y rechazando un asiento libre por el que se hubiera peleado más de uno. Y rechazándolo de no muy bonas formas.
Bueno, rechazándolo, hasta cierto punto, porque al poco tiempo, como el funicular no arrancaba y cada vez se parecía más a un vagón de metro en hora punta, fue ella la que se sentó en el mismo lugar que tan fríamente había rechazado antes.
En el fondo, creo que me alegré. Mi gesto y mi bochorno por su respuesta no habían sido en vano, y mira, probablemente le había hecho el trayecto más cómodo. Aunque tal vez a esas alturas estuviera pensando que qué tonta yo, pasar un mal rato por preocuparme de los demás... Pero no perdamos la fe en el prójimo.
No estamos enfermas, pero nos cansamos y cambia nuestro equilibrio
Recuerdo en mis embarazos alguna ocasión en que me cedieron el asiento y yo lo agradecía, la verdad. Y eso que soy de las que piensan que el embarazo no es una discapacidad, como os he comentado en otras ocasiones, pero creo que no cuesta aceptar un gesto de amabilidad que nos puede hacer algún momento más cómodo (incluso más seguro). A contrario, es de agradecer.
Y es que no solo hablamos ya de comodidad, sino de evitar un riesgo. El riesgo de estar apretada entre otras personas, sin un buen lugar donde agarrarse y a merced de los movimientos del vagón, que tampoco es que vayamos en un tíovivo, pero ante cualquier parada en seco nunca se sabe...
Por algo será que en la mayoría de lugares autobuses, trenes y metros reservan asientos para las mujeres embarazadas (y con niños pequeños, ancianos, y discapacitados: aquellas personas que más dificultades van a tener para estar de pie).
Otra cosa es que los demás piensen que las embarazadas no podemos caminar veinte metros, o conducir, o subir unos escalones, o hacer la compra... Pero reconozcámoslo, conforme avanzan los meses, a veces nos cansamos (las noches incómodas también tienen que ver), los pies se hinchan y nos duele todo.
Así que, si podemos utilizar la caja preferente en el supermercado para no hacer cola, mejor. Si tenemos asiento reservado en el metro, mejor. Y quien no quiera, que no utilice estos pequeños "privilegios", por supuesto.
En cualquier caso, la próxima vez que me encuentre con una embarazada que crea que debe ocupar mi asiento, me levantaré discretamente sin dirigirle la palabra y ella verá sí lo ocupa... O tal vez siga ofreciéndole el asiento antes de que lo ocupe otro y esperando que no se lo tome a mal.
Fotos | Sigfrid Lundberg y Marcus Winter en Flickr-CC En Bebés y más | Se necesitan aparcamientos especiales para embarazadas, Estacionamiento reservado para embarazadas en Milán