No es un tópico: la maternidad te cambia la vida, modifica tus prioridades y te descubre una nueva forma de ver el mundo. Ser madre es un auténtico regalo y, probablemente, lo más maravilloso que nos depare la vida.
Por eso, creo que nunca está de más pararse a reflexionar y valorar lo que la maternidad significa para nosotras. Hoy quiero hacer ese ejercicio de reflexión y dar las gracias por lo que mis hijos me aportan y descubren cada día. ¿Te animas a hacer lo mismo?
1) He conocido otra forma de amar
A lo largo de la vida vamos conociendo muchas formas de amor. El amor de unos padres, de unos hermanos, de un buen amigo, de una pareja, el amor correspondido o no correspondido... Todos ellos, de una forma u otra, nos van marcando y dejando huella en el corazón.
Pero cuando me convertí en madre descubrí una nueva forma de amar. Fue como un huracán arrollador que nació de mis entrañas en el mismo instante en que vi a mi bebé por primera vez.
Pero lo más sorprente llegó cuando nació mi segunda hija y el amor que sentí por ella echó por tierra el miedo que tuve durante el embarazo por si no sería capaz de amarla tanto como a mi primer hijo. Y fue entonces cuando me di cuenta de que el corazón de una madre es inmenso, y de que es capaz de albergar y ofrecer amor sin límite a todos sus hijos. Porque el amor de una madre no se dividie, sino que se multiplica.
2) He aprendido a valorar las cosas
Con tres niños en casa, ahora valoro mucho más el silencio, pero también valoro el alboroto, cuando alguno ha estado malito y apagado y comienza a recuperarse. Valoro una ducha caliente sin interrupciones, dormir toda la noche del tirón, un ratito de relax o la lectura de un buen libro, cuando mis peques me lo permiten.
La maternidad me ha enseñado a valorar un montón de cosas que antes pasaban desapercibidas en mi día a día, pero si hay algo que valoro ahora más que nunca es el amor, esfuerzo y dedicación de mi madre.
3) Cada día descubro nuevos detalles del mundo
Tras convertirme en mamá, me he dado cuenta de que el otoño es maravilloso y está lleno de matices sensoriales, colores y olores que antes no había visto. También he descubierto que el invierno puede ser muy divertido; saltar charcos, mirar al cielo cuando llueve y sentir las gotas mojando mi cara. ¿Y qué me decís de la primavera y el verano? Tantas flores, tanta luz, tantos "bichitos" a los que observar detenidamente...
También he descubierto que las nubes parecen algodón de azúcar y tienen formas sorprendentes, he contado con mis peques las estrellas del cielo en una noche de verano, y he observado las luces de Navidad de las calles con los ojos resplandecientes.
Porque mirar el mundo a través de los ojos de mis niños es lo más maravilloso que puedo hacer, ya que me permite descubrir detalles ocultos y apreciar la verdadera belleza de las cosas.
4) Revivo mi infancia en muchos momentos
Gracias a mis hijos he vuelto a ser niña de nuevo. Esa preciosa etapa de mi vida, que tanto recuerdo y que tanta felicidad me dio, vuelve a estar presente en muchos momentos de mi día a día.
Y de pronto, me descubro emocionada viendo con mis hijos una película de dibujos animados, bailando al son de canciones infantiles, haciendo castillos de arena o tirándome por un tobogán del parque junto a ellos. ¡Es tan divertido volver a sentir esas emociones!
5) Me río a carcajadas todos los días
Dicen que la risa es vida, es salud y que rejuvenece la piel, así que doy gracias a mis hijos por hacer que mis días transcurran entre carcajadas y sonrisas.
Sonrío, sin que me vean, cuando han hecho alguna trastada o cuando dicen algo poco apropiado pero con esa naturalidad que caracteriza a todos los niños. Río a carcajadas cuando vienen a mi cama por las mañanas y me despiertan con cosquillas y besos. Y río continuamente con las ocurrencias de mi hijo pequeño, su lengua de trapo y sus maravillosos dos añitos.
6) Nunca me faltan besos y abrazos
Si he tenido un mal día o estoy triste o enfadada por alguna noticia que me han dado, mis hijos me ayudan a olvidarlo con sus besos y abrazos. Porque la sensibilidad y empatía de un niño es algo excepcional y único, y cuando se dan cuenta de que algo me ocurre me regalan sus "abrazos de oso" o sus "besos de gnomo", como ellos lo llaman.
¡Y entonces surge la magia y los problemas desaparecen por un instante!
7) Nunca estoy sola
Con tres peques en casa, las risas, las trastadas y la diversión están siempre aseguradas. Tampoco falta la música, en forma de cancioncillas infantiles que tararean a todas horas. ¡Es imposible sentirme sola y la felicidad inunda cada rincón!
8) Soy más fuerte de lo que pensaba
La maternidad me ha hecho darme cuenta de soy más fuerte de lo que pensaba, y agradezco profundamente a mis hijos los "súper poderes" que me hacen sentir.
Me di cuenta de que era muy fuerte cuando observé el contenedor con las 320 jeringuillas de heparina que había tenido que pincharme durante el embarazo y el postparto. También supe que era más fuerte de lo que imaginaba, la primera vez que me puse en pie tras mi cesárea para atender a mi bebé, o cuando luché por la lactancia como jamás había pensado nunca que podría llegar a luchar por algo.
9) Doy gracias a la vida por haber podido cumplir mi sueño
Ser madre no ha sido para mí un camino de rosas, y en algún momento llegué a pensar que jamás podría hacer realidad el sueño que me había acompañado casi desde niña.
He tenido tres embarazos de alto riesgo y tres pérdidas gestacionales. Tengo una malformación en el útero y las trompas, y un trastorno en la coagulación sanguínea llamado trombofila. He tenido tres cesáreas y muchos problemas físicos derivados de ellas.
Pero, a pesar de todo,no puedo estar más agradecida a la vida por todo lo que me ha dado y por todo lo que me ha hecho pasar. Porque aunque ha sido un camino plagado de obstáculos, volvería a transitar por él mil veces más para reencontrarme con ELLOS.