Las Navidades son unas fechas mágicas que los niños viven con gran ilusión, especialmente ante la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos. Aunque muchos peques tienen claro qué pedir en sus cartas, para otros, la tarea de seleccionar entre cientos de juguetes es demasiado compleja, y con frecuencia cambian de opinión, volviéndonos locos a los padres.
Hace dos años viví esta situación con mi hija, y después de conseguir ese juguete tan deseado por ella recorriéndome decenas de tiendas -puesto que no lo encontraba en ningún sitio-, pocos días antes de que se lo trajera Papá Noel me dijo que ya no lo quería. En su lugar esperaba que le trajera otro juguete que le hacía más ilusión.
Si tienes niños pequeños, ¡seguro que te haces una idea de cómo me sentí en aquellos momentos! ¿Qué podía hacer? ¿Devolver el juguete que ya no deseaba y tratar de comprarle el nuevo, o entregárselo a pesar de todo?
La ilusión de los padres por cumplir sus deseos
Creo que hablo por todos los padres si digo que es realmente emocionante convertirnos en los Reyes Magos o en Papá Noel para nuestros hijos. Ser testigos de cómo eligen los juguetes que más les gustan en los catálogos, cómo echan su carta al buzón con la esperanza de recibirlos y cómo se les ilumina la carita cuándo abren sus regalos, es una de las cosas más bonitas de la Navidad.
Ningún padre deseamos fallar en este aspecto a nuestros hijos, así que cuando cambian de opinión con los juguetes ya comprados, es normal que nos preguntamos cómo proceder.
Devolver el juguete que ya no quiere y/o conseguir el nuevo
Cuando me sucedió esto con mi hija de seis años, lo primero que pensé es en devolver el juguete que ya no quería y buscar el nuevo que había despertado su interés. Quedaban apenas cuatro días para la llegada de Papá Noel, pero si me daba prisa aún estaba a tiempo de cumplir sus deseos.
Los motivos que me llevaron a plantearme esta opción fueron tres:
Por un lado, Papá Noel (o los Reyes Magos) solo vienen una vez al año. Es una fecha que los niños esperan con gran ilusión, así que: ¿cómo no iba a satisfacer sus deseos sabiendo que uno de los juguetes que tenía guardado para darle ya no era el que quería?
Además, temía que ese cambio de opinión llevara a mi hija a arrinconar el juguete no deseado a los pocos días de recibirlo, y por tanto, a gastar dinero de forma innecesaria en algo que a priori sabía que ella no quería.
Y por último, recordé la desilusión que sentía cuando era niña y los Reyes Magos no me traían lo que había pedido. Aquella situación me generaba confusión (¿acaso no habían leído mi carta?; si eran magos ¿cómo era posible que hubieran fallado?). No deseaba que mi hija pudiera sentir algo similar.
Por tanto, entiendo perfectamente a los padres que ante esta situación deciden hacer todo lo posible por encontrar ese juguete solicitado a última hora. Al fin y al cabo, esta es una de las cosas que forman parte de la magia de la Navidad.
Quedarnos con el juguete 'no deseado'
Pero a pesar de las dudas planteadas, mi opción en aquellos momentos fue no devolver el juguete y colocarlo bajo el árbol, tal y como estaba planeado antes de que mi hija cambiara de opinión tras echar su carta al buzón.
¿Qué me llevó finalmente a decantarme por esta decisión?
Navidad no es sinónimo de regalos. Es cierto que para los niños, los regalos son una parte importante de la Navidad, pero no debería serlo todo. La Navidad es sinónimo de familia, de pasar tiempo juntos, de compartir juegos con nuestros hijos... A mi juicio, este debería ser nuestro principal objetivo, y no perseguir el regalo perfecto.
No siempre es posible tener lo que queremos. Por mucha ilusión que le hubiera hecho a mi hija recibir ese regalo tan anhelado, consideré que sería una valiosa lección para ella entender que no siempre es posible tener lo que uno quiere, y que las cosas a veces no salen como planeamos.
Apreciar el valor de lo que tenemos. ¿Cuánto tiempo pasamos quejándonos por aquello que no tenemos, sin pararnos a valorar y agradecer lo que sí tenemos? Es cierto; mi niña no iba a tener el juguete que anhelaba, pero tendría la inmensa suerte de recibir otro juguete nuevo, maravilloso y que hasta hace poco tiempo también deseaba. Así que mi misión en esos momentos era hacérselo entender.
No negaré que sentí un 'pellizquito' de pena al ver la mueca disconforme de mi hija tras abrir su regalo. Pero aquello nos dio pie a mantener una conversación muy valiosa sobre el verdadero sentido de la Navidad.
Quizá tú también hayas vivido esta situación alguna vez con tus hijos, o puede que la vivas esta Navidad. Creo que no existe la decisión correcta, y que los padres hacemos lo que consideramos que puede ser mejor para nuestros peques.
No obstante, siempre podemos recurrir a la excusa de que una vez echada la carta en el buzón, los deseos ya no pueden cambiarse. Aunque también es posible ahorrarnos el conflicto dejando algún regalo pendiente de comprar por si en el último momento se les antoja algo nuevo
Y tú, ¿te has encontrado en esta situación alguna vez? ¿Cómo has actuado?