Si nos obsesiona la muerte, ¿por qué no pensamos más en el nacimiento?

Si nos obsesiona la muerte, ¿por qué no pensamos más en el nacimiento?
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Todos los seres humanos nacemos y morimos, algo que nos hace finitos: nuestras vidas no son interminables, sino que tienen un comienzo y un final. Históricamente, sin embargo, los filósofos han concentrado su atención en una sola de estas dos formas en las que somos finitos: la mortalidad. Los filósofos han reflexionado poco acerca del nacimiento y lo de lo que supone para nuestra existencia. Una excepción son algunos trabajos recientes en filosofía feminista, como los de Luce Irigaray y Adriana Cavarero, pero incluso aquí, el hecho de nacer se ve eclipsado por el parto y la maternidad.

¿Cómo puede el nacimiento influir en la existencia humana? En primer lugar, aclaremos que para los seres humanos, nacer significa empezar a existir en un momento dado mediante la concepción, la gestación y la salida del útero (históricamente el útero materno, si bien los embarazos transgéneros están cambiando esta situación). Por lo tanto, llegamos al mundo con un cuerpo específico y en un lugar concreto, bajo un conjunto de relaciones y una situación social, cultural e histórica.

Debido a que los bebés y los niños más pequeños están indefensos (así como sus necesidades de alimentación y educación) los seres humanos comenzamos una vida totalmente dependiente de las personas que nos cuidan física y emocionalmente. A menudo, con el tiempo nos hacemos más independientes, pero nunca de forma completa o permanente, puesto que todos seguimos dependiendo de otras personas en lo que respecta a nuestros medios de subsistencia, idioma, bienestar emocional y confianza social básica. Una vez que recordamos que nuestra vida comenzó siendo bebés, la dependencia emerge como algo más básico que la independencia, puesto que la independencia tiene lugar en un contexto de dependencia y no al revés.

A causa de esta dependencia inicial, las primeras relaciones con nuestros cuidadores tienen enormes efectos en la formación de nuestra persona: nuestros patrones de reacción emocional, nuestras actitudes, nuestros hábitos y nuestro carácter (y las personalidades que les corresponden). Nada de esto es invariable: podemos, por supuesto, vernos profundamente afectados y reformados por las relaciones posteriores, pero estamos abiertos a nuevas relaciones según las anteriores. Cuando tenemos en cuenta el nacimiento nos damos cuenta de que las relaciones con otras personas son lo que nos hacen los individuos que somos: nuestro yo individual surge a partir de un trasfondo de relaciones personales.

Soy así

Al nacer, cada individuo se encuentra en una situación única en el mundo, compuesta por una combinación única de circunstancias históricas, sociales, étnicas, geográficas, familiares y generacionales. La situación natal inicial de una persona afecta a todas las situaciones subsiguientes de su vida, incluyendo las decisiones que toma en respuesta a dichas situaciones. Todas las situaciones sucesivas se suceden a lo largo de la vida, aunque sea indirectamente, desde el nacimiento.

No elegimos las circunstancias en las que nacemos y tan pronto como llegamos al mundo empezamos a beber de la cultura que nos rodea. Así que, ante todo, somos herederos y receptores de la cultura y la historia, pudiendo desarrollar capacidades para cuestionar, criticar y cambiar lo que hemos recibido, pero todo ello sobre la base de la que hemos recibido.

¿Por qué tengo la vida que tengo en concreto desde que nací? Puede que me pregunte: "¿Por qué soy yo?" o "¿Por qué es esta la vida que tengo y ninguna otra?" Las tradiciones religiosas orientales y occidentales ofrecen varias respuestas. Por ejemplo, el cristianismo se refiere a nuestras almas como inmortales y el hinduismo habla de la reencarnación. Pero puede que mi nacimiento sea un hecho que no puede ser explicado, sólo aceptado.

Podemos explicar, al menos hasta cierto punto, por qué el cuerpo con el que nacimos ha sido concebido (nuestros padres se conocieron, un espermatozoide en particular fecundó un óvulo en una ocasión determinada, etc.). Pero eso no explica por qué este cuerpo es aquel que alberga mi vida y con el que la experimento. Esto es sólo un hecho inexplicable, una dimensión de misterio que impregna nuestra existencia y que puede generar ansiedad (una de varias formas de ansiedad por el nacimiento). Algunos filósofos (Heidegger, por ejemplo) han hablado mucho sobre la ansiedad acerca de la muerte, pero nacer también presenta ansiedades y dificultades existenciales.

Los primeros días

Puede que el hecho de que hayamos llegado a la existencia sin haber estado previamente aquí sea desconcertante y puede que nos preocupe el hecho de no poder recordar el haber nacido o nuestros primeros días, algo que se conoce como "amnesia infantil".

Esta amnesia es una consecuencia del desarrollo en etapas de nuestra memoria y sistemas cognitivos durante la infancia. A medida que desarrollamos formas más avanzadas de memoria, perdemos el acceso a recuerdos anteriores establecidos en formas de memoria menos desarrolladas. A su vez, nuestro desarrollo cognitivo en etapas es una consecuencia del nacimiento: nacemos muy inmaduros y sin estar formados, pero nos acabamos desarrollando y conseguimos alcanzar altos niveles de complejidad cognitiva.

Sin embargo, esos primeros años que olvidamos son los más importantes para nuestra formación como seres humanos. Por lo tanto, la mayor parte de nuestra vida emocional nos resulta un misterio: ¿Por qué nos enamoramos y nos desilusionamos de ciertas personas? ¿Por qué esta canción hace que me salten las lágrimas o me pone triste? La amnesia infantil hace que nos sintamos raros en aspectos importantes de nuestra vida y es algo muy desconcertante.

Estas son sólo algunas de las características de la existencia humana que se ponen de relieve una vez que recordamos que no sólo morimos, sino que también nacemos y el nacimiento es es una característica fundamental, no trivial o accidental, de la vida humana y la existencia humana en general tiene la forma que tiene porque hemos nacido.

Autora: Alison Stone, Profesora de Filosofía, Universidad de Lancaster.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí

Traducido por Silvestre Urbón

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