El parto en el agua es una modalidad de parto bastante extendida en los últimos años. Ha demostrado ser beneficioso para sobrellevar mejor las contracciones de parto y favorecer la dilatación cuando esta ya ha comenzado, pero no está demostrado su beneficio al momento de la expulsión del bebé.
El Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) ha dado a conocer este lunes algunas recomendaciones con respecto a esta forma de dar a luz. En realidad, no son nuevas, sino que ratifican las recomendaciones dadas en 2014 basadas en una revisión de estudios que desaconsejaban el parto en el agua por considerarlo un posible riesgo para algunos recién nacidos.
Dilatación en el agua: sí
La fase de dilatación comienza en el momento en el que se inicia el parto y a su vez se divide en dos subfases. La fase precoz o latente, caracterizada por contracciones más o menos variables en intensidad y duración y van acompañadas de borramiento cervical y progresión lenta hasta llegar a 4 cm de dilatación. Y la fase activa, más rápida que la anterior, en la que aumenta la regularidad, intensidad y frecuencia de las contracciones hasta llegar a los 10 cm de dilatación o dilatación completa.
Cada vez son más las maternidades, centros y hospitales que incorporan bañeras de dilatación debido a la buena acogida que han tenido entre las parturientas. La utilización del agua caliente durante la dilatación induce a la mujer a la relajación, reduce la ansiedad estimulando la producción de endorfinas, mejora la perfusión uterina y acorta el periodo de dilatación, aumentando la sensación de control del dolor y la satisfacción.
Asimismo, la inmersión en agua tibia provoca que los músculos perineales se relajen, así el dolor disminuye y la expulsión del bebé es más fácil. Esta relajación también reduce la producción de adrenalina, que endurece el cuello del útero. Esto favorece que el tiempo que dura el proceso de dilatación activa se acorte.
Según el ACOG, la inmersión en agua durante la primera etapa del parto se asocia con una reducción en el trabajo de parto y una disminución en el uso de analgesia epidural, por lo que se la considera una buena manera de dar a luz en mujeres sanas con embarazos sin complicaciones entre las semanas 37 y 41 de gestación.
Riesgos del parto en el agua
Sin embargo, no hay datos suficientes sobre los beneficios y riesgos de la inmersión en el agua relativos a la segunda etapa del trabajo de parto y el parto. Han sido reportadas varias complicaciones neonatales graves, por lo tanto, por precaución y a falta de mayor evidencia, la recomendación universal es que el nacimiento se produzca fuera del agua.
¿Qué complicaciones podrían estar asociadas al parto en el agua? Aunque los casos analizados han sido escasos, se habla de un mayor riesgo de infección materna y neonatal, sobre todo si ha habido rotura de membranas, de dificultades en la termorregulación neonatal, de avulsión y ruptura del cordón al sacar al bebé de debajo del agua o maniobrar desde arriba, dentro de la piscina, produciéndose hemorragia y shock, dificultad respiratoria, hiponatremia por aspiración de agua, convulsiones y asfixia neonatal.
A pesar de estas recomendaciones, este mismo año, en agosto, un estudio realizado en base a más de 15 mil partos analizados y publicado en la revista científica Journal of Midwifery & Women's Health, concluye que el parto en el agua no solo no es más peligroso que el resto de partos, sino que tiene algunos beneficios de los que en otros estudios no se habla. Entre ellos, menos ingresos de bebés al nacer y menor riesgo de hospitalizaciones en las primeras seis semanas.
El Colegio puntualiza que la mujer que solicite dar a luz en el agua debe ser informada de que los beneficios y riesgos maternos y perinatales de esta elección no se han estudiado lo suficiente como para apoyar o desalentar su petición.
Vía | ACOG
En Bebés y más | Desaconsejan el parto en el agua por riesgo para la salud de los recién nacidos, El parto en el agua, ¿sí o no?