Seguimos analizando la guía de práctica clínica sobre la atención al parto normal tratando el tema del acompañamiento de la mujer durante el parto. Hoy en día es bastante frecuente que se permita la presencia de algún familiar escogido por la partera, pero hace un tiempo esto era impensable (aún en algunos hospitales hay bastantes restricciones) y por ello fue preciso valorar la evidencia al respecto.
Parece bastante penoso (hablando mal y pronto) que tengan que hacerse estudios acerca de un tema que cae por su propio peso (ante una situación estresante una persona estará mejor cuando tenga a alguien de confianza a su lado ofreciéndole soporte), pero así ha tenido que ser y, por suerte, esta guía recoge este tema para recomendar que las mujeres estén acompañadas durante el parto por la persona que hayan elegido.
En algunos países, la persona que atiende y acompaña a la mujer es una matrona, que no se separa de ella hasta que da a luz, en lo que se conoce como cuidado una a una.
Este modelo de atención tiene muy buenos resultados, ya que se ha evidenciado que las mujeres tienen así mayor probabilidad de parto vaginal espontáneo, menos probabilidades de utilizar anestesia epidural, de tener un parto vaginal instrumental o cesárea y un mayor nivel de satisfacción con la experiencia vivida.
En nuestro país debe acompañar la familia
Pero nuestro país no funciona de ese modo, básicamente, porque no hay suficiente personal para proporcionar dichos cuidados. Es por esta razón que, a falta de una matrona, se recomienda que acompañe el parto un familiar de la elección de la partera, que suele ser el padre, pero que no tiene por qué ser él.
Muchos protocolos hospitalarios ya cuentan con este servicio de acompañamiento, aunque sigue sucediendo que en intervenciones como tactos vaginales, colocación de vías parenterales o administración de anestesia epidural el familiar o amigo que acompaña sea “invitado” a esperar fuera. No hay razón real para hacer que el acompañante salga, sobretodo si tenemos en cuenta que hay hospitales que permiten a los padres estar presentes en el quirófano si a la mujer se le va a practicar una cesárea.
Por qué no tiene por qué ser el padre
He dicho en un párrafo anterior que el acompañante no tiene por qué ser el padre, más que nada, por el bien de alguna madre.
Sé que a un padre puede no sentarle demasiado bien que su mujer le diga “cariño, prefiero que venga mi madre” o “mi amiga Lucía”, sin embargo lo entiendo porque hay hombres (y mujeres también, claro, pero aquí no afecta) que, por su manera de ser, pueden llegar a poner demasiado nerviosas a la mujer, provocando, precisamente, aquello que se quiere evitar.
En casos así vale más poner las cartas sobre la mesa, hablar con cariño, pero con franqueza: “cariño, me pones tan nerviosa que creo que contigo no voy a ser capaz de parir” y buscar la mejor situación para que el parto transcurra en un ambiente tranquilo y calmado y puedan evidenciarse los beneficios de dar a luz acompañada de una persona de confianza que apoye en todo momento a la embarazada.
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Foto | Ken Wilcox en Flickr
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