Seguimos con nuestro Curso de maternidad y paternidad y esta vez, ahondando en lo que tratamos en la última entrada, vamos a ofreceros algunos consejos que podéis aplicar cuando os sintáis desbordados.
Mantened la calma
Ya se que puede parecer que precisamente cuando nos sentimos desbordados es cuando más complicado será mantener la calma. Pero es precisamente cuando más necesario va a ser conseguirlo.
Seguro que deseamos que nuestros hijos, cuando se enfaden o se frustren, sepan canalizar las emociones negativas y no ponerse a gritar. Es fundamental, entonces, ser nosotros capaces de hacerlo o no podremos ser un bueno modelo, ni enseñarlo ni, por supuesto, exigirlo.
Los niños, además, necesitan, más que el control del adulto o que el adulto les demuestre que es él quien tiene el control, que les enseñe que puede controlar sus nervios y que la situación conflictiva está bajo control. Necesitan esa seguridad de que nosotros somos competentes y mantenemos la calma en las adversidades y problemas. Los niños necesitan nuestra guía y sentirse seguros de nuestra capacidad de reacción.
Nada más negativo para un niño sobrepasado por las tensiones que el que sus padres pierdan la cabeza y se pongan a gritarles o a decirles cosas dañinas.
Así que aplicad todos los consejos que os hemos dado y mantened la calma, controlad vuestras ganas de gritar y pensad con serenidad. Nada se gana ni se aprende ni se soluciona en medio de una tormenta emocional y con una pérdida de control.
Hablad con los niños
Incluso muy pequeños los niños entienden mucho de lo que les decimos, quizá no todas las implicaciones o relaciones causales o lógicas, pero si la esencia de nuestras palabras. Por tanto, una vez hayamos recuperado el control de nuestras emociones afrontemos la situación que nos desborda y hablemos con los niños serenamente.
Incluso cuando un niño de tres años tiene una rabieta la peor de las estrategias es ponernos a gritar. Hay que serenarse y darle oportunidad al niño a que se serene él mismo, comprendiendo que para él, posible y lógicamente, va a ser más dificil que para nosostros por su inmadurez y su inexperiencia.
Una vez el niño se sienta en disposición de escucharnos es el momento de afrontar el problema, hablando sobre ellos con cariño y respeto, explicando las razones de nuestra posición o las consecuencias que tendría acceder a una petición que le perjudique. Por supuesto, al hablar, no hay que insultar, burlarse del niño o compararlo con otros. Tampoco podemos pedirle que entienda conceptos quizá demasiado abstactos para él.
Pero si podemos transmitirle amor, entendimiento y empatía y hablar del conflicto adaptándo nuestras palabras a la capacidad del niño.
Puede que las primeras veces no surta efecto, incluso que la rabieta se vuelva a encender al pensar en su frustración, pero la educación no es una cuestión de recetas mágicas ni de obediencia ciega, sino una carrera de fondo en la que cada paso que damos apunta a una meta: permitir que nuestro hijo madure de forma armónica, respete y sepa respetarse, encontrando los límites naturales a sus deseos y entendiendo las razones por las que las cosas no siempre serán como él desearía.
Además, si la rabieta o la situación conflictiva se han producido porque hemos llevado al límite el aguante del niño, sea por cansancio, hambre, sueño, aburrimiento o desborde emocional, posiblemente no bastará con hablar si el problema de fondo permanece. Tratemos de solucionarlo y ser autocríticos. Nuestras necesidades, sean de cansancio, necesidad de descanso, preocupaciones o desborde, puede que choquen con la necesidad del niño en ese momento.
Atended las necesidades de los niños
El camino de la educación en armonía pasa por hacer compatibles las necesidades de todos los miembros de la familia, en respetar las necesidades del otro y entenderlas, pero eso no se consigue de un día para otro.
Haciendo que el niño crezca en un ambiente de respeto y con sus necesidades cubiertas lo preparamos para que pueda hacer lo mismo con otras personas. No debemos olvidar que los niños necesitan cosas como jugar, gritar, correr, reir, abrazarnos, expresar su miedo y llorar. Y esas necesidades, a veces, con las prisas y las normas del mundo adulto, tienen poca cabida. Reformemos nuestra vida para que, sin hacer de eso un sacrificio, sus necesidades naturales de niño tengan espacio. Un niño con sus necesidades globales cubiertas seguramente nos hará sentir menos desbordados pues él estará más feliz, confiado y equilibrado.
La clave es esa, la crianza no es un sacrificio, si lo es, algo hay que cambiar en nuestra forma de vivir para lograr una mayor armonía. Y en armonía desbordarse será mucho más raro y nos veremos menos en la necesidad de buscar estrategias por sentirnos desbordados. Sin embargo, este tema da para más y seguiremos dando consejos para lograr ese ambiente de felicidad que todos deseamos en nuestros hogares.
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