En mis casi ocho años como madre de un niño alérgico alimentario, han sido muchos los momentos en los que he tenido que quitarle de las manos un alimento "prohibido" para él ofrecido por alguna persona desconocida.
Aunque con el paso de los años he ido observando una mayor conciencia social en lo que respecta a las alergias alimentarias, aún queda mucho camino por recorrer y mucha gente a la que concienciar e informar de la gravedad que algunos de sus actos pueden tener en los niños alérgicos.
Antes de ofrecer un alimento, pregunta primero
A todos se nos debería meter esta sencilla regla en la cabeza: si no conoces a un niño, no le ofrezcas comida sin preguntar previamente a sus padres o al adulto que le acompañe. Podría tener una alergia alimentaria y desencadenarle un shock anafiláctico con tu ofrecimiento. Suena fuerte pero es la pura realidad.
Tampoco preguntes al niño, sobre todo si éste es pequeñito. Podría no entender bien tu pregunta, no saber expresarse con claridad o, simplemente, sentirse tan atraído por lo que le estás ofreciendo que pase por alto su condición alérgica y lo acepte.
Cuando mi hijo era muy pequeño y aún no tenía interiorizada su alergia, aceptaba, como es lógico, cualquier cosa que le daban. Un caramelo en la caja del supermercado, una galleta mientras jugaba en el parque o un chupachups de la vecina con la que nos cruzábamos de cuando en cuando en el portal. Sé que aquellos ofrecimientos estaban hechos con la mejor de las intenciones y en un intento de agradar a mi niño, pero el problema que podían llegar a ocasionarle era realmente grave.
Pregunta a los padres o adulto que acompañe al niño antes de ofrecerle cualquier alimento
Y en aquel momento, en donde el ofrecimiento se había hecho en un abrir y cerrar de ojos, sin previo aviso y delante de mis narices, me tocaba intervenir y quitarle de las manos lo que fuera que le hubieran dado, ante la mirada interrogante de mi peque."Tiene alergia. No puede tomarlo" - decía devolviendo el alimento a la persona que se lo había ofrecido.
La mayoría de las veces, la persona solía disculparse e interesarse por el tipo de alergia que tenía, y eso me daba pie a informar y concienciar para que esa clase de situaciones no volvieran a repetirse.
Alergia por contacto
Mi hijo padece una alergia no mediada por IgE, con síntomas fundamentalmente intestinales. Por ello, cuando se daban este tipo de situaciones bastaba con llegar a tiempo de quitarle el alimento de las manos antes de que se lo metiera en la boca.
Pero cuando hay una alergia severa y se reacciona ante el simple contacto, el problema se agrava de forma considerable.
Imaginad la escena: un niño alérgico a las proteínas de leche de vaca con síntomas por contacto, juega en el parque con un grupo de niños. La mamá de uno de los peques se acerca a su hijo y le da un quesito para merendar y con la mejor de las intenciones reparte el resto entre todos los amiguitos que juegan con su hijo. El niño APLV cogerá el quesito y en cuestión de segundos comenzará a llenarse de habones, se le hincharán las manos y le picará todo el cuerpo. No ha hecho falta que se metiera el alimento en la boca para desencadenarle una reacción alérgica.
Y es que los padres de niños alérgicos que reaccionan ante el simple contacto lo tienen realmente complicado. Deben limpiar escrupulosamente las superficies sobre las que se vayan a apoyar o a jugar sus hijos, como las cadenas de los columpios, los toboganes, balancines e incluso los bancos donde se sienten. Cualquier superficie sucia con restos de comida a la que su hijo sea alérgico, es un potencial peligro.
Pos desgracia, ante esto poco podemos hacer los demás, pues es normal que los peques derramen sin querer comida al suelo o que toquen un columpio con las manitas sucias. Pero los ofrecimientos de comida sí podemos y debemos evitarlos a toda costa.
En busca de alternativas
Ahora bien, imaginemos otra situación. Vuestro hijo cumple años y quereis repartir una bolsita de chucherías a sus amigos más cercanos sabiendo que entre ellos hay un alérgico alimentario. Hay gente que lo que hace es comprar algo diferente para que el niño alérgico no se quede sin detalle, como por ejemplo una bolsita de globos, una cajita de lápices de colores o incluso alguna chuchería apta.
Sin duda este es un gesto que los padres de niños con alergias alimentarias agradecemos y valoramos mucho, pero no debemos olvidar que estamos tratando con niños de corta edad. Y ante este tipo de situaciones yo no puedo dejar de preguntarme: ¿cómo se sentirá un peque de tres añitos que observa comer chucherías a todos sus amigos mientras él debe conformarse con un globo?. A mí, desde luego, se me parte el corazón.
Es cierto que los niños alérgicos alimentarios aprenden enseguida a interiorizar su alergia, a convivir con ella y a conocer los peligros para su salud que entraña el alimento prohibido. Es cierto, también, que enseguida se dan cuenta de que hay otras personas que sí pueden tomar lo que ellos no pueden y lo admiten sin más porque de ello depende su bienestar físico.
Pero no dejan de ser niños que disfrutan con el mismo tipo de cosas con las que disfrutan sus amiguitos. Por ello, soy de la opinión de que si, como adultos, podemos hacer la vida de un peque con alergias alimentarias un poquito más fácil, ¿por qué no hacerlo?
Si en vez de chucherías para unos y globos para otro compramos lo mismo para todos, estaremos fomentando la igualdad y la integración de las alergias alimentarias en la sociedad. Pequeños gestos que suponen grandes avances.
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