Hay muchos factores que influyen a la hora de elegir el nombre del bebé. Desde los gustos de los padres, hasta su historia y raíces familiares, decidirse por el que consideramos es el nombre ideal para nuestro hijo es algo que siempre suele pensarse detenidamente.
Pero si hablamos de las cosas que tienen un impacto en esa decisión, la familia indudablemente es algo que siempre ha tenido mucho peso a lo largo de la historia de la humanidad.
Durante siglos, en muchas familias se acostumbró que los hijos repitieran el nombre de sus padres, tíos o abuelos, una tendencia que poco a poco comenzaba a desaparecer... hasta que llegó la Primera Guerra Mundial.
Nombrar al bebé en honor a un familiar
Uno de los principales motivos por los que los padres eligen el nombre de algún ancestro para su bebé es con la finalidad de honrarles. Ya sea al propio padre o a los abuelos, repetir nombres dentro de una familia era algo frecuente y una práctica bastante común en diversos lugares del mundo.
Aunque hoy en día los padres busquemos inspiración en otros sitios, como canciones, películas, libros e incluso en otros idiomas o en nombres de otros países, nombrar al bebé como uno de sus ancestros es algo que aún permanece en algunas familias.
Pero curiosamente, esta tendencia de buscar el nombre del bebé en otro sitio no es nueva. En realidad, desde hace un par de siglos la costumbre de repetir nombres familiares poco a poco comenzaba a desaparecer, declinando de forma gradual gracias a la influencia de los gustos de los padres... hasta que llegó la Primera Guerra Mundial.
Los hijos e hijas de los héroes de guerra
De acuerdo con una investigación realizada en Francia, este acontecimiento marco un antes y un después en la costumbre de nombrar al bebé como su padre o un familiar (por lo regular un tío o un abuelo).
Antes de la Primera Guerra Mundial, lo usual era que uno de cada 10 niños llevara el nombre del padre, pero después de ella, hubo un notable aumento en esta costumbre, haciendo que casi se triplicara la probabilidad de que el bebé llevara el nombre de su padre.
En el caso de las niñas, elegir el nombre del padre para sus hijas también tuvo un considerable aumento durante la guerra, puesto que las madres recurrieron a la feminización de los nombres. En el documento, encontramos como ejemplo a Simon y Simone, algo que ha sucedido con otros cientos de nombres que fueron feminizados a lo largo de la historia: Antonio a Antonia y Antoinette, Daniel a Daniela y Danielle, Gabriel a Gabriela y Gabrielle, Marcel a Marcela, por mencionar algunos ejemplos.
El análisis de registros de nacimientos de huérfanos de guerra entre 1914 y 1916 muestra que tras el estallido de la guerra los nombres paternales se volvieron más populares que nunca, aunque descartan que haya sido por moda, puesto que las madres ni siquiera podrían haberse enterado de que había otras familias haciendo lo mismo (¡no había redes sociales en esa época!).
Según detallan los investigadores, esta tradición forma parte de lo que se conoce como el "culto al soldado caído", un fenómeno que es evidente en los monumentos de guerra que se erigieron después de 1918.
En el caso de los nombres de los bebés, las familias elegían llamarles como el padre no solamente para honrarlo, sino que era una forma de recordar a un héroe de su país.
Curiosamente, la edad del padre también tuvo un papel en esto. Como los más jóvenes eran enviados a unidades de combate y los mayores permanecían en unidades que no eran de combate, era más común que la costumbre de repetir el nombre se diera en los bebés de padres más jóvenes: a mayor riesgo de fallecimiento del padre en la guerra, mayor probabilidad de que nombraran al bebé como él.
En el caso de los bebés que quedaron huérfanos desde antes de nacer, la probabilidad de llevar el nombre del padre era aún mayor: los medios impresos incluso anunciaban el nacimiento de los bebés cuyos padres habían "fallecido gloriosamente por Francia".
Pero esta tendencia no solamente se veía en padres e hijos: los tíos también tuvieron este efecto. Según la investigación, los nombres de los tíos que fallecieron durante la guerra fueron elegidos para nombrar a sobrinos y sobrinas por un tiempo considerablemente mayor, en comparación con los bebés cuyos tíos murieron en épocas de paz.
Ser nombrado como un ancestro: ¿sí o no?
Dejando las estadísticas de lado, lo cierto es que ser nombrado como un padre o un abuelo no es algo raro. Quizás hoy en día no sea tan frecuente, pero no deja de ser considerado algo "normal" y muchas veces esperado.
Si nos vamos a los motivos, encontramos que hay varias razones positivas para hacerlo. Por un lado, está el honrar y celebrar a alguien de la familia a quien admiramos y deseamos recordar, especialmente si se trata de alguien que ha dejado huella profunda en nosotros o en los demás.
Por otro lado, elegir un nombre clásico o de toda la vida -como suelen ser los nombres familiares- lo hace una elección "segura" al ser fácil de recordar, entender y escribir, eliminando posibles problemas de ortografía así como burlas por tener un nombre diferente o poco conocido.
Sin embargo, poner al bebé el nombre del padre o de algún ancestro también tiene sus desventajas. Hay personas que consideran que elegir el nombre de alguien de la familia impone al niño ciertas expectativas que "debe cumplir", además de no permitir que construya su propia identidad.
En lo personal, y como hija que lleva el mismo nombre que su madre, repetir el nombre familiar nunca fue algo que estuviera en mis planes. A pesar de que me encanta mi nombre, no deseaba que mi hija llevara el mismo peso que llevé yo toda mi vida (mi madre tiene una larga trayectoria profesional reconocida).
A pesar de ello, puedo entender perfectamente a las familias que eligen repetir el nombre familiar, aunque cada vez suelen ser menos. Al final, elegir el nombre del bebé es algo que los padres deben hacer libremente y, tradiciones o no, meditarlo pensando en la mejor elección para su bebé.
Foto de portada | Alena Darmel en Pexels