Los parques infantiles son un recurso lúdico cada vez más extendido en ciudades, pueblos y centros comerciales. Sabemos que son una opción para que el niño esté entretenido pero también son una oportunidad de experimentación corporal y de interacción con otros niños.
Hay dos características de estos parques que nos inquietan cuando acompañamos a nuestros hijos: no conocemos a los demás niños y nos da miedo que se caigan y se hagan daño. Os sugiero unas pocas ideas para que decidáis cómo actuar en vuestra visita al parque, los riesgos sean mínimos y los niños puedan desarrollar su mayor autonomía.
- No vayáis demasiado tarde. Si vuestro hijo está cansado después de un día de colegio o por cualquier otra circunstancia, no va a estar en plenas facultades, tanto motrices como emocionales, y será más fácil que se caiga, se enfrente a otro niño o tenga una rabieta.
- Si el niño no es capaz de subirse por sí mismo a un columpio, no lo hagáis vosotros. Las opciones lúdicas son muchas, no hace falta que utilice todo. Si coge la costumbre de que el adulto completa los movimientos que el no puede realizar (como subir al tobogán), podemos facilitar que dependa de nosotros ante la resolución de problemas. No hay prisa.
- Si surgen conflictos entre vuestro hijo y otro niño, actuad solamente cuanto haya un riesgo de agresión (que se puedan empujar o pegarse un cachete). Ésta es una oportunidad de que aprendan a autoregularse, a ceder, negociar... y deben elaborar respuestas adaptadas.
- En caso de que veáis un nivel de energía muy alto (carreras demasiado rápidas, encontronazos, chillidos), lo mejor es dejar el parque para otro día. Es mejor escoger el momento y disfrutar como observador que aguantar a disgusto y preocupado, teniendo que actuar cada dos por tres.
Si conseguimos elegir el lugar y el momento de asistir a estos parques infantiles y actuamos de forma serena, tranquila y reflexiva, podemos hacer de estos momentos verdades oportunidades de aprendizaje.
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