El jajaja afecta a todo el cuerpo, que bien sienta una buena risa, tu hijo se revuelca por el suelo y a ti se te saltan las lágrimas. Todo se olvida, nos encontramos felices y mucho más animados. Reírse es muy importante para la vida familiar, nos refuerza el espíritu y nos ayuda a sobrellevar algunas situaciones críticas.
Si nos reímos, reducimos el estrés y activamos las defensas y esto está comprobado científicamente, reírse desencadena procesos bioquímicos muy beneficiosos para nuestro cuerpo, entre otros, se estimula la producción de las inmunoglobulinas que se encargan de que las células de defensa de nuestro cuerpo, reconozcan y eliminen a las células cancerígenas. Si te fijas, los niños se ríen muchísimo más que los adultos, los niños viven de una forma mucho más sana que los adultos, nosotros, cuanto más maduros, menos nos reímos. Las estadísticas cantan, un niño puede llegar a reírse hasta 500 veces al día mientras que un adulto lo hace unas 20 veces de media al día.
La evolución de la risa comienza con el recién nacido, este esboza una mueca cautivadora, aunque esta risa es sólo un reflejo, el niño simplemente hace una mueca que contrae la parte inferior del rostro. Alrededor del primer mes, los bebés sonríen de verdad, sobretodo cuando están mamando, cuando ven una cara conocida, las comisuras de la boca se expanden en dirección hacia las orejas implicando a los ojos, que felicidad.
Pasan de la sonrisa a la risa cuando han cumplido 4-5 meses y ésta se manifiesta en forma de gorjeos y gorgoritos que a nosotros, los padres, nos cautivan y hechizan y más cuando los oímos por primera vez. Cada risa de nuestro bebé es una recompensa para nosotros.
A partir de los ocho meses ya son carcajadas, juegas con tu bebé y solamente con la mirada cruzada entre madre/padre e hijo aparecen de repente sus carcajadas. Realmente es gratificante, recordamos a nuestros hijos en algunos momentos y nos llena de alegría esos bellos recuerdos.
Con un añito, empiezan a saber como funciona el mundo que les rodea y les divierte una gran multitud de cosas, sobre todo les divierten los hechos inesperados, como por ejemplo, si ve a mamá ponerse el chupete en la boca. A partir de los tres años, ya empiezan a comprender algunos chistes, tienen que ser sencillos por supuesto. Ya con ocho años la risa está muy definida, ríe a carcajadas y entiende la mayoría de cosas.
Ríe con tu hijo, ríe feliz, ríe sabiendo que estas risas benefician a ambos. Que nunca dejéis de reír.
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