¿Qué pensaríamos si hablamos de que 80.000 niños mueren al año a causa de la violencia física? Unas cifras que golpean a cualquier receptor. Si decimos que esas 80.000 muertes se contabilizan sólo en el continente americano, podemos imaginar la tragedia global para millones de niños.
En Latinoamérica los datos señalan que seis millones de niños y niñas sufren violencia severa. Sólo Uruguay, Venezuela y Costa Rica prohíben toda forma de castigo a menores de 18 años, una de las recomendaciones de Naciones Unidas y que afortunadamente se va extendiendo a nivel legal.
Estas cifras, que hemos de entender como niños y niñas maltratados, golpeados, insultados, despreciados, han sido puestas en evidencia por Plan Internacional, una organización de desarrollo desarrollo que trabaja en 48 países en vía de desarrollo en África, Asia y América.
Les sirve para denunciar esta trágica situación y para recordarnos a todos que aún queda mucho camino por realizar en la supresión del maltrato y del castigo físico, no sólo del amparo legal, sino también del vacío legal y de la aceptación social.
Planes para reducir la violencia infantil en Latinoamérica
Hablamos de Latinoamérica porque son los últimos datos que ha ofrecido esta organización, pero me temo que las conclusiones no serían muy diferentes si acudimos a esos otros continentes.
Con ese objetivo de sensibilizar a los propios niños, sus familias y las diversas instituciones del Estado sobre este problema, Plan Internacional desarrolla desde el 2007 el proyecto "Reducción de la Violencia Doméstica hacia los niños, las niñas y los jóvenes en las Américas".
Llevado a cabo en cinco países (El Salvador, Honduras, República Dominicana, Colombia y Perú), el proyecto ha tratado, a través de actividades públicas y talleres de formación, de dar visibilidad a la violencia infantil.
No se trata de una acción aislada, y desde otros frentes se intenta sensibilizar a la sociedad, como vimos que reivindicaba la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos.
Se trata de acciones que bien podrían extenderse a cualquier entorno, pues las cifras del maltrato en los países ricos no son mucho más esperanzadoras.
Las leyes, un paso importante, pero no el único
Lo cierto es que incluso en los lugares en los que pegar a un niño sí está considerado como delito, o bien se desconoce (yo misma no sabía hasta hace poco que esto era así en España), o bien aún cuesta asumir este hecho, y es que la mayor parte de la sociedad considera que el castigo físico es algo aceptable.
Pero pegar a un niño conlleva graves consecuencias, tanto emocionales como físicas, y no se pueden tolerar. Pegar no es una buena manera de educar, es un recurso que nos anula como padres protectores y responsables.
Establecer en las leyes esos términos de prohibición es un primer paso para erradicar esa violencia que muchas veces queda oculta, y un deber de las autoridades.
Hace un tiempo me sorprendió el dato de que los derechos de los animales fueron reivindicados en nuestro mundo antes que los de los niños, lo cual da muestra de la poca consideración que han recibido los pequeños históricamente.
Al final, las leyes no serán las que solucionen el problema, pues somos nosotros como padres y como ciudadanos responsables los que hemos de mostrar el rechazo total a esta violencia y la búsqueda de alternativas en el modo de educar a nuestros hijos. Pero es un primer paso.
Por eso me parece perfecto que se denuncie esta situación de aceptación institucional y social del maltrato a los niños, y que se trabaje en la educación y concienciación de las familias. Un trabajo y un deseo que se podría extender a cada país y cada rincón de cada hogar. Las cifras espantosas de niños maltratados en todo el mundo evidencian esta necesidad.
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