Aún existen muchas incógnitas sobre el autismo y se sigue investigando para entender mejor este trastorno que afecta cada vez a más niños. ¿Qué hay de genético? ¿Cuánta importancia tiene lo ambiental? Un nuevo estudio ha encontrado relación entre la exposición a la contaminación al final del embarazo y una mayor riesgo de autismo.
No es la primera vez que un estudio encuentra un vínculo entre la contaminación del aire y un mayor riesgo de autismo, pero sí por primera vez se sugiere que el riesgo se duplica si la madre se expone a altos niveles de contaminación de partículas finas en el tercer trimestre de embarazo.
El informe ha sido elaborado por investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard y publicado en la revista «Environmental Health Perspectives». La conclusión a la que llega es que, cuanto mayor sea la exposición a las partículas finas emitidas por incendios, vehículos y chimeneas industriales, mayor es el riesgo de que los niños desarrollen autismo.
El gran incremento de diagnósticos de autismo ha llevado a los expertos a buscar causas, más allá del evidente componente genético, en otros componentes de carácter ambiental. Este trabajo se basó en el Nurses Health Study II, que incluye a niños de más de 116.000 mujeres.
En concreto, compararon las historias prenatales de 245 niños con trastorno del espectro autista con los de 1.522 niños con un desarrollo normal, todos nacidos entre 1990 y 2002.
Observando datos sobre el lugar de residencia de las madres durante el embarazo y los niveles de contaminación por partículas a las que estuvieron expuestas, se vio que no había asociación entre el autismo y la contaminación si esta había sido sufrida antes o al comienzo del embarazo, incluso después del nacimiento del niño.
Pero sí que se apreció que los altos niveles de exposición durante el tercer trimestre duplicaban el riesgo de autismo. Esto podría suceder debido a que las partículas diminutas recubiertas de contaminantes múltiples penetran en las células y pueden afectar al desarrollo del cerebro del feto.
Esta claro que "los malos humos" no benefician a nadie pero especialmente durante el embarazo no convienen en absoluto. Se sigue investigando sobre este trastorno, pero se ha demostrado que la exposición a la contaminación durante el tercer trimestre de embarazo aumenta el riesgo de que el niño padezca autismo.
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